¿enamorados? Imposible

CAPÍTULO 12

Walter.

29 de junio 2024.

—Será la fiesta del año. Sin contar la boda, claro.

—Sí, mamá se lucirá en todo.

Asiento a lo que dicen mis hermanos. Cada último sábado del mes nos tomamos un tiempo para cenar todos juntos. Quitarnos un poco el estrés del mes y —como dice Verónica— contar los nuevos chismes familiares, y ahora el chisme mayor es mi compromiso. No imagino lo enorme que será cuando se enteren que no es real.

—¿En qué piensas, Walter? Siempre nos estás recriminando nuestra forma de sentarnos y ahora has estado muy callado.

—Estoy pensando.

—¿En...? —Verónica se lleva a la boca una galleta salada que viene con su ensalada. Le lancé una mirada severa. 

—No hables con la boca llena. —Bebí de mi copa de vino. No soy de los de beber mucho alcohol, pero siento más tensión en mis músculos con el pasar de los días, e ir con Abril no lo resolverá. Y ahora que volví a estar en el ojo de la prensa definitivamente ella no es una opción.

¿Y si Christina tiene razón? Puedo conseguir a cualquier otra chica sin la necesidad de hacer todo esto, solo debo hacer una llamada y tendría a cualquiera. Quizás no haya amor de por medio, pero la química sexual sería suficiente para mí

—¿Qué tienes, hermano mayor?

—Christina me regresó el anillo. —Los cubiertos cayeron de sus manos y sus expresiones eran de completa sorpresa y anonadación. Devolví la copa a la mesa—. Aunque mañana se mudará conmigo.

—¡¿Qué?! —exclaman al unísono, pero Verónica es la que logra decir algo más—. Entonces, ¿habrá boda?

No. Al menos no con ella, porque luego de jugar mis cartas y mover mis piezas, Alison tomará una decisión. Y si yo no soy esa persona, el acuerdo con Christina termina y buscaré a alguien más. A la mierda casarse por amor, nadie lo necesita.

—Claro. Nos dimos otra oportunidad —obvié la parte de que fue mi culpa que se marchara, pero eso no les importa saberlo—. Por eso vivirá conmigo. Convivir más nos ayudará, supongo.

—¿Y el anillo? —pregunta Amadeus. Lo saqué del bolsillo del saco y lo coloqué sobre la mesa. Mi hermano hace una mueca de desagrado—. Ahora entiendo porqué te lo regresó.

—Honestamente, yo no. Sí es un poco llamativo para su gusto, pero tiene su sencillez.

Ahora soy yo quien se sorprende con las palabras de Verónica. Toma el anillo entre sus dedos y lo examina con fijeza.

—Este no pudiste escogerlo tú. De hecho, apuesto el nuevo libro de Lydia Geller a qué ni siquiera te gusta. Tal vez lo escogió Oliver. O hasta la propia Christina.

Deja el anillo en su lugar luego de dar su veredicto. Me abstengo de sonreír y solo curvo una ceja.

—¿Cuánto cuesta el libro?

Amadeus y Verónica carcajean. Solo les sonreí mirando otra vez el anillo. ¿Cómo es posible que mi hermana haya deducido todo eso con solo verlo y pasar unas horas con Christina? Yo aún no la conozco tanto. Ni siquiera sé a lo que es alérgica. O su deseo más preciado. O sus miedos.

«Soy un egoísta».

Me reprendo por todas las cosas que le dije en el calor de la discusión. Yo no soy nadie para decirle que no perdía nada con este trato, y no tengo palabras para justificar mi mal comportamiento. Fui un idiota y no me queda más que aceptarlo.

—Serán un matrimonio interesante, hermanito. Estoy segura de que jamás te aburrirás con ella.

Le sigue Cirilo con una sonrisa de orgullo, levantando su copa de vino en mi dirección:

—Por la suerte de Walter al encontrar a una chica como Christina. —Verónica toma su copa de vino sin alcohol y yo la mía—. Lo que daría por encontrar a alguien como ella. No lo arruines, Carlton.

 

 

30 de junio 2024.

Christina.

Solté un bostezo y eso provocó que Alison también lo hiciera. Río y ella lo hace a mi lado, recargando su cabeza en la ventana del auto mientras enciende la radio.

—¿Segura que no quieres que conduzca? Ayer no dormiste nada.

—Tranquila, estoy bien.

Y es cierto, aún puedo durar mucho tiempo sin dormir y estar como si nada el día siguiente. Lo malo aquí es que no solo no dormí ayer. Tenía que terminar de empacar e ir a mi pueblo a contarle a mi mamá las buenas nuevas y para asegurarme de que su salud esté bien.

Hoy, por suerte, las chicas tenían libre el día para ayudarme a mudarme a la capital.

—No puedo creer que ahora las cuatro vivamos en la misma ciudad. Hace años que eso no pasaba.

Quito la vista de enfrente y le sonrío.

—Lo sé. Podremos hacer más cosas juntas.

—Eso sería fantabuloso.

Trágate esa, Walter. Es una palabra muy común de decir entre nosotras. Aunque claro, yo fui quien la metió en el vocabulario de mis amigas.

Pero su manera de decirlo... Me preocupó. La miré con más atención cuando me detuve en un semáforo en rojo.




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