De repente me desperté, el sol brillaba con intensidad, estaba sola en la habitación del señor Francisco, eran las nueve de la mañana; me incorporé y en ese momento la puerta se abrió, era el señor Francisco, me traía el desayuno a la cama, lo puso sobre mis piernas y ambos comimos en la cama; pasamos toda la mañana y la tarde en su habitación; hablamos por horas de nuestro futuro y nos decíamos todo con la mirada.
Cuando ya eran casi las cinco, María entró en la habitación
- Ya es hora. Dijo
Sus ojos miraron los míos entonces le di un beso en la mejilla y fui a mí habitación, Selene me ayudó a peinarme y a organizarme; a las siete de la noche entró María a mi habitación
- El señor te espera abajo. Me dijo.
- Cuando bajé a la sala allí estaba él con un smoking que lo hacía ver más apuesto de lo normal, sus ojos radiaban felicidad.
- Estás hermosa. Me dijo.
- Gracias, usted está muy apuesto.
Se sonrió, luego tomó mi mano derecha y puso un anillo en mi dedo anular, era un anillo con un hermoso diamante, sonreí con nerviosismo pues no me lo esperaba.
Cuando llegamos a la fiesta me presentó como su prometida a todos sus socios y amigos; nos sirvieron champan, y por un momento observé el lugar, realmente había muchas personas, estaban las esposas de los socios que apenas me vieron se acercaron, también estaba la prensa, había una música suave y era un lugar muy hermoso; después de unos minutos todos nos sentamos a la mesa a cenar, recuerdo que uno de los socios me invitó a bailar; en ese momento me asusté, había pasado muchos años desde que no bailaba una pieza, el señor Francisco me seguía con la mirada; después de unos minutos el socio me entregó al señor Francisco, él me tomó de la mano y su cuerpo se acercó al mío
- Estas temblando. Me dijo
- Bueno hace mucho no bailo y menos música romántica. Contesté.
Entonces me sostuvo con más fuerza, como si quisiera protegerme; todo a nuestro alrededor parecía funcionar a favor nuestro, me envolvía también en sus brazos; fue solo un instante pero fue hermoso, ambos no parábamos de sonreír.
Después de unos minutos me dejó sola, se iba a reunir con los socios para darles la noticia, las esposas se volvieron acercar, no comprendía lo que me decían pues solo pensaba en porque se estaban tardando allí; miré por una ventana a la calle y vi a Selene con los guardaespaldas; después de media hora salieron, el señor Francisco se paró en frente con el micrófono en la mano y comunicó la noticia de su retiro, para los medios de comunicación fue un escándalo.
Apenas salimos de allí fuimos directamente a la casa, ya estaba todo empacado, subí muy rápido a mi habitación y me cambié el vestido por uno más cómodo; María y Selene ya estaban en el auto, y cuando ya estábamos por entrar en el auto me entregó la visa, el pasaporte falso y los boletos de avión.
- ¿Para dónde? Le pregunté con miedo.
- Llegaran a Berlín. Contestó.
- ¿Alemania? Pregunté asombrada
- Sí, allí hay un amigo que los estará esperando, los llevara a su casa, es de confianza. No los puedo acompañar, porque levantaría sospechas.
Mi rostro reflejaba angustia y preocupación, pues la verdad es que no pensé en que estaríamos tan lejos el uno del otro.
- No te preocupes, estaré bien. Dijo sonriéndome.
- ¿Por qué se demoraron tanto allí adentro? Le pregunté, pero en ese momento bajó la mirada y no me respondió, solo me dijo: - Ya es hora; luego me dio un abrazo y besó mis labios.
- Te amo; me dijo. Le di otro abrazo y le dije al oído - Yo más.
Entré al auto, y por primera vez salí de aquella casa sin deseos de irme, y cuando la vi a lo lejos por el retrovisor, los ojos se me llenaron de lágrimas; cuando llegamos al aeropuerto Selene se adelantó con las maletas, de repente escuché unos disparos, María me tomó del brazo y se arrojó al suelo, yo no pude hacerlo, porque me tomaron por atrás y pusieron un pañuelo en la boca, y cuando respiré para gritar, respiré un olor que me ardió en la nariz y me cerró los ojos sin quererlo, lo último que vi fue a los guardaespaldas que nos acompañaban, heridos en el suelo.
Cuando desperté me sentí mareada y me dolía la cabeza, no sabía que sucedía ni cuanto tiempo había transcurrido; estaba amarrada a una silla de hierro, la habitación era oscura y húmeda, solo había una lámpara que colgaba del techo; después de unos minutos entraron dos hombres, y luego entró un tercero, ese último lo había visto en la fiesta, era uno de los socios, el mismo que se quedó en la clínica cuando enfermé en la isla; me tomó del cabello y me preguntó dónde estaba el señor Francisco, no respondí, solo grité esperando que alguien me ayudara.
- ¡Cállate!; me gritó dándome una bofetada en el rostro, mi nariz comenzó a sangrar, alguien sujetó la silla y la inclinó un poco hacia atrás, me pusieron una toalla en el rostro y comenzaron a derramar agua sobre ella, me estaba ahogando, no podía respirar, la sangre fluía por mi nariz y el agua entraba por mi boca ocasionando que todo mi sistema respiratorio entrara en alerta, era muy poco el tiempo en que podía respirar, estaba tan asustada que no sabía en qué pensar ni cómo reaccionar; en momentos así domina el instinto pues nuestra manera de razonar se bloquea. Me dejaron unos minutos para que pudiera recuperarme, luego se acercaron de nuevo