Después de un par de horas ya estaba más calmada, alcé mi mirada al cielo y luego al horizonte, el sol comenzaba a ocultarse. Le dije a Cesar que me llevara a la mansión, y cuando ya estábamos en la entrada le dije
- Si de verdad me quieres como a tu hermana, entonces ayúdame a salir de este lugar.
- Yo creo que primero debes hablar con el señor Francisco.
- Claro que sí. Quiero hablar con él, pero nada de lo que pase allá adentro me hará cambiar de opinión.
- Ana, tal vez solo era trabajo.
- Lo que pasó en ese hotel no era trabajo, esa mujer era… una prostituta, tú la viste. Pero si no quieres ayudarme no lo hagas, tú no tienes ningún deber conmigo y supongo que lo haces porque eres su amigo.
- Ana, no es eso. Tú eres mi hermana y si él te hizo daño créeme que le costara mucho que yo vuelva a estar de su lado.
- Entonces espera mi señal, y me ayudas con las maletas.
Entré por la puerta del servicio porque sabía que el señor estaría esperándome; subí a mi habitación de prisa. Me cambié de ropa y empaqué lo que pude en un par de maletas. Cuando estaba lista le hice una señal por la ventana a Cesar; él subió y cuando ya estábamos listos nos dirigimos a la entrada principal, pero enfrente de la puerta nos esperaba el señor Francisco, María, Selene y unos guardias; antes de bajar las escaleras Cesar volteó a mirarme, entonces caminé orgullosa e imponente, como si nadie pudiese derrotarme. Cesar me siguió, cuando bajamos las escaleras el señor Francisco se puso frente a mí
- Ana... yo te amo.
Cuando él dijo eso, la ira que llevaba reprimida flotó y le di una bofetada, todos se quedaron sorprendidos y en silencio.
- Quien ama no le hace daño a la persona amada. Contesté.
- Lleva las maletas al carro. Le dije a Cesar
- No te vayas. Volvió a decirme el señor Francisco - hablemos primero.
Los guardias no dejaron salir a Cesar, así que me dirigí en silencio al despacho mientras el señor Francisco me seguía. Cuando estábamos solos me dijo:
- Ana, perdóname, sé que lo que hice estuvo mal pero puedo explicarte.
- Yo no viene a que me diera explicaciones, porque no las quiero. Sé muy bien lo que vi. Yo solo vine a empacar mis cosas porque no quiero pasar un día más al lado suyo.
- Tú no te puedes ir.
¿Por qué no? Yo no soy como otras mujeres que temen dejar el amor de su vida, sin importar que le haya roto el corazón; me voy y no hay nada que usted haga para impedirlo.
- Solo lo hice porque cada vez que estabas cerca de mí debía hacer un esfuerzo muy grande para no abalanzarme sobre ti.
- Yo prometí que lo esperaría sin importar el tiempo que necesitara para salir de sus negocios, incluso dejé la posibilidad de recuperar mi vida para estar al lado suyo. ¿Y usted no puedo esperarme un mes? Un mes que es lo que falta para que se acabe el plazo que le dieron sus socios. Le dije mientras mis ojos volvían a llenarse de agua salada. - Pero tranquilo, le dejo el camino libre para que pueda salir y acostarse con las mujeres que usted quiera, solo le doy gracias a Dios que no me casé con usted porque estaría atada un hombre que no ama, que no sabe amar; el sufrimiento que estoy sintiendo no se lo deseo nadie y después de todo la culpa no es suya sino mía, por enamorarme de mi verdugo.
Puse el anillo de compromiso sobre el escritorio y salí del despacho con el rostro lleno de lágrimas mientras el señor Francisco me seguía; Cesar me esperaba cerca de la puerta principal con las maletas
- Nos vamos. Le dije
Los guardias se hicieron a un lado, me despedí de María y de Selene; cuando iba abrir la puerta el señor Francisco se desesperó y me tomó por ambas manos para no dejarme ir, trató de acercarme a su cuerpo mientras yo intentaba soltarme, ambos estábamos llorando; fue tremendo escándalo, Cesar se metió para que el señor Francisco me soltara, María y Selene también se metieron; yo intentaba soltarme de las manos del señor Francisco, pero él con más fuerza e insistencia me sostenía. Y cuando se vio derrotado gritó ¡Nadie se va de esta casa! Miró a los guardias y les ordenó cerrar todo y no dejar salir a nadie, en ese momento me acerqué a él
- Si me obliga a quedarme aquí, será peor. Le dije
Él volvió a sujetarme
- Tú no me vas a dejar, eso nunca. Dijo
- Si me mantiene aquí tal vez pueda tenerme, pero le juro por Dios que nunca volverá a tener mi amor, si me quedo aquí cada palabra, cada mirada, cada expresión hacia usted será de odio.
Sus ojos penetraron los míos, y lo que él vio en ellos le destrozó el alma, él vio que yo le decía la verdad, pero no sabía que era más difícil, si dejarme ir o retenerme, pero mi amor por él se moriría. En ambos casos perdería.
Mirándome a los ojos y con el rostro empapado de lágrimas me soltó suavemente y se retiró a su despacho, dio la orden de permitir el paso.
Cesar tomó las maletas y las metió en el carro, cuando entré en el carro se escuchó un ruido en el despacho; yo ya no pude contenerme y comencé a llorar con más libertad. Cesar se dirigió a su apartamento, íbamos en dirección opuesta a la cuidad, en cierta forma lo anhelaba porque quería alejarme del señor Francisco, aunque mi corazón quería estar ceca de él. Pero si le hiciéramos caso al corazón, nuestra vida amorosa sería muy diferente, en mi caso estaría al lado del hombre que me rompió el corazón, y que aun así seguía amándolo con cada pedacito.