—¿Qué haces aquí? — su voz era la misma, sus nudillos se tornaban blancos mientras mi vergüenza escapaba por la ventana—¿Quién te trajo hasta aquí?
—Vine por mi propia cuenta—alzo mi voz comenzando a caminar al sentido contrario que él. No se porque, solo me sale por que sí. Como si jugáramos aquel juego donde tienes que rodear varias sillas y prepárate para adueñarte de una cuando termine la canción—Y mire por mi propia cuenta cuando sepa lo que quiero saber
Se que estoy al borde del colapso, pero la pequeña personita de mi mente que me hecha porra mientras come palomitas, me anima a seguir con esto y a decir “Que sea lo que Dios quiera”
—¿Y yo se lo que quieres saber, jovencita?
—¡Ah! — exclamo tratando de no sonreír— Ya me confundí, además no me digas jovencita— trato de hacer mas grave mi voz imitándolo y fracasando en el proceso— Que me estreso y se me olvida lo que iba a decir.
Relajo mi cuerpo sin despegar mi vista de él. Su mirada atenta que me hace pensar que ni siquiera parpadea y su postura como si soy una maniática a punto de hacer algo absurdo no me ayudan a conectar mis ideas. El inmenso escritorio detrás de mi y el sofá color crema separándonos. A ver, cálmate, Raquel.
—Te animo a que expreses lo que te hizo venir a mi antes que alguien, desafortunadamente te encuentre y tengas consecuencias por ello.
Al escucharlo no pude evitar recordarme de Tamira, afuera de la habitación esperando en el pasillo. Seria a ella quien verían primero, y a todo esto ¿Por donde diablos se fue la chica misteriosa que estaba aquí?
—Quiero que me expliques esto—me señalo y luego a el— ¿Cómo es que hace unos segundos eras el chico más dulce que había conocido? Estaba conociéndote de una manera que no entiendo, pero a la vez súper linda y luego, de la nada ¡Pum! Estas como ¿Quién es ella? ¿Alguna vez te he visto? Pues creo que no, porque no recuerdo ni tu existencia.
Guardo silencio fijándome en cada arruga que aparece en su rostro. Pero nada, era como hablar con una estatua que no sabes si esta enojada, triste o siquiera fingiendo felicidad o todos los sentimientos al mismo tiempo.
—Debes de irte, regresar por donde viniste y seguir con tu vida, Raquel.
—¿Y que es lo que te parece que estoy haciendo, Dareh?
—Pidiéndome una explicación— Estoy a punto de soltar algo con un sarcasmo elaborado que flipas. Pero en primera, no se me ocurrió nada. En segunda, quizás le lavaron el cerebro y lo dejaron tontito—¿Puedo acercarme?
—Por supuesto, Fresita— digo con un rayo de esperanza en mi voz—Solo quiero saber lo que pasa, si no quieres ir al baile conmigo y no tenias excusa, no hay problema— incremento la velocidad de mis palabras al mismo tiempo que él se acerca— Podemos ser amigos, e iniciar de cero, sin problema— aunque es fácil decirlo, es difícil convencerte que no te dolerá—¿Chris?
Puedo oler su fragancia a menta y un ligero toque de jabón al tenerlo frente a mí. Quiero abrazarlo y dibujar una sonrisa en su rostro.
—Todo estaría perfecto si por una vez en tu vida hicieras lo que te piden, Blake— sus dedos viajan a mi barbilla—La explicación que viniste a buscar y necesitas es que entiendas que debes de dejarme en paz, no volver a colarte en los pasadizos y dejar de ser una adolescente rebelde e ingenua que es a lo que te mandaron a hacer en mi escuela— se separa abruptamente pasando a mi lado y volviendo a tomar el vaso de vidrio. Puedo escucharlo saciar su sed después de echarme ese discurso—Considéralo la ultima advertencia.
—Ultima advertencia la que…— me corto inmediatamente tragando mi rabia en una profunda exhalación— Muy bien. Dareh ¿Estas bien? Si esto es una broma, te estas pasando del nivel de Pejelagarto y eso que él, es el máximo.
—De hoy en adelante te referirás a mi como su majestad, si es que nos volvemos a encontrar.
—Majestad mi mamá— doy unos pasos atrás tratando de volver a verle el rostro. Esto lo recordare como uno de los mayores esfuerzos que he hecho para no soltar al demonio enfurecido que tengo dentro—¿Eres bobo o qué? Soy yo, la chica que se atragantó a media cena, se cayo de las escaleras, te confundió con un fantasma y casi te exorciza de un golpe ¿Hace falta que siga?
—Se quien es usted, Blake. Ahora retírese, si es tan amable.
Puedo jurar que eso estuvo infestado de sucia ironía. Llevo mi mano al interior del bolsillo en mi chaqueta del uniformo. Encuentro el objeto y lo deposito haciéndolo chocar con la madera del escritorio frente a nosotros.
—Eso fue un regalo— musita sin despegar la vista de su anillo.
—Si, también mi tiempo perdido. Lástima que eso no se pueda retornar— le muestro mi sonrisa mas forzada antes de girarme y asustarme con una Tamira trotando hacia acá.
—Explicación mas inservible para tu actitud de inútil— espeta antes estampar su palma en la mejilla de Dareh.
—Tamira, vámonos— le tomo de la mano arrastrándola hasta la entrada antes que alguien mas escuche voces que no deberían de estar aquí o peor, nos manden a la cárcel—O nos expulsen— digo en voz alta.
—Idiotas como tu deberían de venir con advertencias de embustero y manual de desecho incluido— es lo ultimo que consigue gritar antes que logre meter su cuerpo en el pasadizo—Muy bien, me calmo…un sapo menos de la lista.
Su comentario me hace querer reír en un diminuto instante. Admirarla en la escasa luz, como su enojo la hace ver una princesa despiadada y elegante
—Gracias por acompañarme— susurro antes de abrazarla. Ella acaricia mi cabello y en silencio, nos regresamos siguiendo el mismo camino. Dejando la escuela atrás y llegando a los dormitorios—¿De donde sacaste tantos improperios?
—Las peleas con Belmont me hacen practicar— menciona abriendo la puerta de su habitación—Y hablando del rey de roma.
—¡Al fin! — levanto sus brazos Pejelagarto y soltando un gran suspiro— ¿Tendré cuñado oficial o seré un hombro para golpear y llorar?