Cuando amaneció, vi como los vendedores comenzaron a abrir sus puestos, me acerqué a uno de ellos para desayunar, después de unos minutos pregunté donde había un motel para descansar, solo me dijeron que había una posada muy económica, así que seguí las instrucciones; era un lugar muy pintoresco, había música, flores y gente muy amable, me dieron las llaves de una habitación, me dijeron que el baño se compartía y que la comida se pagaba con todo y el alquiler, era mucho más económico que en la ciudad y mucho más aseado. Me duché para sacarme el lodo de las piernas, y apenas toqué la cama me quedé dormida, esas horas de sueño fueron las últimas de mi libertad.
Después de varias horas me desperté, sentí que alguien me observaba, cuando miré en la profundidad de la habitación vi a Selene, me había encontrado; pegué un salto y traté de salir corriendo dejando todo, pero los policías que iban con ella me agarraron en la entrada , me esposaron y me metieron en una patrulla; no lo podía creer, estaba de nuevo en manos del señor Francisco.
Salimos del pueblo, y como a un kilómetro y medio la patrulla se detuvo, Selene se bajó, me tomó de un brazo y me sacó del carro; el señor Francisco se bajó de otro carro que se acercó, se puso frente a mí y medio una bofetada en el rostro, tan fuerte que caí al suelo, me lastimé un brazo porque caí sobre él, era la primera vez que me golpeaba físicamente, pero también fue la última.
- Tres días estuve buscándote, rastreando toda clase de llamadas que entraban a tú pueblo en Colombia. Me dijo con voz de enojo. Luego agregó. - ¿Sabes cuánto dinero tuve que pagar por cada información que me daban de ti? Tú cada vez me cuestas más. Yo no quería hacer esto pero te lo buscaste, voy hacer contigo lo que desde el principio de vi hacer, solo acostarme contigo y luego dejarte morir.
Yo seguía en el suelo en silencio, luego uno de los policías se acercó y me ayudó a levantar, me despojó de las esposas y me subieron al carro del señor Francisco, Selene se fue adelante, el señor Francisco y yo en el asiento de atrás; durante el trayecto solo miraba el cielo diciéndole a mi Cristo – “Señor te fallé, hasta aquí llegué”. En un momento observé al señor Francisco, sus ojos ya no eran los mismos, la oscuridad que había en ellos era más intensa y espesa. Estaba tan cansada que me volví a dormí aunque no quería hacerlo; cuando desperté estábamos llegando a la ciudad, ya estaba comenzado a decaer el día; cuando llegamos a la mansión bajé del carro, Selene me tomó de un brazo y me entró a la mansión, todos me estaban viendo; los perros comenzaron a ladrar, María, su sobrina y Cesar me miraron con tristeza.
Me encerraron en mi habitación y allí comencé a llorar; minutos después el señor Francisco entró a mi habitación, y se quitó su chaqueta.
- No quería hacer esto, pero tú no me dejaste otra opción, intenté ser bueno contigo pero tú, como todas las mujeres pagan mal, creí que eras diferente, ¡¡pero eres igual a Esmeralda!!!. Gritó.
Me sujetó de ambas manos y me arrojó al suelo, se quitó la camisa y me rasgó la ropa.
- Por favor no lo haga. Se lo decía mientras lloraba, - Por favor yo sé que usted es un buen hombre, no me haga esto.
Fue una fuerte lucha, sus manos sostenían las mías, mientras yo trataba de separarlo de mí, de levantarme, todo su peso estaba en mi vientre, no tenía forma de levantarme y escapar. Observaba a mi alrededor que podía ayudarme, pero no había nada, nada.
- ¿Sabes cuánto luché por no hacerte daño? Me dijo mientras intentaba quitarme la ropa con una mano
- Entonces no me lo haga. Le contesté.
En un momento me sorprendió lo que me dijo
- Tú eras mi segunda oportunidad.
- Uno no daña sus oportunidades ni las humilla como hizo usted conmigo; le dije entre fuertes sollozos.
Entonces se detuvo, sus ojos buscaron los míos y observé que él no quería hacerme daño, solo quería que yo estuviera cerca de él; se bajó de sobre mí y se acostó a mi lado.
- ¿Por qué huyes de mí? Me preguntó.
Entonces me levanté con rapidez alejándome de él.
- Le parece poco cada humillación que me ha hecho, tengo un agujero en el corazón que lo atraviesa de lado a lodo y que intento curar, pero cuando usted intenta tomarme a la fuerza o cada vez que me humilla, vuelve y lo abre. Y ya me canse, si va a matarme hágalo de una vez… ¿Qué mal le he hecho yo para que usted me trate así? Se lo dije llorando, pero no de dolor, sino de ira y frustración.
Él se levantó, tomó su chaqueta y se fue a su habitación, yo no paraba de llorar al ver que mis sueños de ser libre habían fracasado. Lloré toda la noche, el señor Francisco tampoco pudo dormir, lo sentí toda la noche tirando cosas y tomando, en varias ocasiones llamó a Selene para que le llevara una botella de wiski. Yo no entendía el dolor o la frustración que él sentía, pues de nuevo me tenía en sus manos.