Ted levantó la vista cuando sintió un movimiento viniendo de su lado derecho
No necesitaba mirar a la persona que sin más se dejó caer igual de derrotada que él en la banqueta, para saber quién era. Así lo metieran en una habitación abarrotada de personas, podría dar con él en cuestión de segundos, su aroma lo volvía único a sus sentidos.
Que trágico que se hubiera dado cuenta tan tarde.
— Así que... —comentó desanimado— Esto sin dudas es peor de lo que tenía en mente —ladeo la cabeza para ver a James intentando que su voz saliera con así fuera algo de humor.
— Lupín, esto es increíble —comentó el colorado apoyando los codos en la encimera, dejando caer la cabeza sobre sus manos observando casi divertido la escena surrealista que se sucedía frente a ellos— Digo, ¿alguna vez pensaste que conocías tan bien a tu familia que nunca por mucho que lo intentaran iban a sorprenderte
— No la conocí, a decir verdad —comentó un poco divertido y un poco dolido
— Lupín... Orión aprobara ese chiste —dijo chasqueando la lengua molesto, pero recordándole al Jamie que siempre fue con él— Bien, decía... eso pensaba yo de ellos, pero se ve que lo único que necesitaba esta familia era enterarse de que tengo novio.
— ¿Y lo tienes James? —preguntó sintiendo como su corazón latía ridículamente despacio contra sus pobres costillas
— Teddy —dijo incorporándose de golpe para mirarlo concentrado— Ted —repitió más seguro estirando sus manos para agarrar las de él que seguían descansando en la encimera apretadas en dos fuertes puños— Yo tengo novio. Tú tienes novio y si no es así, pregúntate ¿que hacen diez personas peleando desde hace dos horas en el living de mi casa?
Dos horas antes
Sentía el sudor en las manos de James, veía la tensión en sus hombros, escuchaba la dureza con la que bajaba las escaleras, preocupado, pero sin dudas lo único que lograba lastimarlo era oler su tristeza. Cuando vio los ojos de su tía clavarse en su cuello supo que todo había terminado incluso antes de empezar.
Jamie se culpaba a sí mismo por aquel desliz, pero no era de esa forma para él. James tenía dieciséis años, la edad en la que uno no piensa en detalle cada cosa que hace, pero él con sus veintidós años ya tendría que estar mucho más despierto. Ni bien sus dientes se clavaron en su cuello supo que iba a dejarle una marca, tendría que haberlo parado, recordarle que estaban en aquella demoledora situación porque lamer la marca generaba un efecto afrodisíaco de unión, y era necesario que las borrara. Pero cuando su dulce boca se cerró sobre él se olvidó de la madurez, de las responsabilidades e incluso de su nombre. Solo quería que James siguiera besando, mordiendo, marcándolo como algo suyo también.
Cuando llegaron al living miraron en ambas direcciones y su tía no estaba por ningún lado. Caminaron casi con temor para la cocina pero estaba vacía. Miró preocupado a James que solo negó con la cabeza entrecerrando los ojos ladeando la cabeza para escuchar. Un fuerte insultó llegó desde el despacho de su tía y con un miedo atroz se encaminó jalando del brazo de James.
— Teddy —dijo antes de avanzar.
— Jamie, mientras antes la veamos antes va a terminar —le explico al ver la preocupación deformando su rostro.
— No si, eso ya lo se —sonrió de lado como el buen travieso que era— Solo... mira, no se que van a decir y seguro que ellos... ellos intenten desacreditar esto. Y bueno... yo... se que soy mucho más chico que tu y eso, pero... Ted... —cerró la boca y se acercó hasta quedar a un palmo de él, invadiendolo todo con su dulce olor— Yo te amo —dijo clavando sus ojos en él con tanta intensidad que por unos segundos se le olvidó donde se encontraba— Te amo desde hace tanto... —murmuró mordiendo ligeramente su labio mandando con tan simple gesto una descarga de deseo a todo su sistema— No dejes que te convenzan que soy muy chico para saber lo que quiero, yo sé que te amo. No sé cómo sacarlo adelante, o si vamos a poder hacerlo bien —reconoció con madurez— pero sí sé que te amo. ¿Bien? —preguntó con temor.
Ted solo pudo hacer lo único que le vino a la mente, besarlo. Acercó sus bocas y deposito un suave beso en sus labios. Todo su cuerpo gritaba por hacer un contacto más fuerte, más duradero. Se sentía asustado y posesivo, pero controlándose tomó otra vez distancia y sonrió soltando unas palabras que pese a haber dicho cientos de veces, en ese momento le sabían únicas y especiales.
— Yo también te amo Jamie —dijo con un suspiro juntando sus frentes— Y lo peor es que me duele saber que tardé tantos años en entenderlo.
— No te preocupes —dijo con una sonrisa ladina de esas que tanto llevaba extrañando— Salgamos de esto, sé de una o dos formas en las que puedes recuperar el tiempo perdido y... —miró detrás de él hacia la puerta del despacho cerrada a unos metros de ellos— Resarcirse por tantos años de espera —guiñandole un ojo le dio un beso rápido y lo arrastró hasta la puerta del despacho de su tía.
«Estas perdido Lupín, estás más que perdido por este chico» Se dijo con una sonrisa idiota plantada en medio de su cara.
James tocó suavemente la puerta haciendo una mueca de burla en su dirección, la cual murió cuando la enojada voz de Ginny les ordenó pasar. Abrió la puerta menos confiado que antes y él le apretó ligeramente su mano intentando transmitirle una confianza que no sentía.
Su tía los miraba echando chispas por los ojos y por mucho que sintió la tentación de soltar de la pequeña mano, no pudo pues esta lo había aferrado con una fuerza que lo sorprendió
— Siéntense —dijo mirándolos ofuscada.
Lo hicieron sin mucha dilatación, tuvo que tirar un poco de la mano de su nuevo y recientemente estrenado novio, pues el chico parecía más querer pelear que obedecer, pero ese no era momento (mucho menos motivo) por el cual combatir. Jaime se sentó y pese a lo que él hubiera creído era buen criterio, aferró firmemente su mano sin soltarlo. El sillón que pocas horas antes le había parecido cómodo ahora se le hacía más duro que el mismo concreto.
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Editado: 16.12.2020