Me llevó a casa, me abrió la puerta del auto y me ayudó a bajar mi enorme mochila.
—Fue una noche agradable. —Sonreí. —Gracias por asistir, por la cena y por la canción, todo fue muy lindo.
—Esa era la intención, te amo. —Dejó besos por todo mi rostro.
—Buenas noches. —Besé su mejilla, estaba a punto de limpiar el labial que había quedado marcado en su piel y negó.
—¡No lo limpies!
—¿Por qué?
—Es un lindo recuerdo.
—Eres un bobo. —Le enseñé la lengua. —Buenas noches.
Entré a casa, me di una ducha, coloqué mi pijama y de dispuse a dormir.
[...]
Desperté, me di una ducha, desayuné oreos con leche, pasé la tarde mirando películas de drama y era momento de ir al panteón, hice la misma rutina y ésta no me cansaba, amaba ir a visitarlo.
Volví del panteón y Esteban se encontraba fuera de casa.
—Hola, bonita.
—Hola, ¿quieres entrar? —Negó.
—¿Quieres venir a casa?, es el cumpleaños de Rodrigo.
—Iré por Rodrigo, no por ti. —Dije con sarcasmo.
—Como digas. —Rio.
—¿Ya le compraste un regalo?
—Es mi hermano, no es necesario.
—Por eso mismo lo es. —Rodé los ojos.
—De acuerdo —se rindió —vamos, mi niña.
Llegamos a la plaza, entramos a una tienda y miré unos tenis muy lindos.
—Me gustan estos, ¿sabes su medida?
—11. —Miré las cajas y ese número estaba hasta abajo.
—Listo.
—Vamos a pagar.
Llegamos a la caja y me adelanté a dar el dinero, al salir Esteban me miraba molesto.
—¿Qué te pasa? —Cuestioné.
—Nada.
—Eres una niña. —Me burlé de su actitud de nena.
—Habló la adulta.
—Ash, no me refería a eso. —Reí. —Eres una niña por no decirme que te pasa.
—¿Por qué lo pagaste?
—Fui yo quien te dijo del regalo.
—Pero yo debí pagarlo.
—Y, ¿por qué?
—Porque soy el hombre de la relación. —Me quedé en silencio. —¿Qué pasa?
—Eres un machista. —Hizo un gesto de desagrado.
—Claro que no, cielo.
—"Soy el hombre de la relación", pues fíjate que no hay relación. —Dije molesta.
—No tiene nada de malo, soy hombre.
—El tono en el que lo dijiste fue machista, además, ¿qué tiene de malo que lo haya pagado? ¿Piensas que por ser mujer no tendré dinero o se me caerán las manos? —Comenzó a reírse. —¿¡Te divierto por el simple hecho de ser mujer?!
—Ayy, cielo, te miras tan dulce cuando te molestas y te sonrojas tanto. —Me miró a los ojos. —No fue por machista, bonita, me di a entender mal. —Apretó mi mejilla.
—Como sea. —Rodé los ojos.
Entramos al auto, manejó y llegamos a su casa, estaba a punto de bajar del auto cuando me detuvo.
—¿Por qué no me esperas?
—Pensé que me abrías la puerta por caballeroso, pero quizás es porque piensas que no soy autosuficiente para abrírmela sola. —Rio.
—Bomboncito, ya cálmate. —Tomó mi mano y la besó. —Sé que puedes hacerlo, pero quiero ser yo quien lo haga. —Finalmente salí del auto y entramos a casa.
—Hola, linda. —Estreché mi mano con el papá de Esteban.
—Hola, señor. —Moría de vergüenza ante la imponente presencia del señor Leonardo.
—¡Katy! —Me abrazó Perla como saludo.
—Hola, Rodrigo, feliz cumpleaños. —Lo abracé y le otorgué su regalo.
Editado: 19.10.2019