En la mañana me desperté temprano, y fui al baño sin hacer ruido para no despertarlo, y cuando estaba por volver a meterme en la cama tuve la tentación de observarlo más de cerca, así que me senté a su lado a observarlo, en realidad era hermoso, muy hermoso, sus largas y negras pestañas adornaba su rostro, sus labios que parecían de miel me tentaban, y su cuerpo me fascinaba; en ese momento alguien tocó a la puerta, lo cual provocó que yo pegara un pequeño brinco por el susto y que él se despertara de inmediato, sus ojos chocolate intenso se posaron en mí.
- ¿Quién toca la puerta? Preguntó desviando su mirada hacia la puerta.
- Buenos días. Le dije con una sonrisa.
Entonces me miró y me sonrió, alguien seguía tocando la puerta con mucha insistencia, segundos después entró Selene con el teléfono en la mano.
- Pasó algo grave en la compañía. Le dijo Ella y le entregó el teléfono, entonces él se levantó y tomó la llamada en el pasillo, Selene me miró por unos segundos: - gracias; me dijo con una leve sonrisa, después de unos minutos el señor Francisco volvió a entrar
– Prepárate, nos vamos a la ciudad; le dijo a Selene, luego me sonrió y me dijo:
- Buenos días. Entonces le sonreí y salió de la habitación.
Al quedarme sola hablé con mi Dios, luego me duché, y mientras me organizaba pensé en todo lo que estaba sucediendo, tal vez esto era un giro de esta nueva vida, tal vez la tormenta ya estaba pasando y ya la calma se veía venir, tal vez no era tan malo, pensé, pero no fue así.
Las cosas no cambiaron como yo creía.
Después de organizarme bajé a desayunar, ambos nos sentamos a la mesa en silencio, era obvio que estaba algo apurado por salir, se podía percibir en la forma en que comía, pero ni la prisa que llevaba hizo opacar aquel fenómeno especial que había en sus ojos; ese brillo diferente que en sus ojos se notaba fue lo que me hizo confiar más, elevarme por encima del suelo sin ningún mecanismo de aterrizaje.
Después desayunar, él fue al despacho, y cuando salió, que se dirigía a la puerta principal me vio sentada en las escaleras
- Cuando vuelva hablaremos un poco; me dijo guiñándome un ojo, gesto que me hizo reír, y antes de salir me dio un beso en la frente; mi madre decía que cuando alguien te da un beso en aquel lugar es porque te quiere proteger y te respeta, actitud que me hizo verlo irresistible.
Ya había dejado de nevar, pero la nieve cubría el jardín como una manta blanca y delgada, por lo que antes de salir me abrigué y me senté sobre una de las bancas a leer mí Biblia; una hora después llegó el señor Francisco y yo no me di cuenta, solo sentía el viento helado chocar contra mi rostro y elevar un extremo de la bufanda que llevaba alrededor del cuello, unos minutos después un sol tibio comenzó a salir por entre las densas nubes oscuras que comenzaban a dispersarse, fue entonces cuando decidí quitarme el gorro de lana que llevaba puesto.
Media hora después se oyó un grito que se escuchó en toda la casa, un grito que me hizo saltar unos centímetros fuera de la silla en la que estaba; me asusté mucho, hice la Biblia a un lado y me incorporé, luego se escucharon un par de quejidos y otro grito, fue entonces cuando comprobé que provenían del sótano, así que comencé a caminar hacia allí, María salió a mi encuentro y me tomó de una mano.
- No vayas; me dijo, pero yo continúe caminando.
Habían varios guardias afuera de la entrada del sótano, entonces un disparo se escuchó, corrí hacia adentro del sótano, entonces vi a un hombre en el suelo con una bala en la mitad de la frente y a otro hombre, ya algo viejo que le apuntaba con el arma, aun no olvido esa imagen; el señor Francisco estaba allí, y en el momento en que su mirada se cruzó con la mía salí huyendo, él salió atrás de mí llamándome, corrí por el jardín con aquella imagen en mi mente, pero él me tomó por atrás y me abrazó.
- ¿Cómo pudo hacer eso? Le dije tratando de soltarme.
- Yo no lo hice. Me respondió mientras me sostenía con fuerza y desesperación.
- Pero lo aprobó, y no hizo nada.
- Él nos traicionó, iba a revelar parte importante de nosotros.
- Podía ser inocente.
- No lo era.
- ¿Que se creen ustedes? ¿Dios? ¿Cómo pueden elegir quien vive y quien muere?
No paraba de llorar, el señor Francisco me abrazó mucho más fuerte, pero ya no era lo mismo, entonces tomé fuerza y me solté de su agarre.
- ¿No pensó en que ese hombre puede tener hijos, esposa, madre?
- Ana…, mi pasado me hizo así.
- No, usted eligió ser así, pudo dejar ir el pasado y aferrarse a un futuro diferente, a un futuro sin sangre. Le dije volviéndome a él, quedando los dos de frente.
- Ana, este soy yo, y ya no puedes remediarlo.
- Entonces no quiero estar cerca de usted… no podría, sería ir en contra de mis principios.
Corrí a mi habitación a llorar, estaba como en el principio, sola, sola con mi Cristo, y aunque Él me basta yo anhelaba tener alguien de carne y hueso a mi lado; pensé que de todo este mal podía encontrar algo bueno, creí que podía encontrar un señor Francisco diferente, pero me equivoqué, volví a caer como caí con Camilo. ¡Pero que ilusa era! Me decía, como podía tan siquiera imaginar que un hombre como el señor Francisco iba a dejar todo lo que él era solo por estar conmigo; él era lo que era, y yo solo era una mujer que él compró.