A la mañana siguiente me desperté en la habitación, fui al baño con mucha dificultad por unos mareos que sentí, y cuando regresé entró la sirvienta con una charola en la mano, le pedí que la dejara en la mesa y esperé a que saliera, pero me dijo: – el señor Francisco me ha dado la orden de no dejarla sola.
Entonces me arrodillé a orar dándole las gracias a Dios porque no me dejó morir, pero también reclamándole por que seguía allí, por qué no me daba una salida; después de unos minutos me levanté y busqué ropa para ducharme, pero lo único que encontré adecuando para mí fue un par de pijamas de ceda en forma de vestido con tirantes y de un largor hasta la rodilla; después de ducharme traté de desayunar, pero al momento vomité, la sirvienta al ver que yo no paraba de vomitar llamó al médico y al señor Francisco.
Minutos después el médico entró, me revisó y dijo: que era muy normal ya que llevaba varios días sin comer, y ordenó que me dieran alimentos livianos. El señor Francisco no volvió a su trabajo sino que se quedó en casa, y cada dos horas iba a verme, no me decía nada, solo me observaba por unos segundos y luego se retiraba; después de algunas horas me sentí mejor, así que traté de levantarme pero la sirvienta me lo impidió.
- Solo quiero salir al jardín. Le dije
- No puede, aún esta delicada. Contestó ella.
La empujé y le grité que me dejara salir; ella me miró y se retiró, entonces vi en sus ojos que ya estaba a acostumbrada a que la maltrataran y la humillaran, me sentí mal y pensé que me estaba volviendo como ellos, así que me incorporé, la tomé de una mano y le pedí disculpas, en ese momento llegó el señor Francisco y al verme se burló.
- Por ser como eres, te sucede lo que te sucede. Dijo.
Intenté contestarle, pero él se volvió y salió, la sirvienta me miró con un rostro diferente y me sonrió.
- Tranquila, para mí ya es normal. Me dijo
- No es bueno acostumbrarse al mal que nos hacen los demás. Le respondí
Ella me ayudó a llegar a la cama y me cobijó, por primera vez en aquel país alguien mostraba amabilidad conmigo sin ningún interés; le describí mi historia y ella me relató la suya: se llamaba María, era mexicana, unos años atrás había cruzado la frontera a los Estados Unidos para mejorar su calidad de vida, pero en realidad le fue peor. Sus dos hijos mayores y su esposo los asesinaron creyendo que eran infiltrados de un narcotraficante, en ese entonces había una guerra; ella quedó sola con su hijo menor, indocumentada y sin poder trabajar, hasta que Selene, la mujer que me golpeó la vez que me iban a entrar en el carro, la llevó ante el señor Francisco y le dijo que no la mataría a ella y a su hijo si les daba información de lo que había pasado, ella le dijo lo único que sabía así que le dio trabajo como sirvienta a ella y a una sobrina, su hijo menor estaba por salir de la preparatoria y trabajaba con el señor Francisco como mensajero y jardinero. Su mirada se había tornado triste al recordar su familia, por lo que cambié de tema pidiéndole que me contara acerca de Selene, entonces me dijo lo único que sabía, y era que también era mexicana y que siempre había trabajado con el señor Francisco, era su sombra y su mano derecha, él confiaba en ella y ella en él. Habían sido amantes y ella estaba enamorada del señor aunque intentaba disimularlo, pero siempre se veía en los rincones muriéndose de celos cuando el señor se acostaba con las prostitutas, pero le consolaba saber que solo eran por un tiempo; y dijo algo que me hizo estar más nerviosa.
- Cuídate de ella, porque ella se siente amenazada.
- ¿Por qué? Le pregunté
- Desde que el señor la compró para quedarse definitivamente, ella está más ofuscada que nunca, todo el día está gritando o discutiendo con el señor.
Le pregunté que sabía acerca del señor Francisco, pero ella no quiso contar mucho por miedo, solo me relató lo esencial, me dijo: - es uno de los narcotraficantes más peligroso del país, en muchos países lo buscan pero siempre encuentra la forma de escabullirse, tiene comprado altos mandos de la justicia, policías, jueces, políticos, médicos, abogados, prácticamente todo el país, y no solo aquí sino también en otros países, y el que no le obedece termina muerto. No tiene familia, ni hijos, solo las mujeres que compra y luego devuelve, es muy solitario pero es un buen jefe, si no le fallan.
También le pregunté si él había tenido esposa o algún familiar que lo uniera de por vida, ella me respondió algo que me erizó la piel:
- la única persona que lo une es usted, el señor la compró y usted le pertenece a él.
Él se había aferrado a mí como algo que no dejaría escapar tan fácilmente. Me asombré, y por primera vez sentí que mi única esperanza de escapar se acababa, porque aunque yo escapara, él me perseguiría hasta encontrarme.
Esa noche María se quedó conmigo velando mi sueño, pero no puede descansar bien, cada vez que cerraba los ojos y trataba de dormir el rostro del señor Francisco aparecía en mi mente; después de unas horas me levanté a orar, la señora María se había quedado dormida, miré el reloj en su mano y eran las dos de la mañana, a las cuatro volví a dormirme, entonces comencé a soñar que corría por un pasillo bastante largo tratando de escapar del señor Francisco, y cuando alcanzó a cogerme desperté gritando, estaba muy agitada, la señora María se acercó y trató de calmarme.