No sé cuánto tiempo pasó, pero desperté en un cuarto de una clínica; me dolía el pecho y me sentía como si me hubiese pasado una aplanadora por encima; comencé a observar, tenía muchos cables por todo el cuerpo y un tubo de oxígeno en la nariz, veía muy borroso; una enfermera se me acercó, los ojos me pesaban demasiado así que volví a cerrarlos; luego escuché que alguien me llamaba y cuando los volví a abrir ya estaba el médico que siempre me ha atendido.
- Ana, tranquilícese ¿Cómo se siente? Me preguntó mientras me observaba los ojos con una linterna.
Sentí que la garganta no me daba para hablar, pero siempre me salió la voz algo pesada
- Estoy muy cansada ¿Dónde está el señor Francisco?
- Descansa que dentro de poco le podréis ver. Dijo el médico
Solo pensaba “Dios mío que fue lo que me sucedió”, no lograba recordar. Volví a dormirme y cuando desperté ya estaba en otra habitación, entonces vi que el señor Francisco sostenía mi mano. Cuando vio que desperté me dio un beso en la frente
- Gracias a Dios estas bien. Dijo
Ya no tenía los cables ni el tubo de oxígeno en la nariz
- ¿Qué sucedió? Pregunté, pero no me respondió, solo me dijo:
- Descansa, aun estas muy débil.
- ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
-Tres días. Contestó
En ese momento llegó el médico a revisarme
- Ya está mejor. Dijo
- Tengo hambre.
Cuando dije eso el médico sonrío e hizo un comentario
- Esa es una buena señal, mandaré que le traigan algo de comer.
Intenté sentarme, pero me dolió el pecho
- ¿Qué fue lo que sucedió? Volví a preguntar
- Cuando estábamos en tu habitación, ¿recuerdas?
- Sí, recuerdo la discusión, el abrazo y... el sonido del disparo.
- Alguien nos estaba vigilando desde afuera, el disparo era para mí y tú lo recibiste. Todo esto es mi culpa, tú eres lo mejor de mi vida y casi te pierdo...
- Ya estoy bien, y ¿Quién fue?
- Fue un hombre con sed de venganza, cuando se enteró que había renunciado pensó que estaba desprotegido y disparó, gracias a Dios no tenía puntería porque te pudo haber... matado.
Cuando dijo las últimas palabras no soportó más y de sus ojos brotaron unas leves lágrimas, entonces tomé su mano
- Todo está bien. Le dije
- Yo no sé qué pasaría conmigo si te pierdo.
- No me perderá, por algo Dios permitió que entrara en su vida. ¿Qué sucedió con el hombre? Pregunté
- Los guardias lo mataron antes de que llagara a la carretera, la policía estuvo allí.
En ese momento llegó una enfermera con alimentos suaves porque a las dos horas ya tenía hambre. María fue a visitarme y me llevó algo de comer, una hora después llegó Cesar con un ramo de flores y chocolates
- Hay que consentir a la enferma, dijo.
La junta de socios me envió rosas con una tarjeta de “pronta recuperación” y era obvio que las odiosas de sus esposas también me visitaron, pero para averiguarse el chisme completo.
Estuve en el hospital tres días después de que desperté, luego me dejaron volver a casa, pero con la condición de guardar reposo. Con este incidente ya era obvio, adiós a la posibilidad de salir de la mansión.
Cuando llegué a la casa, María me hizo un pastel, Cesar y el señor Francisco me dieron regalos de bienvenida; la casa estaba más custodiada de lo normal, no solo por dentro si no también fuera de la reja y en la carretera; mi habitación estaba como si no hubiese pasado nada, el señor Francisco no se separó de mí ni un minuto; después de unos días me recuperé totalmente, y ya tenía alientos para batallar.