Durante varias semanas no volví a saber nada del señor Francisco; así que decidí que todo terminaría y que debía continuar con mi vida. Comencé a buscar empleo para no depender de Cesar, después de todo ya tenía documentos y una historia que era falsa, pero legal. Obtuve uno como asistente personal de un ingeniero; todo comenzó de maravilla, y estaba ahorrando para comprar un boleto de avión, aun no sabía el destino, pero deseaba dejar aquel país e iniciar una nueva vida.
Durante varios días comencé a salir con un compañero de trabajo. Una noche me invitó a cenar en un restaurante muy elegante, estábamos comiendo muy a gusto y sonriéndonos el uno al otro cuando vi al señor Francisco. Su mirada era triste y sombría, me puse algo nerviosa y a la vez feliz, pero luego de unos minutos se retiró; cuando terminamos de cenar, que salimos del restaurante el señor Francisco me tomó por la fuerza y me entró en su carro; le pregunté a dónde íbamos, pero no me respondió. De pronto paramos en un lugar que no reconocía. Ambos bajamos del carro.
- ¿Recuerdas este lugar? Me preguntó dándome la espalda
Entonces lo observé, era un bar, estaba cerrado y algo destruido.
- En este lugar fue donde te vi por primera vez; dijo - pocos días después de haberte comprado cerraron este bar y los dueños están en la cárcel; a las mujeres que las tenían aquí secuestradas volvieron a sus hogares.
Dios me había hecho justicia, y cuando lo supe con más fuerza creí que Jesucristo me había puesto en la vida del señor Francisco para cambiarla, yo solo era su herramienta. Es increíble lo maravilloso que puede ser el amor de Dios incluso para aquellos que tiene un corazón tan perverso como el que tenía el señor Francisco.
- Si ese día no hubiese estado en este lugar; añadió - jamás te hubiera conocido, tal vez te habría evitado muchos dolores y sufrimientos, estarías de nuevo en tu hogar.
- LOS “HUBIERA” NO EXISTEN. Le dije
- ¿Lo amas? Me preguntó volviéndose hacia a mí.
- Quiero irme de este lugar.
- Solo responde lo que te pregunté.
- No quiero estar aquí.
Sus ojos miraban los míos con mucha intensidad.
- ¿Lo amas? Volvió a preguntarme
- Mejor vámonos.
- Dímelo Ana ¿lo amas?
- ¿A quién?
- Al hombre con el que estas saliendo.
- Solo somos amigos. Respondí, entonces nos inundó el silencio
Escuché el sonar de los grillos, todo estaba en silencio mientras los dos seguíamos frente al bar destruido bajo un cielo oscuro, luego volvió a mirarme
- ¿Me amas? Me preguntó
Entonces lo miré; y era obvio que aún lo amaba, pero no quería que él lo supiera para que ya no se aferrara a mí.
Luego me preguntó
- ¿Eres feliz?
Otra pregunta que no me era fácil de responder
- No. Le contesté
Su mano acarició mi rostro, y luego me dijo sonriendo, pero con el alma hecha pedazos
- Mi querida Ana, le doy gracias a Dios el que te haya puesto en mi vida, porque supe lo que es ser amado por un alma pura y buena, pero yo me encargué de matar ese amor. Esta noche serás libre y no olvides que nunca dejé de amarte.
Se estaba despidiendo.
- ¿Por qué lo dice, qué va a hacer? Le pregunté algo preocupada y asombrada.
- Me voy del país, ya no puedo seguir viviendo mientras tú estés aquí tan cerca, pero a la vez tan lejos de mí.
- ¿A dónde irá?
- Pronto vendrán por ti.
Continuó mirando la oscura noche y en ese momento llegó Cesar, estaba preocupado
- Ana, vámonos. Me dijo tomándome de una mano.
No quería irme, no quería que las cosas terminaran así; mi mente se había resignado a vivir sin él, pero mi corazón tenía la esperanza de volver a estar cerca de él. Fue allí cuando comprendí lo complejo que somos los seres humanos, complicamos todo cuando todo es tan sencillo; si lo amaba era sencillo, solo tenía que decírselo y el dolor y sufrimiento que sentíamos desaparecería; pues ya no estaba sufriendo porque me hubiese traicionado, sino porque estaba lejos de él, puesto que desde el momento en que me lastimó yo lo perdoné.
Cesar me haló de una mano; el señor Francisco se subió a su carro y se fue sin más, entonces le dije a Cesar que me llevara a la mansión.
Nos complicamos tanto la vida cuando ella es tan fácil y sencilla, si quieres estar con una persona entonces corre a su lado porque puede que ya mañana no este; que nos importan los sentimientos de orgullo o el qué dirán, o el miedo a sufrir; lancémonos a ese pozo de agua clara que es el amor y la vida, ¿o nos vamos a quedar en la orilla? Cuando esta es peor que el mismo miedo y la soledad.
Cuando llegué, María estaba empacando las cosas del señor Francisco; pregunté por él y me respondió que aún no había llegado. Esa noche lo esperé en la mansión; tenía la esperanza de que si le decía que lo amaba tal vez se quedara, pero en realidad debía hacer mucho más que eso.
María preparó la que antes era mi habitación para que pudiese descansar, pero no subí, me quedé en la sala esperando su llegada. La cual se dio en la madrugada, cuando me vio en la sala solo me miró.