❝Primera ley para conocer a una persona❞
Tengo que ganarme su confianza: Conocer su pasado. La razón por la cual tiene ese trabajo. Porque, vamos, todos tenemos secretos.
"La primera vez que lo vi, me atrajo su apariencia: Áspera y dura, aunque estaba seguro de que tenía su lado dulce que me hizo querer saber mucho más de él.
Tenía un aroma distinto. Un olor parecido al café, sobre todo porque yo acabe derramando mi café sobre él. Pero incluso antes de que esto ocurriera podía oler su fragancia a café que irradiaba de él.
Aunque sé que es mi trabajo conocerlo me daba miedo, tenía en cuenta de que en cualquier momento ese hombre me podría gustar"
Llegar a Nueva York a medio día, era la hora perfecta para empezar sus planes. Sería más fácil para Noah con la ayuda de sus dos amigos; que estarían vigilando a su presa cuando él no pudiera.
Después de que Noah consiguiera la mayor información sobre Peter, de inmediato compró tres boletos de avión hacia Nueva York que es donde actualmente vive Peter. Además de esa información, Melissa le contó sobre su trabajo y una que otras cosas sin importancia para Noah. Fuera de eso, todo era un misterio y un desafío.
Y Noah, amaba esas dos cosas juntas.
—¡Johann! ¡Luke! Ya apúrense que tenemos mucho que hacer hoy —gritó Noah mientras corría a tomar un taxi, y comprobar si era verdad lo que salía en las películas. Hoy veremos si al gritar taxi, paran más de cien, pensó.
Por otro lado, del aeropuerto Johann se apresuró tanto al correr que dejo caer una maleta sin darse cuenta y su otro compañero Luke, que venía atrás, no logró esquivarla causando que cayera soltando las tres maletas que traía.
Johann al escuchar el golpe cerró fuertemente los ojos preparándose a lo que se enfrentaría.
—¡Luke! ¿Otra vez? —preguntó viendo como su amigo tenía la cabeza enterrada en las maletas —, ¿Cómo es que puedes caerte? Si desde allá arriba puedes ver todo muy bien.
Luke apoyó una mano en la baldosa.
—Ayúdame a pararme o voy a meter mi maleta en...
—Chicos ¿Por qué...? —una tercera voz interrumpió. Noah apareció y observó a uno de sus amigos en el suelo y el otro riéndose —. De tantos amigos que tengo ¿Por qué me traje a los más tontos? ¡Dios mío! —lloriqueó —. Luke deja de jugar y levántate o el taxi nos vas a dejar.
—Si Lukey —dijo Johann —, no es tiempo para jugar tenemos mucho por hacer —con eso el castaño se fue detrás de Noah.
El otro chico aún en el piso murmuró:
—Ya vas a ver elfo del demonio...
—¡Luke! —gritaron Johann y Noah al unísono. Con pesadez Luke suspiro y a regañadientes se levantó del suelo, agarró las cuatro maletas —una que dejo tirada Johann— y camino apenas hacia el taxi.
Dentro del auto Noah estaba sumergido en sus pensamientos, mientras sus dos amigos se pellizcaban los brazos; a pesar de cruzar los veinte y tantos no dejaban de ser niños y eso era lo que Noah amaba de ellos.
El chico rubio de ojos azules miraba con gran atención las hermosas calles de Nueva York y los grandes anuncios y centros comerciales. Apoyo su cara en la palma de su mano, pensando en cómo empezaría su investigación y su trabajo.
Puede ser mañana, pero mañana es viernes. Los sábados él solía dormir hasta las tres de la tarde. Quizá el lunes, pero no; Noah quería comenzar su venganza hoy mismo. Aunque esta venganza era por una infidelidad le causaba curiosidad entrar a lo más profundo de este caso.
Minutos después el auto se estaciono frente al hotel que se hospedarían y amablemente un encargado vino a ayudarles con sus maletas y dejarlos en la habitación 513.
Y si Nueva York les sorprendió, la habitación lo hizo aún más. No es que él nunca haya estado en un hotel lujoso. Tanto él, como Johann y Luke han ido a ciudades preciosas con grandes hoteles y cuartos amplios. Pero ésta tenía algo diferente.
Era grande y acogedora. Y como estaban en pleno invierno, la habitación contaba con una estufa y colores como el rojo, blanco y azul. Se puede describir como algo normal, pero había algo que la hacía hogareña.
—Tengo hambre —se quejó Luke, saliendo del balcón —. Pidamos algo —sugirió.
—Vamos a comer afuera, y conocer un poco la ciudad —dijo Noah.
—Estoy cansado.
El rubio con su otro amigo intercambiaron miradas. Esto sería difícil.
Noah observaba con sus labios entreabiertos y su rostro ladeado una cafetería que se encontraba frente a él. Eran las tres de la tarde, un día frío y tal vez podría caer llovizna. Ahora, ¿Sí habían llegado a medio día por qué estaban a estas horas en la cafetería?