Estaba agotadísimo, no veía las horas que se terminara la campaña a la que estaba abocado. Trabajar bajo las órdenes de otras personas era francamente horrible, necesitaba aire, necesitaba salir del caos de la rutina, de los lineamientos impuestos, de seguir los preceptos fijados.
Su creatividad bullía en su interior como el magma de un volcán a un paso de hacer erupción. Necesitaba dejarla salir o le iba a explotar por dentro hasta convertirlo en un desastre interno. Afortunadamente ya venía haciendo planes para su próximo receso, solo tenía que aguantar dos semanas más y podría ser un hombre libre otra vez.
Farlan soñaba con ser su propio jefe, con tener un renombre propio, con poder poner el sello de su talento a sus creaciones. Sabía que su instinto lo guiaría por el camino correcto que justo estaba apuntando hacia Japón, parecía como si existiera una energía invisible que lo empujada hacia el oriente con una fuerza que era irresistible. Más ahora que había vuelto a reactivar su relación con Mikasa.
Era un sentimiento extraño, pero a la vez agradable, una dualidad entre la adrenalina de sumergirse en una cultura diferente y a la vez reencontrarse con viejos afectos de la infancia, de cualquier manera que lo explorara, tenía muchísimas ganas de concretar aquel viaje. Como si el universo hubiera leído sus pensamientos, notó que la pantalla de su móvil comenzaba a titilar una llamada entrante, de nada más y nada menos que Mikasa. Una sonrisa aterrizó sobre su rostro de manera espontánea antes de contestarle.
Hacía poco habían pasado de los mensajes a las llamadas por whatsapp. No se podían comparar los cientos de mensajes con los matices de una verdadera voz humana.
—¿Mochi Mochi?
Sintió la delicada y natural risa de su amiga al otro lado de la línea y se sintió un tanto avergonzado.
—Disculpa, Mika, aún no me amigo del todo con el japonés, vas a tener que darme una mano con esto.
—Es mucho más simple de lo que parece, ahora escribirlo y leerlo es otra cosa diferente.
—Siempre fuiste la inteligente del grupo, la más rápida, la más fuerte…
—Me alegra que me recuerdes tan positivamente.
—Y oye, ¿a qué debo el honor de tu llamado?
—¿Estás ocupado?
—No, ya sabes que a esta hora suelo venir a mi cueva a arrebujarme y ver si puedo descansar un poco antes de iniciar otro ajetreado día.
—Ya veo, lamento interrumpir tu descanso.
—No, no, para nada, la verdad me hace bien conversar con mis amigos, en serio.
—Igual seré breve, te estaba llamando para pedirte consejo. Hace mucho que no hablo con Levi y ya sabes que nunca he sido muy cercana a su prometida, así que me he visto en figurillas para elegir un regalo apropiado para el casamiento. Sé que falta bastante, pero no soy de las que salen a última hora, quisiera pensarlo adecuadamente y en vista de que eres su mejor amigo y has tenido contacto estrecho con ellos en el último tiempo, se me ocurre que lo mejor sería consultarte a ti.
—A buen puerto viniste por leña, bonita. La verdad es que soy un desastre para los regalos y no lo digo por hacer aspaviento, es que es la purita verdad. Te cuento una anécdota, el año pasado me olvidé del cumpleaños de Levi, y eso que es en Navidad, pero como sea para compensarlo le compré un par de runners rojas, pues resulta siendo que odia el color rojo, así que imagínate su cara. Afortunadamente pudo ir a cambiarlas, pero es que siempre he sido tan despistado para los detalles.
—Oh, qué pena, Farlan, realmente pensé que podía contar contigo.
—Lamento decepcionarte, Mika. Pero si necesitas alguna información como por ejemplo, talle de calzado, o de ropa, o… ¡cierto! Acabo de recordar que Levi estaba renegando el otro día porque Han había quemado la licuadora por sobrecargarla. Aunque ahora que lo pienso hasta el casamiento es probable que compren otra.
—No te preocupes, Far, no te hagas un quebradero de cabeza, creo que mejor hago una lista de cosas y luego iré descartando.
—Ahora el afligido soy yo, que debo pensar como le cumpliré a mi amigo.
—No, no, tú debes descansar, por lo que mejor te dejo, otro día conversamos.
—Espera, espera. En realidad tu llamado me viene justo, porque quería comentarte algo en lo que he venido pensando por mucho tiempo. Como ya sabes tenemos vidas muy complejas, llenas de compromisos, y como en dos semanas en la agencia vamos a terminar un proyecto para una empresa conocida, se me ocurrió que puedo pedir una licencia finalmente.
—¿Cómo así? ¿Una licencia laboral?
—Sí, tengo una buena cantidad de ahorros y unas ganas terribles, que me consumen y me devoran constantemente, por lanzarme a realizar un proyecto personal. No más rutinas, no más horas plagadas de sacrificio, siento que tengo mucho para dar, para explorar, para ofrecer al mundo. Y bueno, entre un par de temas que tenía apuntalados en mi agenda, hay uno que ha cobrado relevancia y que me tiene con los pensamientos en la estratósfera la mayor parte del tiempo.
—Siempre tan enérgico, es tan agradable escucharte entusiasmado en algo tan importante, ¿se puede saber de qué se trata?
—Justamente, te involucra a ti.
—¿A mí?
—Pues sí, verás, yo quisiera hacer un documental sobre la vida de las geishas, quiero un enfoque genuino, un ángulo más humano, sentimental. Hay demasiados mitos, mentiras, cosas de leyendas que rondan alrededor de esto, quisiera desmitificarlo y a la vez elevar la figura de la mujer geisha a un nivel superior, no a un arte puramente erótico o comercial. ¡Ah! Es que es difícil explicarlo telefónicamente.
—Ya veo, suena interesante, sin embargo acceder a determinada información no es tan sencillo como crees, incluso si quisiera ayudarte debo tener el permiso de mi superior aquí, además de hacer una presentación formal de tu parte, e incluso si todo eso pudiera lograrse, van a supervisar y auditar tu trabajo de una manera minuciosa, aquí son muy recelosos con la información.
—Lo entiendo, pero creo que si logro transmitirles mis verdaderas intenciones, estoy casi seguro que querrían ayudarme.
—Mmm, ¿pero de cuánto tiempo dispones para realizar un trabajo así?
—Bueno, yo no me tomo nada a la ligera, la verdad es que estoy dispuesto a dedicar todo el tiempo que sea necesario, incluso si son varios meses. Quiero viajar a Japón, de hecho lo necesito.
Mikasa apretó sus labios al sentir como su corazón brincaba ante la voz decidida y segura de su amigo.
—Entiendo, Far. Pero la verdad me gustaría saber detalles más específicos de lo que piensas hacer, ¿sería cómo un compilado de entrevistas?
—De todo un poco, algunas partes irán relatando las tomas con una voz en off, explicando detalles, vestimentas, tal vez opiniones de la gente local, también entrevistas, o si lo prefieren podemos pre acordar una serie de preguntas y luego editar las respuestas para que quede en un formato tipo relato.
—Creo que lo mejor sería que hicieras una presentación digital de los que deseas hacer, los recursos con los que cuentas, cuánta gente estaría involucrada en la producción, si te representa algún medio, mmm… Una hoja de vida sería importante, tal vez algún portfolio de tus últimos trabajos, no olvides indicar dónde quieres presentar ese documental.
—Prometo hacer una presentación lo más detallada posible.
—Si quieres puedo revisar tu presentación y sugerir los cambios que crea convenientes. Ten en cuenta que esto no es Inglaterra, Farlan. Las personas son reservadas, mesuradas, hay un enorme respeto por el otro, todo se consulta, todo se pregunta, el ritmo de las cosas y la disciplina, aquí son factores indispensables. Por lo que es probable que tengas que mentalizarte que tal vez rechacen tu propuesta… varias veces.
—Lo entiendo, ¿pero vas a ayudarme, Mika? Oye, no te sientas obligada, ¿de acuerdo? No quiero que pienses que volví a hablar contigo por esto. Si es algo que te incomoda o te pone en una posición difícil, solo dime y freno todo. A mí me da gusto volver a conversar contigo, de verdad, con eso es más que suficiente.
Mikasa sonrió con suavidad ante las explicaciones del hombre, ¡vaya que había madurado mucho! Incluso las últimas veces que lo había visto antes de partir a Japón, Farlan siempre le había parecido un muchachito torpe, con falta de tacto, impulsivo. Muy diferente de la persona con la que estaba hablando, lo había notado en las conversaciones por mensajes y fue justamente eso lo que le dio la confianza para aceptar hablar a través de llamadas.
—Quédate tranquilo, que te diré si me siento incómoda o algo, por lo pronto puedo ayudarte al menos a elaborar la presentación del proyecto, en realidad prefiero aconsejarte, como una asesoría de acuerdo a mi experiencia. No quiero ser demasiado invasiva, solo facilitarte un poco el camino para que ellos lo puedan tener en consideración al menos, espero ser de ayuda.
—¿Pero qué dices? Al contrario, Mika, tu aporte es invaluable para mí, yo no sabría ni siquiera por dónde empezar. Aunque vengo investigando hace ya un tiempo, todo lo que sé es lo que se puede encontrar en internet, que aunque es bastante, no se compara con el mundo real, que tú me puedas brindar un visto bueno, es importantísimo. De hecho, yo… no sabría cómo agradecértelo, por lo que estuve pensando que me gustaría que arregláramos un honorario por esto.
Por primera vez Mikasa frunció su seño.
—¿Honorario? Farlan, me ofendes.
—¿Qué? ¿Por qué?
—¿Cómo podría cobrar por ayudar a un amigo? ¡No, eso es impensable!
—Ay, caray, Mikasa, no te alteres, de verdad yo, lo siento, soy precipitado a veces. Es que no me parece justo que tengas que apartar tiempo de tu descanso para ayudarme en esto, además cuando redacte el proyecto será bastante extenso y no sería propio que me aprovechara así. Te juro que hablo desde mi lado más profesional, te aprecio mucho, Mika, pero la amistad es la amistad y el trabajo, el trabajo.
La joven suspiró entendiendo el punto de Farlan, pero no dejaba de parecerle inapropiado.
—Mira, no quiero ningún dinero por ayudarte, por esto mismo tampoco puedo garantizarte que vayan a aprobarlo, me sentiré muy presionada si debo recibir un pago, ¿entiendes?
—Y yo me sentiré un aprovechado si no puedo compensarlo de alguna manera.
—Uf, parece que estamos en un problema —dijo risueña la chica y Farlan se contagió de su buen humor—. Ya veremos de qué manera me lo puedes compensar, tal vez cuando vengas a Japón me puedas llevar a comprar algunas telas para unos kimonos, nada excesivamente costoso, lo prometo.
—Siento como si me hubiera ganado un premio o algo así, de verdad —le respondió con honesta gratitud.
—¿Qué puedo decirte? Para mí es bastante divertido todo este asunto, es algo nuevo, fresco, en realidad me entusiasma bastante, así que no sientas como que te estás aprovechando. Realmente espero que puedas lograr hacer un documental que valga la pena, es una lástima que la mayoría de los que existen sean tan superficiales, y como lo mencionaste antes, comerciales o con demasiada carga sexual. Realmente quisiera leer lo que tú esperas de esto.
—Seré lo más sincero posible, apenas finalice el proyecto que tengo en la agencia me pondré de cabeza con esto. Y oye, también voy a investigar que tanto están necesitando Levi y Hange, de esa manera podemos ayudarnos mutuamente en la elección de los regalos.
—Ahora que lo pienso, ¿tendrás el tiempo suficiente para llevar adelante el proyecto y terminarlo a tiempo para poder asistir a la boda?
—No lo sé, pero en caso de que no esté terminado le pondré una pausa, ¡no dejaría de ir a la boda de mi mejor amigo así fuera el fin del mundo!
—Me alegra saber que ambos valoramos la amistad como para ponerla en la cima de nuestra lista de prioridades.
—Además no creo que sea adecuado que la boda se lleve a cabo sin el padrino.
—¡Oh! No lo sabía, ¿así que eres el elegido? ¡Qué bueno!
—Y te cuento algo más, no sé cómo, lograron comprometer a Isabel —le contó mientras se dejaba llevar por una sonora risotada—, a que, a que llevara los pétalos de rosas.
—¡Ay, no! —dijo Mikasa pero se contagió de su amigo y lo acompañó en las risas.
Casi que podía ver la cara de molestia de Isabel porque la seguían tratando como a una niña pequeña, sería todo un espectáculo.
—Ah, esta conversación ha removido tantos recuerdos en mí. De niños éramos tan unidos…
—Bueno, es que yo creo —dijo sentándose en la cama y relajándose un poco, cuando conversaba con Mikasa se dejaba llevar, dejaba de mirar el reloj y de pensar en todas sus obligaciones, escuchar su voz era como ingresar en un pequeño oasis de calma—, que fuera de las posesiones, o la presencia de uno, la belleza alrededor, las cuentas bancarias, tarde o temprano todas esas cosas se arruinan, son inconsistentes, lo único que nos queda de la vida son los recuerdos, las risas, los momentos compartidos. La amistad es lo que más perdura. Mira nuestro caso, llevamos años sin hablarnos, pero un par de conversaciones y nuestros lazos se han renovado con tanto fervor… Oh, quiero decir, al menos yo lo siento de esa manera. ¿Me explayé demasiado en el tema? —continuó hablando luego de dejar escapar una risilla pícara—. Siento haberme adueñado de la conversación, a veces divago demasiado.
—Para nada, en realidad te estaba escuchando atentamente y debo admitir que estoy muy de acuerdo con tu discurso. Ya podremos hablar con mayor profundidad, pero aprovechando el momento te diré que cuando vine a Japón por primera vez, extrañé mucho a mis amigos, a mi familia. Mi situación económica era estable, sin embargo… me sentí sola. Así que comparto tu sentir, a fin de cuentas solo nos quedan aquellos momentos que compartimos con nuestros afectos, esos son los verdaderos tesoros de la vida.
—Ojalá podamos generar muchos de esos tesoros en el futuro —largó Farlan con espontaneidad y Mikasa sintió que su corazón se llenaba de calidez.
La conversación no se extendió mucho más, Mikasa era consciente que Farlan estaba cansado y que si bien era divertido hablar, él necesitaba reposo. Se quedó mirando el atardecer mientras estaba sentada en el borde del aljibe que tenían en el fondo del patio viejo. Algunas de sus compañeras decían que no les gustaba ese sector de la residencia, que se sentía una energía extraña, sin embargo ella encontraba calma y tranquilidad cuando necesitaba conversar o revisar sus redes sociales, cosa que hacía una vez al día.
Se preguntó cómo sería su encuentro en algún futuro, el cual parecía más cercano de lo que ella hubiera supuesto. Farlan era todo un hombre hecho y derecho, con seguridad causaría alboroto entre sus compañeras, que si bien sabían mantener guardados al exterior sus arrebatos sentimentales, cuando estaban en la privacidad de la mansión dejaban escapar todas aquellas expresiones de las que parecían carecer cuando se trataba de atender clientes.
A Mina le gustaban los hombres europeos, aunque no se lo hubiera contado, ella se había enterado que estuvo encontrándose un par de veces a escondidas con un gran comerciante de Alemania. Sería lo lógico esperar que le pidiera referencias o algún tipo de acercamiento a su amigo, pero eso no estaría bien, no para una geisha. El cuidado de la imagen era un trabajo casi obsesivo, ya que tristemente en el pasado muchas prostitutas habían mentido haciéndose pasar por geishas auténticas solo para conseguir la atención de clientes extranjeros o adinerados, lo que por mucho tiempo había mancillado el honor de las verdaderas. Por este motivo ellas debían resguardarse y actuar de la forma más neutral posible, pero a la vez lograr que los clientes se sintieran a gusto en su presencia.
Sin dudas poder equilibrar la imagen honorable con el deleite de los visitantes, era un arte que podía tomarles toda una vida perfeccionar. Mikasa sabía que tenía aún un largo camino por recorrer, pero estaba muy a gusto con todo lo que había conseguido hasta el momento.
Los haces rojizos de la tarde se le metieron dentro de las pupilas y disfrutó de las suaves caricias de los últimos rayos solares. El clima era tan agradable y caluroso, tan diferente de su helada, húmeda y vaporosa Inglaterra. Había ciertos momentos en que parecía tener cientos de hilos conectados por dentro del cuerpo, hilos invisibles que aún seguían unidos a sus afectos, a su amor por su país natal, por su familia, por sus amigos de la infancia, cuando los evocaba tiraban y pulsaban dolorosamente como si quisieran traerla de regreso, buscando regresarla a las tierras de sus orígenes. Pero entonces bastaba recordar esa grotesca sonrisa burlona, aquella que en el pasado, cegada por el amor y las mentiras, le había parecido la expresión más hermosa sobre este mundo. De solo recordarla sentía terror y nauseas, el mundo se volvía agrio, oscuro y su corazón se encogía hasta esconderse en las profundidades de su alma, tan lejos y distante que nunca más, ninguna estúpida flecha de cupido sería capaz de alcanzarlo de nuevo.
Inspiró y soltó el aire con angustia, sintiendo que el *obi se volvía más y más pequeño y le comprimía el cuerpo como un cinto de cuero. Claro que eso no sucedía en realidad, simplemente eran los resabios de haber recordado aquella espantosa experiencia que había lacerado sus sentimientos con la precisión mortal de un monstruoso bisturí de cirujano.
—Mikasa —se giró al escuchar que la invocaban y de inmediato se puso de pie, con firmeza, de un segundo se recompuso y recuperó su fuerza.
Kiyomi caminaba a pasos cortos y rápidos, observándola con esa arrulladora frialdad a la que ya se había acostumbrado tanto. Tal vez la mujer no fuera una persona cariñosa a un nivel físico, pero sin duda era una figura materna para todas las que acunaba en el seno de su mansión.
Cuando estuvieron a una distancia prudente, la directora se detuvo y Mikasa hizo una reverencia mostrando todo el respeto posible.
—¿En qué puedo servirle, madam?
—Estamos teniendo un enorme contratiempo —expresó en ese acompasado, anodino tono de voz que la caracterizaba tanto y sin embargo el mismo estaba teñido de una enorme ansiedad—. El equipo de fotografía que se había contratado, el que nos iba a acompañar al festival de Gion, para el importante evento donde las maikos se convertirán finalmente en geishas, nos ha fallado.
Mikasa abrió sus ojos a su máxima capacidad y sintió que su pulso se aceleraba, eso era realmente un enorme problema.
—¡Pero cómo! ¿Han cancelado sin explicaciones?
—No, en realidad el señor Kiyamoto ha caído gravemente enfermo, al parecer una especie de virus estomacal que lo tiene muy dolorido.
—¿Y no disponen de un plan de respaldo para poder ayudarnos?
—Me han recomendado dos lugares de confianza, pero en uno no dispondrán de personal para hacer el trabajo hasta por lo menos dentro de un mes, lo cual ya no nos serviría, y en el otro lugar nos quieren cobrar casi el triple de lo que habíamos acordado con Kiyamoto. Ah, en el peor de los casos me veré en la obligación de aceptar si no encuentro otro reemplazo adecuado. El problema es que debido al festival todas las casas de fotos están exigidas, es en extremo difícil conseguir disponibilidad.
—No entiendo como no pudieron avisar antes.
—Al parecer iba a ser algo pasajero, no contaban con que la salud del hombre desmejoraría tanto. El señor Kiyamoto es un gran aliado de nuestra casa, y también me importa mucho que pueda recuperarse.
—¿Acaso no cuentan con sus asistentes o el personal del negocio que pueda afrontar el proyecto.
—El hecho es que no tienen la experiencia suficiente para manejar todo esto, lo había pensado y ellos ofrecieron hacerlo sin la dirección de Kiyamoto, pero lo cierto es que es arriesgarnos a un trabajo mediocre, no dudo que saben lo que hacen pero si las cosas no salieran bien sería poner en riesgo la buena relación que hemos mantenido por años, aunque en caso de que no quede absolutamente ninguna posibilidad supongo que podríamos considerarlo. El problema es que el tiempo no nos acompaña, debería confirmarles antes de este mismo viernes, pues estoy segura que ellos también deben estar llenos de pedidos debido a todo este movimiento, no puedo mantenerlos en suspenso y cancelarles luego, si nos esperan demasiado ellos también perderían la oportunidad de trabajar con otros grupos. Mientras tanto tenemos que ver cómo resolver esta situación por nosotras mismas, hay tantas cosas de las que encargarse, no tenemos tiempo que perder, si tú tienes alguna idea que pueda sernos de utilidad…
Mikasa pensó un poco. En sus breves visitas al pueblo, aquellos días que tenía libres, nunca fue de relacionarse demasiado con la gente, dentro de Kyoto no tenía grandes contactos, más bien todos internacionales. De pronto sintió como si el destino estuviera atando dos cabos sueltos, observó con determinación a Kuyomi quien al notar el cambio en su expresión la miró con sumo interés.
—De hecho, conozco a alguien de mi mayor confianza que es un profesional en el arte de las fotos y la edición.
—¿De verdad? —dijo la mujer madura mostrando cierto alivio—. ¿Y tú crees que esta persona podría venir a visitarnos para una entrevista en estos días?
—Bueno, él está terminando un proyecto, aún tiene dos semanas muy ocupadas.
A Kiyomi se le oscureció la mirada.
—Oh. Entonces ya sería demasiado tarde.
—Sin embargo, nada perdemos con preguntarle, tal vez pueda cancelar sus obligaciones antes, solo hay un pequeño problema.
—¿Cuál es?
—En este momento se encuentra en París, aunque estoy segura que viajar no sería un impedimento.
—Ya veo, ¿es alguien de tu confianza?
—Sí, madam, es una migo de la infancia y un gran profesional.
—Entonces, en caso de que él estuviera dispuesto a ayudarnos, antes de pedirle que haga un viaje tan largo, ¿puedes solicitarle que nos dé una muestra de sus trabajos? Entiéndeme, no es que desconfíe de tu criterio, pero no quiero asumir riesgos ya que yo no conozco a esta persona.
—Es perfectamente entendible, madam, su nombre es Farlan Church y ha estado trabajando con una empresa de mucho renombre en Inglaterra y luego en Europa. Voy a comunicarme con él para que me pase archivos y los links de su página para que usted misma pueda evaluarlo, personalmente creo que su visión del arte y la composición gráfica son excepcionales.
—De acuerdo, ponte en contacto cuanto antes y apenas tengas novedades al respecto házmelas saber, querida.
—Así lo haré, madam —dijo poniéndose de pie y haciéndole una reverencia respetuosa al ver que la mujer se retiraba.
De inmediato le escribió a Farlan, probablemente ya estuviera durmiendo, pero no tenía tiempo que perder, trató de ser lo más precisa posible, tal vez esta fuera una oportunidad invaluable para ganar una buena reputación a los ojos de la directora.