Al regresar a su casa, se encontró con la sorpresa de que su mejor amigo seguía ahí.
—Pensé que te habías ido.
—Quería ver como regresabas. –El pelinegro se acercó y le entregó un plato.— Termina de desayunar, ¿Sí? –Ambos rieron y August se sentó a comer.— Por cierto, ¿En dónde estabas?
—Parecía un borracho, caminaba de lado a lado y vomité por todas partes. –Billie se aguantó las ganas de reírse.— No sé cómo fue que terminé en casa de mi hermano.—dijo mientras se llevaba un pedazo de hotcake a la boca. Está demás decir que August no le iba a contar la verdad.
—¿De tu hermano?—esas juntas con no le agradaban para nada.
—Sí, digamos que él estaba saliendo y me vio... Él me cuido Billie.—la forma en que August hablaba de su hermano hacía que él mismo se sorprendiera.
—Vaya, quién diría que tu Chris cambió.
—Cambió Billie, cambió.—Okey, en parte eso no era cierto pero había algo que a August lo calmaba: Ya Chris no mataba personas… por ahora.
El pelirrojo suspiró y siguió comiendo mientras Billie solo se quedó en silencio y luego decidió irse.
—Iré a buscar unas drogas, ¿Vienes?
—No, tengo que pensar en unas cosas. –De repente, se acordó del plan de Chris.— Oye, necesito que averigües algo.—le dijo el nombre de la droga que necesitaba.
—¡¿Qué tú quieres qué?!
—Es importante Billie, la necesito.
—¿Por qué?
—Ryan.
—Oh… —sonrió.— entonces eso cambia todo… —pensó por unos segundos.— Haré lo posible para conseguirla.—ambos sonrieron y el pelinegro se fue.
August terminó de comer y luego fue a su cuarto. Se tumbó en la cama mirando al techo mientras que su mente abarcaba algunos recuerdos.
Solo había pasado un día… un día desde que había vuelto a su vida. Y ahora tenía un plan para acabar con la relación Ryan-Rose.
—Chris…
August se paró y prefirió ir a caminar a que pensar en su hermano.
Afuera, el cielo era de color azul y el sol estaba un poco fuerte: El ambiente perfecto para hacer todo menos caminar, según August. Buscó las llaves de su moto y se fue.
El pelirrojo llegó a un centro comercial y aprovechó a entrar al cine sin antes encontrarse con una sorpresa.
—¿August?—esa voz… no había evolucionado mucho pero seguía siendo él. El mencionado se volteó.
—¿Frank? –se sorprendió: El enano de Nolan había vuelto. El chico lo abrazó y August volvió a la Tierra.
— Vaya, cuánto tiempo. –Se separó de él y el chico le sonrió.— Cuanto has cambiado.—Frank tenía su pelo hasta los hombros y se veía adorablemente lindo.
—¿Y qué hay de ti, Way? ¡Eres pelirrojo!—ambos rieron.
—Bueno, los cambios son buenos. –Sonrió.— ¿Cuándo volviste?
—Hace 4 años.—August recordó que iba a empezar la película pero no quería irse.
—Hey, me tengo que ir.
—¿Qué película vas a ver?
—Resident Evil 5.
—Entonces, vamos: Yo también la veré.—el pelirrojo asintió y ambos entraron a la sala.
Después de media hora, August notó que había alguien que le parecía familiar en uno de los asientos de abajo al lado izquierdo. Le clavó la mirada hasta que, de repente, esa persona se volteó rápidamente y luego miró la pantalla.
—Ryan…—murmuró. Frank se volteó pero no dijo nada, luego volvió la mirada al frente. “Entonces la chica que está a su lado es Rose”, pensó.
Al terminar la película, August fue el primero que salió de ahí junto con Frank.
—Oye, Gust…—en ese momento sonó un celular.
—Un segundo, Frank.—el pelirrojo sacó su celular y contestó.
—Llevo media hora esperando, ¿En dónde estás?—bien, a August se le había olvidado que iba ir a ver a Jesse. El chico se alejó un poco del enano.
—Me encontré con Frankie.—La chica se quedó en silencio y August ya suponía lo que ella diría.
—¿Frank…Nolan? ¿El mismo chico que se había ido a Rusia con su familia cuando ambos tenían 7 años?—suspiró.
—Sí.
—Vaya, que sorpresa.
—Lo sé, luego te cuento. –se volteó y vio al pelinegro mirando sus zapatillas. Le sonrió.— Frank me espera.—sonrió para sí mismo.
—Luego seguimos hablando, suerte.—colgó y el chico se dirigió de nuevo hacia donde Nolan se encontraba.
—Era una amiga, —comenzaron a caminar.— ¿Qué quieres hacer ahora?
—No sé, —respondió.— ¿Caminamos?—el pelirrojo asintió y se fueron de ahí.
—¿Sabes? Mejor vamos a mi casa y de ahí caminamos: No dejaré mi moto aquí.—el chico asintió.
Cuando se dirigieron al estacionamiento, Frank estaba realmente sorprendido.
—¿Esa es tu moto? –August asintió orgulloso de su Ducati.— Es una belleza.
—Lo sé.—le entregó un casco y el pelirrojo se colocó el suyo.
—Gracias.—sonrió. Ambos se montaron en la moto y se fueron.
En el recorrido, iba en silencio. August le quería preguntar muchas cosas pero las palabras no salían de su boca. “Aún no puedo creer que estés aquí enano”, pensó. August se sentía cómodo con su presencia, se sentía… ¿Feliz?
Cuando el chico lo llamó “Gust”, sonó como si Frank sí estuvo ahí con él, como si jamás se hubiera ido.
August se sentía extraño por dentro, tenía varias emociones mezcladas. ¿Extrañaba a Frank? Sí. ¿Aún lo quería? Sí. ¿Lo amaba? ¿Sentía lo mismo por él cuando tenía 7? “No sé… aún lo quiero pero…”, pensó hasta que vio que habían llegado.
—Ten.—Frank le entregó el casco y se bajó. August guardó la moto mientras Nolan esperaba afuera.
—¿No quieres beber o comer algo antes de ir a caminar?
—Nope.—esa voz de niño pequeño fue algo tierno para el pelirrojo, el cual había asentido. Comenzaron a caminar.
—¿Y tus padres?—se preguntaron a la misma vez y rieron. Frank metió las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—Bueno, mi mamá murió hace 7 años por una enfermedad cuyo nombre no me acuerdo y papá se fue a París en cuanto regresé a América. ¿Y los tuyos?
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Editado: 07.06.2020