Esa noche él debía verse con su novia. A pesar de que el trabajo del día anterior le había dejado agotado, no podía ignorar la cita con su amada chica. Esa, sería la primera vez que saldrían a comer. Sonaría extraño para todos a su alrededor, pero, a pesar de las circunstancias, su amor era completamente real.
No era una persona a la que pudieras llamar por teléfono, o tomar de la mano en público, o tener una agradable cena en casa con tus padres. Para muchos, no era más que un ser extraño, un hombre casi tosco, maniático, quizá hasta trastornado, después de todo, habían sido tantos años escribiéndose en clandestinidad. Tantos años protegiéndola, y nadie le había descubierto, o eso creía.
Él salió de la ducha con la toalla en la cintura, se mantuvo quieto, inmóvil frente al espejo durante unos segundos. Creía haber oído algo, pero el sonido de un cascabel conocido le hizo suspirar aliviado.
Es el gato —pensó.
Comenzó a secarse sin moverse de dónde estaba. En silencio abrió un botiquín y miró la herida de su brazo izquierdo. Solo había sido un roce, la bala no perforó su brazo. Había tenido suerte, hubiera sido un verdadero problema si la bala le hubiera dado. Terminó de ponerse la venda y salió en bóxer a su cuarto donde se acabó de vestir. Un paso en falso tras sus espaldas le alertó. Buscó su arma en silencio, una de las tantas que se hallaban escondidas a lo largo de su propiedad.
— ¿Buscas algo?
Dijo una voz grave tras sus espaldas, la reconocía muy bien. Pudo sentir el metal en su espalda.
Mierda, se maldijo internamente.
— ¿De verdad creíste que no darías contigo? Sicario B12.
El sujeto B12 comenzó a reír, perturbando notoriamente al que sostenía el arma.
— ¿Y qué más da? No tengo nada que perder.
Dijo arrogante, mientras levantaba las manos al sentir el arma presionándose más en su espalda.
— ¿No? —Preguntó entonces la voz en pausa, — ¿ni siquiera tu novia?
El corazón del apuntado frenó sus funciones por un momento.
¿Cómo habían dado con ella?
—Por lo que veo, la información es correcta.
Mierda.
B12 suspiró con pesar, como si realmente fuera un completo inepto quién estaba tras sus espaldas.
—Vaya idiota que eres.
En un rápido movimiento B12 atacó al inquilino. El arma se disparó rompiendo su lámpara de piso. El cascabel del gato se oía de un lado a otro. Los hombres seguían entre forcejeos y golpes, uno elevando el arma al techo, y el otro tratando de darle en la cabeza.
El gato del asesino B12 se cruzó entre los pies de su amo en un intento desesperado de escapar. El sicario retrocede y pisa al indefenso animal, quien chilla y rasguña a su dueño. Sin poder evitarlo tropieza a pies descalzos con la esponjosa bola de pelos. Su cuerpo cae de espaldas, sin darle tiempo de reaccionar, y es entonces, cuando el otro le clava la bala entre las cejas.