El golpe que sintió en la espalda al caer la hizo gritar. Ni siquiera pudo levantarse de inmediato, el dolor le entumeció las piernas. La linterna había caído no muy lejos, así que, respirando con pesadez, se estiró para tomarla de nuevo. No tenía intención de quedarse una vez más a oscuras. La luz la hacía sentir a salvo a pesar de tener que soportar el horrible dolor de moverse. Rogó al cielo porque la columna vertebral no se inflamara y les impidiera caminar más adelante.
Con un suspiro pesado, maldijo el recuerdo de Daniela. Había sido tan vívido que amenazó con romper el frágil equilibrio que apenas se restauraba entre las tres personalidades. Aunque Beatriz tuvo que tomar la luz a la fuerza para protegerla de un shock emocional, y eso no era lo mejor para ninguno de ellos, le alegraba que Daniela poco a poco fuese recobrando la memoria.
Luego de quedarse algunos minutos tendida sobre el último tramo de escaleras, intentó reincorporarse. Resultó doloroso conseguir ponerse de pie, tuvo que hacerlo recargándose en el pasamanos para avanzar. De esa manera había llegado hasta el segundo pasillo, a paso lento y desesperante.
Un sonido proveniente de la zona más oscura del pasillo atacó a sus oídos de pronto. Por instinto guardó silencio, e inmóvil, agudizó la vista para encontrar lo que se escondiese en las sombras. La luz de la linterna conseguía rebanar la penumbra de forma poco eficiente a la distancia, como si esta fuese tan densa que se convertía en alguna especie de muro.
Beatriz pensó en enfrentarse al dolor y salir corriendo, sin embargo el grito que provino del fondo del pasillo la obligó a apagar la luz en un movimiento brusco y refugiarse detrás de la pared en que se sujetaba. Lo que hubiese estado en la oscuridad se estaba dirigiendo hacia ella, podía escuchar sus pasos bruscos golpeando contra el piso. Se mordió los labios y abrazó la linterna contra su pecho
Fue una estúpida idea de su parte permanecer tanto tiempo con la luz dirigida hacia ese lugar puesto que, si bien ella no podía ver más allá de la oscuridad, lo que se ocultara en ella sí podía ver el halo de luz. Beatriz tenía el cuerpo débil, así que le faltó valor para moverse. No quería alertarlo de su posición.
Apretando la linterna apagada con toda su fuerza, Beatriz se quedó inmóvil. Había un fuerte y repugnante aroma invadiendo el ambiente, este se volvía uno con el sonido de las pisadas cada vez más cerca de ella así que, por intuición, supuso que el aroma provenía también del ser que se aproximaba.
Un aliento caliente y apestoso brotó al lado derecho de Beatriz, a poco más de un metro de distancia. Sintió asco ante el olor repugnante a piel en pleno estado de descomposición tras una fuerte infección bacteriana no atendida; imaginó un grupo de gusanos resguardados bajo la piel necrosada, alimentándose y defecando en ella. Necesitó cubrirse la nariz y la boca con una mano para no emitir un sonido de arcada que la delatara.
Pegada a la pared, avanzó hacia la izquierda con mucho cuidado, sin hacer ruido. Si esa cosa se daba cuenta de que ella estaba ahí, sería presa fácil. Beatriz logró escuchar de forma vaga —mientras estaba adormilada en la profundidad de la mente de Daniela—, que Bruno había dejado una serie de instrucciones, entre ellas una palabra para usar en casos de urgencia. Por desgracia Beatriz no la sabía y no podía darse el lujo de encender la linterna para revisar la nota, no mientras el tipo estuviera justo a su lado.
Aún con la mano en la nariz, Beatriz logró identificar, gracias al aroma, que el sujeto se estaba acercando lentamente. El muy maldito parecía no ser ningún tipo de idiota, más bien entendía que ella estaba ahí y que debía andar en silencio si quería atraparla. Beatriz retrocedió al mismo tiempo que decidía soltarse de la pared y se movió hasta tocar la contraria… entonces tuvo una idea. Era arriesgada, pero quedarse ahí también lo era.
Si había escuchado bien, tenía que llegar a la farmacia, la cual se encontraba en el tercer pasillo. Estaba muy cerca, y una vez ahí, solo debía atracar la puerta para encontrarse una vez más a salvo. Si avanzaba siguiendo la pared hasta donde terminara, podría arriesgarse a encender la linterna solo para echarse a correr hasta la farmacia.
Cerró los ojos un segundo mientras se armaba de valor. Estaba arriesgándose a ser perseguida con un fuerte dolor en la espalda y una clara desventaja. ¿Qué haría si la puerta estaba cerrada por dentro? No tendría tiempo suficiente para forzar la cerradura. Abrió los ojos, podía sentir al tipo respirándole de frente. Debía correr en la oscuridad hasta el final de la pared, encender la luz y seguir corriendo sin detenerse hasta llegar a la farmacia. Por favor, que la puerta estuviese abierta.
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Editado: 04.11.2019