Estaba tan feliz que de inmediato salí y me senté en el jardín a leer mi nueva Biblia, y estuve subrayando los versos que más me gustaban; una hora después llegó Cesar y me pidió caminar por el jardín, dejé la Biblia en una mesa de la sala y fui con él, estuvimos conversando sobre una película que había en cines.
Estábamos cerca del muro por donde escapé cuando comenzó a llover, Cesar me tomó de una mano y corrimos para resguardarnos de la lluvia, pero cuando estábamos cerca de la puerta principal me resbalé en un pantano y caí, como Cesar iba de mi mano él también cayó sobre mí; sus manos rodeaban mi cuerpo, sus ojos miraron los míos, no pensé nada en ese momento, pero sentí que alguien nos observaba; Cesar miró mos labios, y me asusté un poco por lo que pudiera suceder.
- vámonos; le dije con rapidez.
Así que bajó la mirada, luego se levantó y después me ayudó a levantarme. Entramos por la puerta principal y de inmediato subí a mi habitación, me despojé de la ropa sucia y entré a ducharme, mientras me bañaba pensé en lo que podía suceder si el señor se enteraba, él era muy posesivo y celoso.
Cuando salí de la ducha allí estaba el señor Francisco esperándome, de pie frente a mí, yo estaba en bata de baño
- Por favor salga de mi habitación que quiero vestirme. Le dije con voz nerviosa.
En su rostro de notaba ira.
- ¿Qué sucede entre tú y Cesar? Me preguntó muy serio.
- Nada. Le respondí
- Sino pasa nada entonces ¿qué significa lo que sucedió en el jardín?
Era obvio que él nos vio, y comenzó a subir el tono de su voz.
- Me resbalé y él me ayudó a levantar. Respondí
- ¡ME CREEN ESTÚPIDO! Gritó
Me quedé paralizada, entonces me sujetó de un brazo.
- ¿Qué sientes por Cesar? Me preguntó con el ceño fruncido, y con una vena de la frente a punto de estallarle.
- Esto ya era el colmo; le dije, y con rapidez me solté de su agarre, y agregué - En mis sentimientos mando yo, no usted.
Pero se enfureció aún más, de nuevo me sujetó del brazo y me estrujó contra la pared, mi cabeza chocó contra ella.
- ¿Qué sentimientos tienes hacia él?
Mis ojos comenzaron a inundarse de agua salada; quería llorar, pero no me permití hacerlo delante de él.
- Cesar es menor que yo, y lo único que siento por él, es lo que sentiría por un hermano.
- Pero él no siente lo mismo, tú le gustas. Me dijo dejando de presionarme, pero sujetándome aun, y agregó - ¡No quiero que te acerques a él, y esa orden la cumplirás quieras o no!
Dijo, luego soltó, salió de mi habitación y entró en la suya; la cabeza comenzó a dolerme, me sentí mal y comencé a llorar, ya estaba cansada de esta vida donde me prohibían todo, estaba como a aislada de todo; solo podía hablar con él, pero cuando él quisiera. Esa noche oré por varias horas, ya no pedía una salida, sino que mi Dios hiciera su voluntad.
A la mañana siguiente me levanté temprano a orar y luego me organicé, el señor Francisco aún no se había ido a trabajar, así que pasé derecha hasta el jardín para dar de comer a los perros y no entré a desayunar; me senté bajo un arbusto de rosas blancas a leer un poco la Biblia, Cesar se me acercó y me preguntó cómo estaba, le respondí que bien; en ese momento el señor Francisco iba de salida y nos vio, ambos volvimos a ver, y la verdad es que no tuvo que decirnos nada, su mirada lo decía todo.
María vio la mirada que el señor tuvo hacia nosotros, y después de que el señor se fue ella nos mandó llamar.
- ¿Qué significa la mirada del señor Francisco? Nos preguntó.
Entonces le conté lo que sucedió, ella se puso muy nerviosa y se llevó a Cesar a su habitación, yo quedé con la otra muchacha en la cocina.
Al mediodía llegó el señor Francisco y María entró al despacho a hablar con él; yo estaba en el jardín cuando la sobrina de María llegó llorando a decirme que mandaban a Cesar a otra ciudad a estudiar; me levanté con rapidez y fui a la entrada, Cesar se estaba subiendo a un carro, María y el señor Francisco estaban despidiéndose de él.
- ¡CESAR! Grité, y todos se volvieron a mirarme, entonces Cesar se bajó y yo me acerqué a él.
- ¿Por qué te vas? Le pregunté.
- Dicen que es lo mejor para mí, el señor Francisco pagará mis estudios y dentro de un mes ya puedo entrar a la universidad mientras no me convierta en un zángano como dijo él.
- ¿Y te vas a ir sin despedirte de mí?
Entonces lo abracé allí, delante de todos.
- Te voy a extrañar, cuídate mucho y escríbeme por favor. Le dije.
Luego me dio un beso en la mejilla y subió al auto; todos entramos en la casa, pero cuando estaba en el pasillo de la puerta miré al señor Francisco con enfado, entonces él me sujetó de un brazo.
- No fue mi culpa que Cesar se marchara, esto lo decidió su madre. Me dijo.
- Sí, porque cree que usted le puede hacer algo si estaba cerca de mí. Le respondí y tiré de mi brazo y subí a mi habitación; Cesar era el único amigo que tenía allí, solo me quedaba María; todo pasó tan rápido, solo fue que pronunciara su amenaza para que la cumpliera al día siguiente.