El viento era gélido, tan frío que parecía el polo norte, la oscuridad tenía envuelta la Caballa del Misterio y en su interior, en la habitación ubicada en el segundo piso se en encontraba Dipper.
Esa mañana no había salido como el lo hubiera deseado, todo estaba bien, el cálido viento y la brillante luz del sol eran señal de que sería un buen día.
Relajarse y meditar sus ideas sobre le futuro eran los planes para ese día.
Todo eso cambió cuando Mabel apareció.
Al principio solo parecía una chica lastimada, una chica que necesitaba sacar todos sus demonios y Dipper está hay para ser su testigo.
Pero después de lo que escucho, después de el veneno que su hermana había escupido en su cara, Dipper comenzaba a plantearse su Mabel, su mejor amiga, su hermana gemela, se estaba preguntado si realmente ella se merecía su amor.
¡Odio todos los chicos! ¡Los dios a todos! Esas eran las palabras que habían salido de la boca de Mabel, esos eran los versos que rebotaban en la cabeza de Dipper
Causándole migraña y en su corazón causándole un dolor tan grande que no parecía ser de este mundo.
Mabel odiaba a todos los chicos.
También odiaba a su hermano, también odiaba a Dipper.
¿Por que?
¿Por que Mabel odia a su propio hermano? Dipper no podía llegar a comprenderlo, siempre había sido amable con ella, siendo su caballero, su defensor había logrado alejar a los chicos y chicas que solo habían buscado lastimarla de la peor manera posible.
Después de todo lo que hizo por ella, ahora viene y grita que odia a todos los chicos. Entonces si los odia a todos solo podía significar una cosa, también odiaba a su hermano.
El sonido chirriante le la puerta abriéndose rompió el silencio sepulcral de la habitación, Dipper no tubo la necesidad de voltear ya que sabía de quién se trataba.
Mabel miró a su hermano, pudo notar que en cuanto entró su hermano se percatado de su presencia, aún así después de que había entrado, su hermano no se había tomado la molestia de saludarla como era usual en el, con el nuevo silencio que amenazaba con invadir la habitación para siempre, Mabel supo que tenía que hacer algo.
Siempre que Dipper se enojaba con ella, este le aplicaba la ley del hielo, dejaba de hablarle por días, incluso por semanas.
Después de un tiempo la cosas volvía a la normalidad, Dipper y Mabel volvían a ser amigos inseparables.
Sin embargo algo en el aire susurraba que la pelea de esta ocasión era todo menos común y corriente, está ves Mabel había echo mucho daño a Dipper.
No era una herida física, no lo había apuñalado con un cuchillo o golpeado con un palo, sus palabras, los versos que salieron de su boca fueron los que desgarraron dolorosamente el corazón de su hermano.
Mabel sentía que no había echo nada malo, lo único que había echo era gritar sus sentimientos. Liberar los sentimientos que mantenía escondidos en su corazón.
Gritar lo que sentía era lo único que deseaba, había sufrido mucho, la habían dañado demasiado. Lo único que su corazón deseaba era que ese dolor desapareciera o qué tal ves pudiera olvidarlo.
Que sus heridas sanarán parecía ser algo imposible, las heridas físicas pueden sanar aún así algunas dejan cicatrices.
Las heridas del corazón eran un asunto muy diferente, las puñaladas y los cortes sanaban pero tardaban mucho más en curarse, y a diferencia de las heridas físicas, todas y cada una de las heridas del corazón dejan cicatrices.
Marcas que son imposibles de borrar, rastros que pueden llegar a revivir los recuerdos del dolor, la traición y la mentira.
Mabel tenía todos los motivos para odiar al sexo opuesto, después de todos los niños que había conocido la traicionaron, aprendió de la mala forma lo horrible que pueden llegar a ser los seres humanos.
Mabel lo sabía, sabía demasiado bien que era linda, pequeña e inocente. Desde tiempos atrás se había dado cuenta que el mundo el un lugar cruel y despiadado, que a menudo los seres humanos son los autores de las más grandes fechorías, los protagonistas de las más terribles atrocidades.
Ahora Mabel era la protagonista de su propia historia, una aventura donde ella siendo la protagonista se había convertido en una traidora, se transformó a sí misma en la malvada villana que había apuñalado a su hermano por la espalda.
Dipper se había convertido en la víctima de sus despiadados sentimientos.
Mabel no quiso lastimar a su hermano, jamás buscaría hacerle daño a propósito, sin embargo lo había dañado, lo había traicionado.
Todo por el odio, ese sentimiento había estado cumulándose por mucho tiempo, el odio estuvo recorriendo sus venas cual veneno, hasta llegar a su corazón y convertirla en una persona diferente.
— hermano — llamo ella — hermano se que estas hay, respóndeme.