[Narrador: Aaron Hansen]
Me encontraba sentado en las cercanías de esa habitación donde hicimos la subasta. Había salido corriendo de ese lugar luego de haber dado diez millones por una niña.
— Señor, me dieron esto, es para que retire a la niña. — Me entregó un papel el cuál miré unos segundos.
— Oh, entonces, vayamos rápido. — Comenté.
Caminamos hasta la parte de atrás de ese hotel, miré de un lado a otro, esperando a que apareciera alguien. Mientras tanto, Joseph se dedicó a llamar al chofer para que viniera por nosotros para irnos a la casa.
— ¿Aaron Hansen? — Preguntó una persona que apareció delante de mí, estaba vestido de negro y a causa de la poca luz, no podía ver su rostro.
— Sí. — Contesté.
— Su mercancía esta aquí. — Otra persona salió de la oscuridad con la niña que había visto en el escenario.
Se acercó y la dejaron allí, me acerqué rápido. Justo en ese momento, llegó el auto. Nos subimos rápidamente y le saqué todo lo que tenía, la mordaza, y le desate rápidamente las manos y piernas.
— ¿Estás bien? — Pregunté pero ella no contestó, bajó su cabeza y yo la abracé.
— Señor, ¿cómo le explicará esto a su padre? — Miré por la ventana.
— Él tendrá también que explicarme algunas cosas. No te preocupes, todo estará bien de ahora en más, hermanita. — Me dirigí a ella y ella comenzó a llorar.
Estoy en un problema pero se que puedo solucionarlo. Todo estará bien.
Llegamos a la casa, mi padre se encontraba esperándonos en la puerta. Cuando nos vio nos mostró una sonrisa al instante pero, esta misma sonrisa, desapareció en un instante, tras notar la niña que venía con nosotros.
— ¿Quién es esa niña? — Cambió su expresión completamente, esta serio, muy enojado.
— Ella es mi nueva hermana. — Levanté la cabeza con orgullo.
Bien, ya esta la situación, si hablo con él, seguramente todo se resolverá.
— ¡Aaron! — Gritó y eso hizo que ella se asustara.
— ¡Papá! — Grité y respiré hondo. — Tengo que hablar contigo, sobre la subasta. — Él se quedó en silencio.
— Esta bien. — Me dio la espalda y comenzó a caminar.
Miré a la niña que me agarraba del brazo mientras lloraba.
— Todo estará bien, volveré y iremos a jugar, ¿te parece? — Le toqué la cabeza y le sonreí. Traté de mostrar la mayor tranquilidad, ella me sonrió y lo tomé como un "sí".
Fui detrás de mi padre, cuando ya estábamos sólos en la misma habitación. La atención se hizo tan grande que prácticamente podía sentir con todo mi cuerpo su enojo.
— ¡Tendrás que explicar esto! — Me gritó y yo di un salto.
Bien, haré lo posible por protegerla.
— ¡Quién me debe una explicación, eres tú! — Grité.
En esos segundos, no sabía de donde había sacado tanto valor, nunca, hasta el día de hoy, nunca he podido levantar la voz a mi padre. Sólo por ella, nadie más que ella me hizo hacer tal cosa. Uno, dos, cinco, diez años, no importaba cuanto tiempo pasara, ella se quedaría conmigo, hasta que este en mi capacidad, ella sería sólo mía.