Enamorada De Mi Profesor

Falsa libertad

-¿Cómo era ese hombre?- Preguntó el oficial.

-Era joven, no más de 30 años, delgado- Cerró los ojos tratando de recordar alguna característica especial de aquel chico -No recuerdo más, sólo los vi de reojo-

El oficial suspiró resignado -¿Dices que estaban conversando?- La chica asintió -Muy bien, gracias por la información, sólo necesito algunas firmas y podrás irte-

...

-¿Qué hora es?- Me pregunté a mi misma al sentir que la temperatura comenzaba a descender y el sol brindaba quizá sus últimos minutos de luz.

A pesar de no haber logrado escapar y lastimarme el tobillo, había hecho un excelente trabajo, estaba orgullosa de mí. Para la siguiente debía idear un plan no sólo actuar sin pensarlo, tenía que calcular muy bien mis movimientos pero antes, descubrir si era verdad que sólo podría salir de aquí con la huella dactilar del secuestrador. Dándole mil vueltas al asunto me tiré al pasto, pues la espalda y los glúteos comenzaban a dolerme, era gracioso que me preocupara por ese dolor cuando lo que realmente me dolía era el tobillo, lo revisé nuevamente y seguía igual de inflamado, me quité el tenis esperando así bajara un poco la hinchazón.

Tirada en el césped y analizando lo que había sucedido desde que comenzó este día me di cuenta que ahora tenía algo de libertad, al menos no estaba atada y con los ojos vendados, debía tomar eso a mi favor.

-Si que eres terca- Dijo el secuestrador desde la puerta -¿Piensas quedarte ahí toda la noche?-

-Sí- Dije desafiándolo con la mirada.

-Si quieres resfriarte puedes hacerlo, pero que te quede claro que no te llevaré al médico- Advirtió acercándose hasta donde estaba yo.

-No necesito que me hagas ningún favor- Dije sin apartar la mirada de su rostro, no comprendía porque actuaba de esa forma, como si se preocupara por mí, siendo que él me tenía aquí privada de mi libertad por sabrá Dios qué motivo y por cuanto tiempo, pero podía ver en su mirada algo de humanidad.


 


-Vamos Pamela, levántate, te daré un analgésico y buscaré un ungüento para bajar la inflamación- Definitivamente aún conservaba algo de humanidad. Decidí dejar a un lado mi orgullo y entrar en aquella casa, no me quedaba de otra, con el pie incapacitado y sin saber la forma de salir de aquí, hacerle caso era mi mejor opción.

-Está bien secuestrador, pero también quiero algo de comer- Era la primera vez que realmente sentía hambre, quizá era la falsa "libertad" que sentía en aquella casa o que había gastado toda mi energía en mi intento de huida.

-Te dije que puedes decirme Sebastian- Dijo riendo -Sabía que querrías comer, ya he ido por comida-

En silencio intenté levantarme pero un dolor intenso me lo impidió un quejido se escapó de mi boca.

-Te ayudaré- Se acercó hasta mí y me tomó en sus brazos, esta vez no lo golpeé ni opuse resistencia, no me convenía en lo absoluto -¿Por qué no me miras a los ojos preciosa, te pongo nerviosa?-

-Por supuesto que no, es sólo que aún no me acostumbro a tu repugnante cara- Se detuvo, por un momento creí que me dejaría caer o algo peor, pero nada.

-No mientas, no sabes hacerlo- Siguió caminando, al llegar a la puerta para entrar a la casa se detuvo y pasó todo mi peso a uno de sus brazos y el otro lo extendió hasta un pequeño botón en la pared, "acceso permitido" dijo la voz computarizada y pude comprobar la veracidad de sus palabras. No lo podía creer.

-Te lo dije- Dijo leyendo mis pensamientos. Era mi fin. En brazos me llevó hasta la cocina, donde me sentó en uno de los banquitos de la barra -Voy por el botiquín-

Luego de unos minutos volvió con una cajita, la colocó sobre la barra y me extendió dos pastillas, las tomé sin preguntar qué fármaco era. Llenó un vaso con agua y lo puso frente a mí, me tomé el medicamento y bebí el resto del líquido.

-Con eso se te quitará el dolor- Se acercó hasta mí, se puso en cuclillas y levantó mi pantalón. Y sin avisarme comenzó a masajear mi tobillo, grité pues el dolor era insoportable -Debes aguantar, es necesario que haga esto-

-¡Para!- Grité, él levantó la cabeza y me miró serio sin detenerse.

-Pareces una niña chica Pamela- Quería hacerme enojar para que dejara que siguiera con su tarea y como siempre mi orgullo ganó, no permitiría que me llamara niña chica de nuevo. Cerré los ojos y traté de pensar en otra cosa para dejar en segundo plano mi dolor. Estaba funcionando -Sé muy bien cómo manejarte-

-Claro que no- "Lo que pasa es que soy muy orgullosa" pensé. Bastante orgullosa, una lágrima de dolor recorrió mi mejilla pero rápidamente la limpié.

Al terminar el masaje me untó el ungüento y cubrió mi tobillo con una venda, poco a poco sentí como el dolor iba disminuyendo. Agradecí mentalmente a mi secuestrador. Él me observó durante unos segundos, sé que esperaba al menos un gracias de mi parte, pero no iba a decirlo.

-¿Qué?- Pregunté al comenzar a incomodarme por su mirada asesina, él sonrió y se alejó.

-¿Te gusta el pescado?- Preguntó al mismo tiempo que acercaba dos platos.

-No mucho-

-Lo siento, tienes que comértelo todo- Me acercó uno de los platos, era un caldo de pescado, no tenía mal aspecto y con el hambre que tenía me dispuse a comer. Comenzamos comiendo en completo silencio, aquel platillo no era el mejor que había probado pero tampoco sabía mal y bueno, era mucho mejor que la comida que me había dado anteriormente.

-¿Puedo preguntarte algo?- Levanté la vista de mi plato, el bebió un trago de agua y me miró esperando a que continuara -¿Por qué haces esto por mí?-

-¿Hacer qué?- Respondió sin apartar la mirada.

-Esto- Dije como si fuera la cosa más obvia y al ver la confusión en su rostro suspiré -La comida, el masaje, la compasión de tu parte, no tengo gran experiencia en secuestros pero definitivamente no son así-

Me intrigaba demasiado la actitud del secuestrador, pero lo que me estaba matando por dentro era no tener ninguna teoría respecto al secuestro, no era dinero, era obvio, tampoco era por mis padres supongo, ¿entonces? ¿Qué era?



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En el texto hay: romance, secretos, misterio

Editado: 13.09.2021

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