A la mañana siguiente me levanté temprano y hablé con mi Dios sobre la tristeza profunda que sentía, luego cuando iba a bajar a desayunar no vi a nadie que custodiase mi puerta, solo estaba la puerta de la habitación del señor entre abierta, se escuchaba la voz de Selene y del señor Francisco discutiendo, me acerqué un poco a la puerta y escuché que Selene le decía:
- Usted y yo sabemos que no ha podido a costarse con ella porque ella es parecida a Esmeralda.
- ¡Ese nombre no se dice en esta casa! Gritó.
Me asombré al escucharlo, y pensé ¿en quién era esa mujer, y por qué el señor Francisco la odiaba tanto? Y ¿por qué en varias ocasiones me ha llamado con su nombre? Subí al último piso, a la tercera habitación, y cuando abrí la puerta ésta se cayó, al parecer cuando escapé alguien volcó todo, pero el retrato que decía Esmeralda estaba intacto; lo tomé, le retiré el polvo y lo observé, era algo parecida a mí, de piel blanca, cabello negro y ojos color miel, alta y delgada. En ese momento llegó el señor Francisco, pero yo seguí mirando el retrato; Selene me iba a sacar de allí cuando el señor le dijo que nos dejara a solas, entonces ella salió.
- ¿Esta es la mujer que se parece a mí? Le pregunté sin dejar de mirar el retrato.
- Sí. Me contestó él sin dejar de observarme.
- No es mucho el parecido. Dije
- Sí, lo sé, tu alma es mucho más sincera y pura, al igual que tus ojos. Eres muy diferente a ella, en como tratas a los demás, en lo educada y sensible.
- Seguro, por dentro debe ser más parecida a usted; dije mirándolo por un momento
- Así es, tiene el alma negra como la noche. Me contestó con reproché, pero con sinceridad.
Yo seguía con el retrato en mis manos.
- Vámonos de este lugar, no me gusta. Dijo
- No me iré hasta que usted me diga quién era esta mujer y que significaba en su vida, porque es obvio que usted me compró porque me parezco a ella y quiere que yo llene el vacío que le dejó, y que pague lo que ella le hizo. Contesté posando mi mirada en sus ojos.
- Vámonos, he dicho. Replicó.
No. Dije con valentía dejando el portaretrato en su lugar.
Él se quedó mirándome y después se acercó, creí que me iba a sacar a la fuerza, pero se sentó en el borde de la vieja y polvorienta cama, entonces me senté cerca de él.
- Yo también perdí a mis padres y a mis hermanos en una guerra que había entre dos bandos en México, se disputaban los clientes y su porquería de mercancía; en mi alma se sembró el odio, pero cuando conocí a Esmeralda sentí que podía refugiarme en ella; ambos vivíamos en el mismo pueblo, nos hicimos novios y la amé como no había amado a nadie. ¿Alguna vez te has llegado a enamorar? Me preguntó dirigiendo su mirada a mí.
- De un hombre no, pero sí de mi Cristo, y sé que si él se fuera de mi lado moriría. Le respondí.
- ¿Cómo es que aun con todo lo que te está sucediendo, sigues creyendo en Dios?
- Porque lo siento en mí, y lo que me está pasando no es su culpa, es mía, pero sé que las cosas van a cambiar.
- ¿Entonces lo que le sucedió a mi familia de quien es la culpa? Me preguntó.
- Hay personas que no son guiadas por Dios y por eso causan daño a los más inocentes; una muestra de eso es lo que me está sucediendo a mí, pero tengo FE de que las cosas van a cambiar a mi favor.
- ¿Así? ¿Y cómo?
- No lo sé, pero así como el mar se abrió en dos, así como los muros de una cuidad cayeron sin que nadie los tocase, así mismo será.
- Yo quiero ver eso. Dijo con ironía.
- Y lo vera. Pero por favor continúe con su historia; le dije con calma.
- Después de un año de novios le pedí que se casara conmigo, sus padres nos dieron el permiso, pero ella estaba dudosa, y yo no entendía por qué; viajé para acá a preparar nuestro futuro ya que viviríamos aquí para salirnos de en medio de esa guerra; esta casa era de mi padre, y yo heredé lo que ellos dejaron al ser hijo único vivo, comencé a organizar todo, sus padres vivirían en la ciudad y nosotros en esta mansión, muchas veces le mostré esta casa en fotos y ella me pidió que pusiéramos nuestra habitación aquí en el tercer piso, también me pidió que la organizara como ella quería, todo lo que vez aquí ya viejo, yo lo había comprado para ella. Se levantó, fue a la ventana y desde allá continuó: - Cuando volví a México ella se había ido con un narcotraficante de los Estados Unidos, mucho antes de pedirle que se casara conmigo ya ellos se veían, todo el pueblo lo sabía menos yo, solo me dejó una carta explicándome todo, volví aquedarme solo en el mundo.
- ¿Fue usted quien le pagó al esposo y a los hijos de María para que le dieran información acerca de ellos? Le pregunté.
- Así es, me llené de odio y rencor, no les bastó con arrebatarme a mi familia sino también a la mujer que amaba, fue entonces cuando me uní con algunos hombres que también querían acabar con esa mafia, así que aniquilamos a toda la red y me quedé con sus clientes y su dinero; yo no quise que le pasara lo que le sucedió a la familia de María, por eso cuando me enteré la busqué, la recogí a ella y a los que quedaban de su familia. Me refugié aquí en esta casa, y me convertí en un narcotraficante.