Estoy seguro de que he estado aquí tal como estoy ahora, mil veces antes, y espero regresar otras mil veces más. GOETHE
Y pensar que hace un tiempo atrás yo deseaba estar en esta misma situación, a tan solo minutos de … casarme y disfrutar del día más feliz de toda mi vida. Una total mentira que traiciona la realidad, pese a que la opinión de mi madre y todas las mujeres de “sociedad” sea justamente esa.
Como si no fuera suficiente el tener que seguir las normas de “sociedad” donde el escoger marido no está incluido en los privilegios de una señorita de familia. Pura bazofia.
No es correcto, nadie merece ser obligada u obligado a realizar algo que lo haga infeliz. Sin importar el género, rango o tono de piel, nadie tiene el derecho de decidir sobre uno, simplemente no es natural. Nunca he visto golondrina alguna, negarse a la migración de sus polluelos. O a un ternero ser desplazado por no poseer los mismos tonos de piel que sus padres.
Algo mal hay en la sociedad, como para que se de algo así. Y esa será una de las cosas que haré al llegar al convento. Mi libertad vale mucho más que “los privilegios” por ser hija del duque.
Si tan solo pudiera retroceder el tiempo y hacer lo que sentía era correcto el verano pasado, en la hacienda de la tía Lorena.
-Padre, he de agradecerle la sabiduría de sus palabras, pero…- suspiro- me temo que esta vez se equivoca - respondo taciturna mientras me distraigo con el brocado de las cortinas.
- Aún no lo has olvidado ¿verdad? - pregunta mi padre, desde su escritorio.
Su pregunta me ha tomado por sorpresa. El dolor se agazapa en mi pecho, mis ojos arden al igual que mi garganta por aguantar un dolor que busca un medio por el cual salir.
No respondo, ni me giro para verle, pese a que siento su mirada buscando que lo enfrente para ver la verdad que está escrita en el rostro de la gente. Si, es su frase y con el tiempo le he dado la razón, pero en ahora no quiero que vea mi verdad. Una que deseo callar, al menos por unas horas, hasta que todo termine.
Solo horas, me animo.
El sonido de unos pasos envueltos en un repiqueteo singular, interrumpen la conversación. Sonrío ante la imagen de quien se acerca. Casilda, mi nana.
-Disculpe seño, señoita- dice Casilda con nerviosismo
- Hay un seño que…que… desea hablar con uste Seño Masimiliano- respondió con cierto titubeo.
- ¿A esta hora? Pero quién podrá ser. ¿Habéis preguntado su nombre Casilda? - dice padre con cierto reproche en la voz.
- Eh…bueno…- escucho como se acerca donde padre, el sonido amortiguado de sus pasos me da la razón.- Es acerca de la boda - dice en un susurro que, si no fuera por el silencio de la habitación, seguro ni me enteraba.
“¿de la boda? ¿será que se cancela? ciertamente nada me haría más feliz en este momento” digo esperanzada. Giro sobre mis talones y veo como Casilda y mi padre, me miran con una expresión indescifrable.
Pero .. un momento ¿SONIA? ¿ABUELO RAÚL? ¡¿QUE RA … ?! ¿Dónde ESTOY?
Observo a mi alrededor para intentar dar sentido a lo que veo. La habitación es de techo alto, con grandes ventanales que dejan pasar la luz, una enfrente de otra. Hay un candelabro de cristal cuelga bellamente del techo, la luz que pasa por los critstales deja pequeñas ñuces de colores por la habitación, las paredes son de color crema, con detalles en un tono más claro, imitando las telas con brocados. Excepto la que se encuentra detrás del escritorio, dado que está cubierta por un estante alto con varios libros. Delante hay una silla de época, de una madera oscura y con posabrazos. En el que se encuentra sentado mi abuelo, que pese al traje y al bigote tipo imperial, el hombre que veo es mi abuelo.
-¿Abuelo?- pregunto desconcertada - ¿abuelo Raúl, eres tú? - pregunto ante el silencio que se hizo presente.
Sigo observando a mi alrededor, me resulta extrañamente familiar. ¿pero de dónde? Me quedo pensativa mirando, las ventas, con sus cortinas de terciopelo color vino con el brocado del mismo tono. Los muebles de madera de roble con detalles barrocos tallados. El piso de machimbre está muy bien cuidado. La alfombra de color beige.
Esto ya lo vi pienso.
Parpadeo y en ese instante ya me encuentro en otro lugar. Más frío, más lúgubre, es de noche y siento mucho frío. Delante mío hay un hombre calvo, ya mayor con un traje de cura, detrás está un altar, asumo que estoy en una iglesia. Miró por sobre mi hombro izquierdo y no había nadie. Giro a mi derecha y hay un hombre vestido con un traje negro.
Al observar mejor, un escalofrío cruza mi espalda. No, no puede ser.
¿Jorge?- susurro conmocionada. El miedo que provoca este hombre en mí no ha cambiado.
El gira su rostro para verme y me da una sonrisa ladeada, sus ojos siguen siendo fríos y vacíos.- No, no esto no es real- empiezo a sollozar
- Yo los declaro marido y mujer - dice el sacerdote a quien miro con horror.
El hombre a mi lado se gira y me sujeta con rudeza ambos brazos.
- Ahora sí, hasta que la muerte nos separe- dice con orgullo y seguridad.
-¡NO!- intento gritar pero mi cuerpo parece no responder. Busco mover mis brazos, mis pies pero nada funciona. No puedo moverme, ¡no puedo moverme!. Mi desesperación aumenta cuando el hombre que para mí sigue siendo Jorge, se acerca para besarme.
-Ahora me perteneces- dice Jorge en un susurro antes de sentir como toma con rudeza mi boca.
Cierro los ojos, sintiendo como las lágrimas salenpor mis ojos. Y lo último que vi fueron los ojos amarillos en la oscuridad que me envuelve.
-¡No!- Grito con fuerza y me encuentro en mi habitación.
El olor a café aún circula por el aire.
Confundida miro de un lado al otro, sin comprender muy bien donde me encuentro.
Agitada, me toco la frente y a siento con sudor.