Sostengo su mano derecha mientras me dejo arrastrar nuevamente por los pasillos de la escuela. Espero no arrepentirme de esto, simplemente quiero hacer callar mi estómago y darle algo que comer, si es posible que sea digno de dioses.
Ya no tengo a Belmont en mi hombro dándome ideas tentadoras, ni el ángel de Stephen tratando de convencerme de hacer el bien, desaparecieron en el momento que acepté venir con el mismísimo dueño del inframundo y creo que eso es mala señal.
De vez en cuando Dareh voltea a verme, con una sonrisa en el rostro como si fuera un niño con su nuevo juguete llevándolo a casa por primera vez.
Lo que hago por comer bien una noche en mi vida...
¡Enserio! Solo piensenlo. Si lo voy con él a la cocina, tendré a mi disposición toda la comida que quiera, desde unos simples cereales al más majestuoso platillo...como chocolates infinitos o algo así. Es como ir con un genio de la mano ofreciéndome todos los deseos que quiera, totalmente gratis.
Le sonrió de vuelta, casi dando saltitos de felicidad a la cocina. Concéntrate en la comida, no en quién te está llevando hacia ella, Blake.
Puedo imaginar el aroma de unos deliciosos huevos revueltos con tocino crujiente y queso derretido.
—Llegamos— declara Dareh devolviéndome al presente y deteniéndose en unas anchas puertas grises con un panel de código y lucecitas resaltando en medio de la penumbra—Gracias por acompañarme, prometo que no te arrepentirás y será la mejor cena que hayas aprobado en tu vida—Ojalá.
—Todo sea por la comida, si es que te sabes la combinación de esa cosa— ladeo la cabeza señalando el panel ¿Pero que estoy diciendo? Si estoy con él, ah.
Podría decirle que me enseñará el tesoro más grande de su reino y…esperen. ¡Detén el grifo de ideas maliciosas!
Aunque no tengamos ninguna iluminación, de parte del aparato incrustado en la pared, puedo distinguir como él me está sonriendo ahora mismo. ¿Cómo es que está tan normal? Como si no me hubiera pedido desaparecer de su vida y como claro, la vida es tan irónica...
—Perdóneme, mi distinguida dama. Entre más pronto satisfaga tus apetitos, más dichosos estaremos los dos — no desprendo mi vista de él tratando de separar cada palabra para buscarle otro significado distinto al que mi lado perverso me está proporcionando.
Debo tratar de no sumergirme en mis hormonas para salir librada de esto. Siento un terrible…no, un horripilante presentimiento.
El cuerpo del renacuajo gira elevando su mano libre, apretando los botones del tablero, seguido de un pitido y el chasquido de los seguros del mecanismo, seguramente dentro de las paredes, al fin puedo permitirme soñar con un paraíso sabroso al final del túnel.
¡Abre la puerta, ya!
—¿Sabes? —Agh ¿Ahora qué? —He estado pensando en muchas cosas relacionadas a ti durante el camino hasta aquí, como por ejemplo...no te has disculpado conmigo por haberme difamado ante un ministro de Francia y mucho menos he recibido una explicación convincente con mi nuevo apodo— dice con su tono condescendiente. Pinche príncipe embustero.
—Espera ¿Me estas cobrando el derecho de entrar a la cocina? Por qué si es así, gracias, pero no creo que el reino completo se derrumbe en un segundo por una noche que me vaya a la cama con el estómago vacío.
Sabía que había gato encerrado, esperaba un asesinato melodramático o incluso un secuestro, pero lo sabía. Nada es gratis, amigos. Y mucho menos cuando una versión de Dareh resurge como si nada hubiera pasado.
—Hey, tranquilízate—me sobresaltó cuando me tomó por los hombros dándome una leve sacudida— Por supuesto que no te mentiría de esa manera, nunca te negaría la alimentación ¿Por quién me tomas? — ríe entre dientes antes de dignarse a abrir la puerta de una vez por todas…si, es mejor que me suelte antes de darte un puñetazo y desfigurar tu perfecto rostro—Bienvenida a tu cena exclusiva conmi...
—Enciende la luz ¿no? — lo interrumpo viendo absolutamente nada, aparte del color negro y el ligero contorno de su silueta.
—Un momento—escucho su voz apenada y el sonido de sus manos tanteando algo en la pared—Lo encontré.
Hoy sí. ¡Clic! El paraíso ante mí.
No sé qué cara o clase de sonrisa hice al ver la majestuosidad frente a mí, pero no me importó. Las pequeñas luces circulares incrustadas en el techo dieron vida a toda la habitación, era grandísimo, mucho más que los dormitorios.
Los azulejos blancos que tapizaban las paredes junto con las islas de mármol distribuidas por toda la cocina daban un toque elegante, nada que ver con las cocinas convencionales de escuelas, al menos en las que yo he asistido.
Las grandes alacenas llena de cosas que no logro distinguir, pero de seguro deben ser exquisitas me hacen crear varias clases de posibles platillos en mi cabeza. ¿Cómo los haré? Ni idea, mi padre siempre me mantenía fuera de las cocinas.
Las estufas, cacerolas colgando del techo y tantas cosas que ni siquiera sé que son. Ahh.
Creo que estoy llorando.
Me acerco a la encimera más cercana, la primera de otras dos al lado izquierdo. Recuesto mi cuerpo en su frígida base, casi abrazando el reluciente mármol. No puedo evitar gruñir de satisfacción, podría dormir aquí sin problema.
—Es la cocina principal, detrás de esas puertas en el fondo están otras dos cocinas más—murmura Dareh desde algún punto del lugar. En estos momentos ya no me importa nada, solo abrir el refrigerador y ser feliz— Si hubiese tenido el conocimiento de que esto te causaría tanta felicidad, te habría traído desde hace mucho tiempo.
—Ahora te odio por no haberme traído a tiempo— ronroneo, totalmente hechizada por todo esto. ¡Es increíble!
Bueno, solo la parte de estar aquí. Aún no sé cómo sentirme con la parte donde estoy con la persona que quiso hacer explotar mi pobre corazoncito.
Mi mente ha estado dando vueltas y vueltas sin parar desde que llegué a la oficina de Collette y ahora que al fin se ha detenido siento como si un camión me ha pasado encima succionando todas mis energías. Si por mi fuera mi pierna ya estaría ayudándome a subir a esta gélida mesa olvidándome de todo por completo.