Traté de retomar mi vida con normalidad, diciéndole adiós a las resacas y dándole de nuevo la bienvenida al trabajo y al estudio. Lo más seguro es que mis padres me hubieran botado de casa si no hubiera retomado mi vida con normalidad, aunque irme a vivir sola no me parece mala idea, solo que la soledad no me venía bien en aquellos momentos.
Dividí mi tiempo en compartir más con Cam, ya que sus travesuras me distraían. También le dediqué bastante tiempo a mi trabajo y también a ayudar en casa. Hice todo lo posible para poder mantener mi mente ocupada y no tener tiempo para pensar en Neil y que será de su vida sin mí.
Pasé un buen rato acompañando a Cam a la práctica de fútbol, pero aquello él se encargó de arruinarlo porque a solo segundos de haber estacionado mi auto, él abrió la puerta y corrió en dirección a nuestra casa. Lo hacía a propósito porque sabía que yo odiaba que hiciera aquello. Estaba más que dispuesta a regañarlo, aunque no sirviera de nada, pero para su suerte quedé de piedra cuando note que en la sala estaba Dani en compañía de Zury.
Desde la última vez que nos vimos quedamos en tratar de retomar nuestra amistad, pero lo cierto es que nos distanciamos tanto que fue algo imposible. Por otro lado, de algo estaba bastante segura y es que a pesar de todo aún nos seguía importando lo que pasará con la otra y eso solo significaba que aún seguíamos siendo grandes amigas.
—¿Aún recuerdas que tienes amiga?
Le devolví el gran abrazo.
—¿Cuándo llegaste?
—Llegué ayer y fuiste la primera a la que decidí llamar, pero no me respondiste.
—Lo siento, pero la verdad estos meses han sido un caos para mí.
—¡Aquí está la comida!
Roger dejó una bandeja sobre la mesa y miró en dirección a Zury con ojos tan brillosos que nunca llegué a verle.
Tan desagradable.
—¿Qué te provoca? —La pregunta fue dirigida a mi amiga e hizo caso omiso de mi existencia—. Espero que todo sea de tu gusto.
—Hola Roger —Este flacucho hizo un ademán con su mano a mi dirección, manteniendo la mirada en Zury—. Que lindo que estés ofreciendo comida en una casa que no es la tuya.
—Tu padre dijo que yo siempre era bienvenido, que me sintiera como en mi casa.
Su risita inmediatamente me puso los pelos de punta.
—No te creas todo lo que te digan.
Jalé a mi amiga para llevarla a mi habitación dejando a Roger con una expresión molesta y a Dani riéndose por eso.
—¿A dónde la llevas?
—A un lugar lejos de ti.
—Nathalie me trata mucho mejor.
A mitad de las escaleras detuve el paso y miré a Roger tragar grueso, viéndolo detenidamente, pensé que jamás en mi vida había deseado tanto el poder para desaparecer a alguien de la faz de la tierra.
—¿Puedes repetir lo que dijiste?
Sin atreverse a repetirlo regresó corriendo a la cocina, Dani rio aún más fuerte.
—¿Quién es Nathalie? —preguntó, Zury, al entrar a mi habitación.
—Es una larga historia.
—Menos mal que tenemos toda la noche.
Al momento en que estuvimos ambas en la cama fue inevitable no sonreír y sentirme nostálgica, en el fondo extrañaba hacer esto con ella.
—Neil descubrió todo.
No le di muchas vueltas al asunto y le conté con detalles aquel momento en su apartamento, el cual quisiera olvidar, pero estaba mentalizada en que él no reaccionaría de la mejor manera, pero la perra de Sally no tenía derecho en decirle y mucho menos envenenarlo más en mi contra.
Por eso ni siquiera me arrepentía de la buena bofetada que le di.
—Así es el amor, te dolerá, pero luego se supera y vuelves a enamorarte. Es un ciclo adictivo.
Su mano tomó la mía y la apretó con fuerza.
—No quiero volver a enamorarme de otro, quiero a Neil.
—Nunca pensé ver el día en que la fuerte Paris estuviera sufriendo por amor.
Uno de mis mayores problemas en la caótica relación entre Zury y Elías, fue aquella manera tan obsesiva de dejarlo ir. Se aferraba a él de forma escalofriante, pero ahora que pasaba por esta situación podía entenderla un poco más. No es fácil dejar ir a la persona que quieres, aceptar que esa persona no te quiere y que es feliz haciendo su vida lejos de ti. Sin embargo, creo que como parte del proceso también se aprende que no hay nada más dañino que aferrarse a alguien que no quiere saber de ti.
Aquello lo aprendí después de casi dos meses de estar enviando mensajes y llamadas constantes a Neil, a todo hora y cada momento del día que lo extrañaba. Tenía que dejarlo, no podía ser un recordatorio de todo lo que había arruinado entre nosotros.
—Somos un desastre.
—Un gran desastre —Estuve de acuerdo.
Mi celular sonó y no me sorprendió que fuera la puta Beth. Realmente nos volvimos bastante cercanas, no hasta el punto de decir que somos amigas, pero sin duda nos llevamos mucho mejor.