Enamorada por casualidad.

|Capítulo 24|

Ha pasado una semana sin mi chico, una semana llena de lágrimas, angustias, dolor y expectación, una semana en dónde los días festivos no han importado, una semana en dónde he querido regresar el tiempo y evitar que Carlos saliera pero no es posible y debo aceptarlo.

Llegó el horario de visitas, entré a la habitación y humedecí una esponja mientras cantaba una canción con lágrimas en los ojos.

Do you hear me? I'm Talking to you,across the water across the deep blue ocean,under the open sky, oh my, baby I'm trying, sé que quiero cuando te vas supe desde tiempo atrás y es que mi corazón no sabe querer hasta volverte a ver. —Exprimí la esponja, iba a colocarla sobre la pálida y hermosa piel de mi chico cuando pasó algo majestuoso.

—Ya no es necesario que me duches, amor. —Susurró y tomó levemente mi mano.

—¡Amor! —Comencé a saltar de alegría.

—Te he extrañado. —Murmuró.

—Yo mucho más, no te imaginas cuánto. —Besé repetidas veces su rostro.

—Acércate un poco a mí, bebita. —Besó mis labios y comenzó a quitar las miles de lágrimas de mis mejillas. —¿Sabes algo? —Negué. —Escuché todo lo que me decías, ¿de verdad me amas?

—Claro que sí. —Besé sus labios. —Enseguida vuelvo.

Salí corriendo con el doctor, le informé lo sucedido.

—Te seré sincero, el golpe que tuvo en la cabeza fue muy grave y el que esté vivo demuestra lo fuerte que es, aunque no podemos cantar victoria, aún está en peligro.

—Lo importante es que despertó. —Lágrimas salieron, esa vez eran de alegría y no de frustración o dolor.

El doctor Esparza analizó a Carlos detalladamente y me sonrió.

—Todo irá bien.

—Gracias por todo. —Lo abracé.

—Recuerda que ya estoy aquí, amor. —Se enceló y mis oídos danzaban al escuchar su ronca y perfecta de voz, realmente me hacía falta. —¿Qué me pasó, mi vida?

—Tuviste un accidente automovilístico y quedaste en coma durante una larga semana.

—No puedo creer que haya resistido una semana sin besarte debido a esta porquería. —Apuntó el respirador.

—Gracias a esa porquería sigues vivo.

—Fue gracias a ti.

—Claro que no.

—Recuéstate a mí lado, por favor. —Asentí.

—Te amo muchísimo y no sabes lo feliz que me haces. —Lo abracé.

—Deja de llorar, mi cielo, has derramado muchas lágrimas estos días jamás me iría de tu lado pequeña, no soy lo suficientemente valiente para estar sin ti. —Apretaba su mano.

—No sé qué hubiera hecho sí...

—No lo digas, bonita, estoy aquí y así será durante un largo tiempo.

El horario de visitas terminó y estaba ansiosa por decirle a Margarita todo lo que había pasado, ambos estábamos felices.

[...]

Carlos permaneció una semana más en el hospital en observación, pero por fin puedo tenerlo entre mis brazos y durante otra semana me quedé con él acompañándolo en lo que necesitó.

—Buenos días, cielo. —Entré con un pequeño pastel.

—Buenos días, amor, ¡felices 11 meses!

—Feliz día. —Lo besé.

—¿Sabes algo?

—¿Qué pasa?

—¡Eres taaaaan adictiva!

—¿Qué significa?

—Todo de ti me enamora, disfruto cada día que pasamos juntos, me alegra tu voz, tus besos, tu carita tan bella, tu cuerpo tan perfecto, me haces suspirar cada que no estás y te recuerdo, te amo por siempre.

—Me encantas.

—Y tú a mí me fascinas, me enloqueces y te deseo.

Quedé en silencio.

—Y esperaré lo que sea necesario. —Me besó suavemente.

—Lamento no poder darte lo que quieres. —Me ruboricé. —No tengo nada de eso, no puedo ofrecerte nada. —Suspiré.




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