Esa misma tarde, mientras todos estábamos jugando póker con los guardias, Cesar llegó con mis maletas.
- Me vas hacer mucha falta, y por cierto han llamado varias veces de tu trabajo.
- ¿Tal vez deba seguir trabajando? Respondí
Cuando dije eso el señor Francisco se levantó de la mesa y se fue a su despacho, esto era discusión fija y los demás se dieron cuenta por que salieron de la casa y nos dejaron solos.
- Ana ¿te quieres ir? Me preguntó apenas entré.
- No es eso. Respondí
- ¿Entonces qué es?
- Quiero volver a emplearme.
- Aquí lo tienes todo ¿Qué te hace falta?
- No quiero depender toda mi vida de usted, además no quiero estar todo el día encerrada en esta casa.
- ¿En verdad es eso? ¿O quieres volver a estar con tu amiguito?
Permanecí en silencio, pues realmente estaba celoso y aun que se veía muy apuesto así, sabía que si decía una palabra las cosas terminarían mal.
Aquella tarde salió de la casa y no volvió; lo esperé para cenar, pero no llegó. Subí a mi habitación y me organicé para acostarme, pero las horas pasaban y él no regresaba; así que bajé a la sala y me senté en un sillón a esperar que volviera.
El sueño me venció así que me recosté en el sillón y me quedé dormida. Después de unas horas sentí que alguien me llamaba, cuando abrí los ojos vi que era el señor Francisco.
Me miró con ternura, me tomó en brazos y me llevó hasta mi habitación
- Si por mí fuera nunca te dejaría ir de mi lado. Me dijo.
Le sonreí, me dio un beso en la frente y se sentó en el sofá mientras me veía dormir.
A la mañana siguiente me levanté algo temprano, el señor Francisco estaba en el despacho y me mandó llamar, pensé que íbamos a terminar la discusión de anoche, pero era algo más importante.
- Ana, hoy viene un hombre al que le voy a comprar parte de las acciones de su empresa, pero quiero ponerlas a tu nombre, al igual que todas las cuentas de bancos y los bienes que tengo.
- ¿Por qué? Pregunté asombrada
- Porque ahora que estoy fuera de la sociedad de narcotraficantes la policía me está investigando, así que quiero poner todos mis bienes a tu nombre. Ellos te investigarán, entonces sabrán que eres de México y una heredera millonaria, así que no congelarán los bienes por si algo llega a suceder.
- No me gusta esto. Repliqué.
- Tranquila, todo va estar bien.
Firmé unos papeles notariales donde era dueña de toda una fortuna; la idea no me gustó porque era un engaño. Esa tarde llamé a mi trabajo y me disculpé por haber dejado el trabajo tirado ya que no volvería, y como excusa dije que mi novio estaba pasando por una difícil situación y me necesitaba, en cierta forma era verdad; si al señor Francisco lo estaban investigando debía estar más cerca de él que nunca.
- Gracias por quedarte a mi lado. Me dijo cuándo me escuchó hablar por teléfono.
Entonces lo abracé
- Jamás lo dejaré, le dije – y aunque me encanta cuando se pone celoso nunca amaré a otro hombre que no se usted.
- Nunca olvides que te amo.
- ¿Por qué lo dice así? Le pregunté
- ¿Cómo así?
- Como si se estuviera despidiendo.
- No es nada. Dijo, y volvió a abrazarme.
Dos días después, en la tarde llegó el señor Francisco muy preocupado y nos reunión a todos en la sala.
- Debo salir del país por unos meses; dijo - ustedes se quedarán aquí.
Subió a su habitación a preparar maletas, me preocupé así que subí de tras de él.
- ¿Qué está pasando? Le pregunté
- Hay una orden de aprensión en mi contra para esta noche. Respondió
- Si me entregó jamás lograré salir de prisión, son muchas las cosas malas que hice. Ana, lo siento, pero no puedo arrastrarte a esto.
- Quiero ir con usted.
- No, estaré huyendo y esa no es la vida que quiero para ti.
- No puedo estar lejos de usted. Por favor no me aleje, no me haga esto. Le dije mientras lo abrazaba.
- Está bien, prepárate, en una hora nos iremos.
Corrí a empacar, y en un par de horas estábamos en un hangar subiéndonos a un avión privado dirigiéndonos a Brasil. Estuvimos allí por un par de semanas, luego nos fuimos a Canadá, Japón, Rusia, y Francia. Y estando allí siempre notaba en sus ojos preocupación.
- Son las mejores vacaciones de toda mi vida; le dije para que se sintiera un poco mejor - siempre quise viajar por el mundo y conocer diferentes lugares.
- Pero no huyendo. Me respondió
- Eso no importa ahora, lo que importa es que estamos juntos. Repliqué.
Siempre nos quedábamos en un lugar máximo dos semanas y luego viajábamos, era agotador, pero emocionante y los lugares hermosos. Nos fuimos al desierto de Sahara. Allí si nos quedamos dos meses en un castillo de uno de sus amigos, pero el polvo del desierto me estaba enfermando así que él decidió que era mejor irnos a otro lugar. Una tarde salí a una terraza a ver el atardecer, el señor Francisco se enojó porque no podía estar mucho tiempo expuesta, pero el atardecer era muy hermoso
- ¿Por qué no nos casamos? Le dije dándole la espalda al atardecer
Su mirada se posó en mí con algo de asombro, pero también de felicidad.