—Mami, mira mi dibujo.—decía un August Way de 9 años. El niño le entregó la hoja con una familia feliz a su madre.
—Está lindo, hijo.—se dirigió a la nevera y pegó el dibujo ahí con un pequeño imán.
—¡Mamá, ya traje el boletín!—dijo un Chris Way de 15 años entrando a la casa. El mayor de los Way le entregó la carpeta de calificaciones a su madre y ella lo vio.
—Christopher… ¿Por qué tienes un 9 en biología?—le preguntó algo molesta: Su hijo siempre ha tenido un promedio de 10.
—Mamá, yo…
—August, sube a tu cuarto.—indicó al pequeño y éste subió rápidamente.
—En un examen saqué 9 y no te lo dije porque no creía que me afectaría mucho.—dijo como un niño regañado.
—¡Christopher Way! ¿Cómo puedes pensar eso? ¡Claro que te iba afectar! ¡Tenías un 10 perfecto para entrar a la universidad, Christopher!—le gritó.
—¡ME EQUIVOQUÉ, ACEPTALO!—gritó y su madre lo cacheteó.
—A mí no me hables en ese tono, Christopher.
—¿Por qué quieres que sea perfecto? ¿Acaso no me puedo equivocar?—por primera vez le estaba levantando la voz a su madre: Se había cansado de ser el chico 10.
Rápidamente, Chris tomó el cuchillo afilado que estaba en la mesa y empezó a apuñalar a su madre. Todo pasó a una gran velocidad que no se dio cuenta de que la matado: La cocina se había llenado de sangre y él también.
—Cariño, ya llegué.—dijo el padre de los Way.
Chris sacó de una de las gavetas de la cocina una pistola que tenían en caso de emergencia y disparó: Esa era la desventaja de tener a un papá como policía.
—¡NO SOY PERFECTO!—gritó. De repente, algo dentro de Chris despertó: Una sed de ira y venganza surgió de él.
Le gustó.
Tomó el arma y la guardó en su chaqueta, salió de la casa y comenzó a matar a cualquiera que se le interpusiera en su camino.
Lo que Chris no sabía era que el pequeño August lo había visto todo. Antes de que pasara algo más, August se fue de la casa saliendo por la ventana de su cuarto. Corrió hasta el único lugar en donde sería recibido.
—August, ¿Qué haces acá?—dijo la señora Stan al ver al pequeño todo sudado de tanto correr.
—Mis padres y mi hermano fueron asesinados, ¿Me puedo quedar con usted?—le preguntó cansado y nervioso. Y sí, August consideró a su hermano muerto después de lo que hizo.
August despertó: El sonido de su alarma lo despertó. Se paró de la cama enojado, “Maldita sea, Christopher… te odio”, pensó mientras sacaba la ropa que se pondría para ir a la universidad. Por lo menos Rose lo haría olvidarse de su odiado hermano.
Al salir de clases, recibió un mensaje que lo había dejado algo anonado y confundido:
“En el café Clover te quiero ver después de la universidad, mi pequeño hermano. Hay cabos sueltos que me gustaría atar”
—¿Chris?—se preguntó a sí mismo mientras volvía a leer el mensaje.
—¡August! –Lo llamó Billie, su mejor amigo.— Hoy hay fiesta en casa de Ana a las 8, ¿Te apuntas?
—¡Seguro, hermano! –Le dio un pequeño golpe en el hombro.— Me tengo que ir, hay algunas cosas que debo hacer.—se despidió y se fue a buscar su moto.
Cuando salió, se dirigió a la biblioteca a buscar unos libros para un proyecto. ¿August Way haciendo tareas? Pues sí, era el último trimestre y necesitaba salir bien.
—Vaya, vaya, pero miren a quien tenemos: A la rusa y a la rosa.—se ríe al ver a Loreen y a Rose en la biblioteca.
—¿Qué quieres August?—le preguntó Rose con una mirada asesina.
—¿Yo? A ti.—se ríe.
—Eres un cretino, August.
—Rose, déjalo, él no merece tu atención.—dijo Loreen alejándola de su ex.
—Hazle caso a tu amiga, Rose: Tú siempre consigues llamar mi atención.—se rió y se fue a sacar unos libros.
Cuando terminó, salió de la biblioteca y escuchó a Rose decir:
—¿Y bien? ¿Ya Gabe te dijo?
August se colocó su casco y se montó en la moto para ir a su casa.
Hubo algo durante el camino que impidió que August siguiera su camino: Escuchó su nombre. A lo mejor su mente le hacía una broma o simplemente quería negarlo: Era su hermano quien lo estaba llamando. August lo ignoró y siguió conduciendo.
Antes de llegar a casa, cuando solo faltaba una cuadra, se devolvió para dirigirse al café en donde estaba su hermano esperándolo. Se arrepintió de haberlo ignorado: Debió haberse bajado, propinarle un fuerte puñetazo e irse. Pero ahí no estaba Chris, él se había ido.
—Maldición.—murmuró y decidió mandarle un mensaje a través del número que Chris utilizó para contactarlo:
“A las 5, en el café Clover. August.”
El chico por fin llegó a su casa y un pequeño bulldog lo recibió.
—Hola, mi pequeño Bart. –se agacha y el perro comienza a lamerlo. August se levanta.— Ven Bart, vamos a comer.—ambos se dirigieron a la cocina y preparó unos sándwiches para él.
Al terminar, alimentó a Bart y luego subió a darse una ducha para acostarse a dormir.
—Hermano… cuanto tiempo sin verte.—dijo el castaño sonriendo.
—Lo sé, —respondió el pelirrojo.— si no me equivoco, han pasado 13 años, ¿no?—le preguntó.
—Sí… 13 largos años, August.
—Dijiste que había cabos sueltos.
—Cierto… —saca una arma.— Creo que los ataré ya mismo.—le disparó.
Un grito dio el pelirrojo al despertarse de semejante pesadilla. Miró el reloj y casi eran las 5. Se paró rápidamente de la cama y se cambió para ponerse unas botas, una chaqueta de cuero con unos jeans y una franela gris. Salió de la casa y se dirigió al café en su moto.
Y ahí estaba él: Sentado en las afueras del café con su celular en la mano; lo reconocería donde fuera.
—Vaya, vaya… Apareciste.—dijo el castaño mientras guardaba el celular y August se sentaba.
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Editado: 07.06.2020