Enamorándome del lobo

6

—¡Mamá! —regunguñé.

 

No puedo creer que le haya dicho que sí al estúpido de Kayler para que me llevara al colegio. Sinceramente no lo puedo creer. Ella sólo se encogió de hombros y fue a abrir la puerta. Yo sólo me la quedé viendo cruzada de brazos. La puerta principal se abrió dejando ver a un Kayler sonriente y, como siempre, con esos aires de grandeza.

 

—Kayler, querido, pasa. —miré mal a mamá cuándo le dijo "Querido". Oh, Dios.

 

—Buenos días, Señora. —sonrió de lado.

 

Vestía unos vaqueros negros, una camiseta que se pegaba muy bien a su cuerpo y una chaqueta de cuero negra. Su cabello estaba, como siempre, despeinado haciéndole ver más sexy de lo normal. Cómo podía estar tan bueno.

 

—No pienso ir a la escuela con él. —respondí, sin quitarle la vista a Kayler.

 

Él solo me quedaba viendo juguetón y me guiñó un ojo.

 

—Vamos, Carolina, no querrás ir a pie, ¿verdad? —cuestionó. —No sabemos que clase de animales hay en el bosque. Además, me siento más segura si vas con Kaylersito.

 

Casi reí por el "Kaylersito". Kayler estaba igual. Y sí, si hay animales... Y salvajes para ser exactos. Pensar que anoche estuve apunto de morir, pero gracias a ese lobo que se apiadó de mi pobre vida estoy viva. Aunque, siendo sincera, no me gustaría volver a verlo.

 

Lo medité un poco. Si llego con Kayler a la escuela las miradas sólo estarán puestas en nosotros y, siendo sincera, no me gusta llamar la atención. Y no me imagino cómo se pondrá Paige si nos ve llegar juntos. No quiero más problemas. Pero tampoco me quiero ir sola, quizá le diga a éste que me deje un poco antes de llegar a la escuela. Sí, creo que eso ayudará.

 

Las dos personas delante de mí están atentos a mi respuesta.

 

—Está bien.

 

Mamá sonrió y Kayler también.

 

Acomodé mi mochila a mi hombro y salí en dirección al coche, me senté en el asiento co-piloto, mientras Kayler se sentaba a la par mía, encendiendo el auto.

 

—Primera y última vez que voy contigo a la escuela. —espeté.

 

Empezó a acelerar.

 

—Si tú lo dices... —murmuró.

 

Lo miré.

 

—Solo acepté ir contigo porque no quería venirme sola, tengo miedo de que vuelvan a salir los... —me detuve de golpe.

 

No puedo decirle que ayer casi me matan cuatro lobos y que uno me dejó ir. Sí, suena alocado. Me creerá loca.

 

Volvió a verme con el ceño fruncido.

 

—¿Los qué? —cuestionó.

 

Negué con la cabeza.

 

—Nada. Olvidalo.

 

Volví mi vista al frente, pero sentía la mirada de Kayler en mí. En eso detuvo el auto y lo apagó.

 

Lo miré mal.

 

—Oye, ¿qué...?

 

—Dime. Hay algo que has visto... Puedes confiar en mí. —me miró con esos ojos color miel.

 

Me doy cuenta de que se había inclinado hacia mí y que estabamos muy cerca. Podía sentir su aliento en mi cara. Y ¡rayos! Que bien se sentía.

 

—Ayer casi muero.

 

Confesé. Al princio apretó su mandíbula fuertemente como enojado, pero después se calmó.

 

—¿De qué hablas? —inquirió con el ceño fruncido.

 

Kayler ha vivido aquí toda su vida y no creo que no haya visto ni un sólo lobo. Ni un aullido si acaso.

 

—En este bosque hay lobos y ayer casi me matan cuatro, sino es por otro lobo que estoy viva. No puedo decir que se lo agradezco porque no sé si sólo me estaba conservando y después vendrá a por mí. —dije de una vez.

 

Kayler sólo se quedó pensativo y... ¿enojado? Me mira con ¿lastima?.

 

Me crucé de brazos desesperada. No respondía, pero luego se carcajeó en mi cara.

 

—¿De qué te ríes?

 

Sé que Kayler es arrogante, un poco superficial pero ¡vamos! No creo que se alegre de la desgracia ajena.

 

Su sonrisa cesó un poco.

 

—Lo lamento... Pero ¿lobos? Y ¿uno te dejó ir? 一cuestionó con burla. 一Deja de mirar tantas películas ¿quieres?.

 

Encendió el auto y arrancó.

 

—Por cierto, mañana daremos una fiesta en mi casa. Estás invitada.

 

Lo miré interrogante, ¿me invitó a su fiesta? Si es así no pienso ir. Prefiero quedarme en mi casa a ver películas, después de lo que paso anoche no pienso salir de mi casa... Por un buen tiempo.

 

—Oh, por Dios, el gran Kayler Brown me invitó a su fiesta. —me burlé divertida. Luego reí y él solo me miró con aburrimiento. —No creo poder ir.—dije de último.

 

Miré con el rabillo del ojo que me volvió a ver.

 

—Claro que sí irás. —murmuró muy seguro.

 

Quién se cree que es.

 

—¿Y a qué se debe tu fiesta? ¿algún motivo en especial? —cuestioné alzando una ceja.

 

—No. Casi todos los fines de semana hacemos fiesta. —me guiñó un ojo. —Por diversión.

 

Rodé los ojos. Cómo no me lo iba a imaginar.

 

Minutos después estábamos llegando al pueblo, faltaba poco para llegar a la escuela. Necesito bajarme antes.

 

—Déjame antes de llegar. Quiero llegar sola. —enfaticé.

 

Me dio una mirada rápida.

 

—Ni hablar. Llegas conmigo y punto. —espetó.

 

—¡Kayler!

 

Negó con la cabeza.

 

Maldita sea.

 

—¿Porqué haces esto? —inquirí.

 

Detuvo el auto, otra vez, y salió de él dejando su puerta abierta. Abrió la mía y hizo que lo mirara a los ojos, muy cerca. Su toque en mis mejillas era cálido, muy cálido pero me gustaba.

 

—Porque eres mía.



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En el texto hay: hombres lobo, romance, amor

Editado: 27.11.2023

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