Aquellos ojos traslucidos se quedaron fijos en mi impávido rostro. Misma hora, mismo lugar, misma sensación de frio y el lúgubre silencio que nos acompañaba. Giró su mirada hacia los costados como si buscase algo, para de nuevo detenerse en mí. Me hundí en el enorme sillón encogiendo las piernas lentamente. La soledad de mi existencia se rompía cuando él venía hacia mí, cuando sus ojos se detenían en los míos, confundido, asustado, con los labios apretados. Ni siquiera el péndulo del viejo reloj era capaz de traspasar la transparente neblina que nos encerraba en aquel cuarto.
Sus ojos bajaron y se abrieron dejando fluir el horror que se apoderaba de él, y un quejido alto y agudo se escapó desde su boca, seguido por el ruido de las cadenas atadas a su cabeza. No había nada más, no había cuerpo, solo una cabeza en aquel húmedo rincón, que fue desapareciendo a la vez que su alarido disminuía.
Mi novio había sido asesinado hace meses por su hermano. En aquel rincón solo pudieron encontrar su cabeza... su cuerpo aun lo siguen buscando.
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Editado: 24.06.2024