—Él es el "ejemplar" Javier Mendoza Campos, el asesino de Carlos Blancarte Segovia.
—¿¡Fuiste tú?!
—¿Desconfías de mí, pequeña?
—Eras el último de quien desconfiaba. —Dije con rabia y al mismo con un dolor punzante en mi pecho.
—¿Tienen algún vínculo? —Preguntó el detective.
—Le presento a mi hija detective, Katherine Mendoza. —Sonrió triunfante y el detective estaba impresionadísimo. —Lo hice porque te amo, mi amor, porque él no debía robarme tu amor, no debía ser el hombre de la casa, no debió pedirte matrimonio, tú eras y sigues siendo una niña, ¡mi niña!, ¡no debiste pasar tanto tiempo con él, no debiste entregarle el corazón porque al hacerlo me lo rompiste a mí! —Golpeó la mesa.
—He vivido con un asesino. —No pude más y solté las lágrimas que había intentado guardar. —Le conté mis mayores miedos, mis metas, mis sueños, lo besé, me hizo sentir amada, y ¿sabes algo? Lo amé, lo amé con todo mi corazón, pero no sé si pueda seguir haciéndolo.
—Mi amor, no me digas eso, por favor.
—Le hablé de mi chico, de lo tanto que lo amaba y lo sigo haciendo y ese estúpido asesino se encargó de arrancarme mis esperanzas, sueños y metas con él, gracias por todo eso, papá. —Limpié mis lágrimas con rabia. —Solo necesito que me respondas una pregunta, ¡¿POR QUÉ?!
—Por celos, simplemente porque no asimilaba que mi niña tuviese a un chico como él en su vida.
—"Un chico como él”. ¿A qué te refieres?
—Un chico por el que se olvidaría fácilmente de su padre.
—Es increíble, ¡eres mi papá, te pondría delante de cualquier chico!
—¿Me pondrías? —Dijo con lágrimas en los ojos.
—¡Te puse frente a todos! Pero después de esto no quiero volver a verte, ¡ya entiendo todo! —Me recargué en la pared, fui bajando mi cuerpo lentamente mientras movía mi cabello por el nerviosismo. —Ahora sé porque Carlos le dijo a Margarita que no podía defenderse sabiendo el daño que me provocaría, ¡cavó su propia tumba por todo el amor que sentía por mí! Prefirió morirse antes de dañarte, sólo espero que entiendas al gran chico al que mataste "papá".
—Hija, debes saber que te amo y sólo lo hice por tu bien, tarde o temprano él te dañaría y no iba a soportar mirarte sufrir.
—Pero si soportaste mirarme sufrir por su muerte, ¿¡no es así!?
—Cariño, por favor, discúlpame.
—¿Qué habrías hecho si no fuera Carlos y fuera Sebastián?
—También me encargué de Sebastián.
—¿De qué estás hablando?
—Le pagué para que te engañara, aún recuerdo ese día, me dijo que era un demente y... —Lo interrumpí.
—¡Demonios, si lo eres!
—Hija él no te quería, nunca lo hizo.
—Lo sé, me quedó muy claro. Y tú tampoco me quieres, ¡tampoco me quisiste! —Simplemente no podía creerlo, pensé que me amaba, cuando me decía "haría todo por ti" jamás pensé que se atrevería a hacer eso, ¿cómo le diría a mamá qué su esposo es un criminal? supo disfrazarse muy bien, tan bien que si no hubieran pruebas no creería en esto así me lo dijera el mismísimo Jesús.
—Claro que no te quiero, te amo, mi niña.
—¡¿Y qué pasaría si terminaba mi relación con Carlos y empezaba una con alguien más, también lo matarías?! —Comenzó a reír.
—Mis intentos por matar a los demás chicos en tu vida se vieron fallidos gracias a ti, mi amor.
—¡Habla claro pap... Javier! —No se merecía esa palabra tan dulce y sincera.
—¿Con quién quieres que empiece?
—¡Con quién quieras! —El detective solo giraba su cabeza hacia la persona que tomara la palabra, todas y cada una estaban siendo grabadas por él.
—Empecemos con Esteban, el chico drogadicto. —Hizo un gesto de asco «el santo» y no podía creer que hablara así de mi propio padre pero tampoco podía ponerle un monumento a semejante monstruo. —¿Recuerdas mi primer empleo? —Fue mecánico, así pudo pagarse la universidad.
Editado: 19.10.2019