Una mañana me levanté temprano y desayuné sin que tuvieran que forzarme; cité al señor dueño de la empresa al que le había comprado las acciones; María y Cesar se asustaron tanto que llamaron al médico pensando que ya me había vuelto loca y que de verdad ya me habían perdido, pero por el contrario, había vuelto hacer yo misma; demoré seis meses en volver en sí, a veces hay que tocar fondo y no cavar más para empezar a mirar hacia arriba y ver la luz; consolidé el trato; compré más acciones en un par de empresas, dejé a cargo a Cesar y a mi abogado para que lo asesora y le ayudara en lo que necesitara, le escribí a Selene puesto que ella siempre se comunicaba conmigo, ella me dijo que estaba muy bien y que jamas nos olvidaria, puesto que fue el señor Francisco quien le mostró como escapar para que tuviera su libertad, ya que al estar él preso, no la buscarian a ella, y asi fue, me dijo que estaba rehaciendo su vida; luego compré una cabaña en Londres y simplemente me fui.
Me alejé de todo y de todos, menos de mi Cristo; las crisis de asfixia no me volvió desde que dejé España. Cesar siempre me escribía para informarme de las empresas y para saber de mí. Solo le respondía una vez al mes. Esta decisión para mí fue algo dura, los cambios siempre son duros, pero era mejor así.
En aquella cabaña me sentía mejor, y después de unos meses conocí una pareja de ancianos que vivían en la misma zona y siempre me invitaban a comer y a pescar en un lago que había cerca, y en un par de meses volví a mi peso normal. Cada domingo íbamos a la cuidad a una iglesia cristiana, y luego ellos me invitaban a visitar a su familia, después regresábamos a casa y siempre después de cenar leíamos un párrafo de la Biblia.
No puedo negar que Jesucristo en cada proceso, etapa y prueba de mi vida me ha rodeado de su gente. Y aunque en el día me sentía acompañada, en las noches y en las madrugadas no podía evitar pensar y recordar al señor Francisco; ahora entiendo porque olvidamos tantas situaciones que siendo buenas o malas al recordar duelen, por eso las olvidamos, porque duelen. Fue cuando me prohibí recordar, y cuando pensaba en lo que a él le gustaba o disgustaba, me alejaba de aquello que producía el recuerdo.
Durante los primeros meses en Londres me inscribí en un curso para aprender inglés más afondo, pues solo me comunicaba con lo básico. Después de cuatro meses me puse al servicio de la Iglesia; y para ocupar todo mi tiempo entré a emplearme en una escuela como maestra en sistemas; sabía que entre el servicio a Dios y los niños, absorbería todo mi tiempo, así no habría espacio para la soledad y los recuerdos que producían dolor, siempre me mantuve ocupada para no pensar, para no recordar, para no sentir.
Durante el tiempo que estuve allí, no permití que ningún hombre se me acercara, pues se me había olvidado que era una mujer y sabía que moriría con el recuerdo de un solo amor, jamás volvería amar, mi corazón le pertenecía al señor Francisco así estuviera muerto; en el mundo hay pocos hombres y mujeres que han nacido con la capacidad de amar a una sola persona y yo era una de ellas, lo que le prometí al señor Francisco el día de nuestra boda ante Dios era cierto, siempre seria suya aun después de muerto.
UN AÑO
Toda esta estrategia funcionó, porque después de un año mi corazón ya estaba más fuerte, aunque tenía las cicatrices de todos los golpes. Recordaban con tan poca frecuencia al señor Francisco y a mis padres, me había alejado tanto que ya no recordaba cómo eran sus rostros.
Cierto día me entregaron un paquete que me habían mandado de España, tenía la dirección de la mansión, lo abrí y era la Biblia que el señor Francisco me había regalado. Esa noche pensé mucho y decidí que ya era hora de volver.
Renuncié a mi trabajo, los niños se pusieron muy tristes pues me habían tomado mucho cariño, al igual que yo a ellos; me despedí de la Iglesia y ellos me obsequiaron sus oraciones y un reconocimiento de “verdadera servidora”, y por ultimo me despedí de los ancianos, a lo cuales les obsequié el dinero de la venta de la cabaña para que estuvieran más cómodos en su casa.
Sabía que no volvería a Londres, pues este país al igual que Colombia ya no tenía nada para mí, en cambio en España estaban mis nuevas raíces, mi nueva familia la cual me esperaba desde el momento en que me fui.
EL RRGRESO
Cuando regresé a España sentí nostalgia, y en el momento que entré a la mansión percibí que estaba como antes, los empleados bajaban las sabanas con que habían cubierto los muebles de algunas habitaciones.
María salió a recibirme, en su rostro había un brillo diferente como si nada hubiese sucedido, Le pregunté si ella me había enviado el paquete, y me respondió que no, entonces pensé en Cesar.
Fui al despacho y estaba como antes solo que estas vez sentí el aroma del señor Francisco como si hubiese estado allí, pensé que mi corazón se estaba engañando entonces salí de allí.
Cuando se llegó la hora del almuerzo, Cesar llegó de las empresas y me dio un abrazo estrepitoso