Encadenados [#e2]

Capitulo 47

Estaba jodidamente segura de qué escuchaba un corazón latir, donde vaya siempre lo escuchaba era como si me estuvieran siguiendo. Me desesperaba que Alexander no se tome el tiempo a escuchar, el simplemente decía que era normal escuchar muchas cosas nuevas pero ¡Joder! Eran las 4 AM y aún estaba aquel sonido.

Por lo cual, este día me preparé para ir al médico. Tenía que hacerme unos análisis por mí sangre, ya que prácticamente mi sangre es un cóctel, debía saber de qué ser mítico tenía y saber el balance que lleva las cosas al saber qué ahora pequeña cantidad de sangre de Alex tenía en mi organismo.

Me estaba vistiendo, tenía el pelo mojado grácias a que había salido de darme una ducha, tenía un vestido puesto rojo con unos zapatos de punta del mismo color. Soy muy obsesionada por estos tipos de zapatos, son básicamente los mejores.

Luego de peinar mi cabello, lo dejo suelto y colocó la corona nuevamente en mi cabeza.

Sé que al ser reina tienes que obedecer las normas, que varían en que no puedo salir y estar en cualquier lugar, pero ¡Vamos! ¿Desde cuando yo obedecia algo?

Sabía qué si le decía a Alexander que quería ir al médico iba a traer todo el equipo de doctorado aquí. Pero yo quería salir, quería que el viento choque contra mi rostro y cansarme de tanto caminar. Además, solo será un insignificante estudio donde no creo que tarde más de 1 hora.

Salí del baño, y observo a Alexander, el estaba con el torso desnudo abrazando a una almohada en profundo sueño. Me acerco a él y no soy capaz de resistir en no besarlo, beso mejilla y en la mesa de luz dejo una nota

“Lamento irme sin avisar,
pero volveré en menos de 
una hora, hazle el desayuno 
a los gemelos, recuerda que 
Matthew es intolerante al maní
que Dylan odia las tostadas.
Te amo.
Katherine”

Al abandonar la habitación luego de dejar la nota, sentí la vista clavada en mi de alguien, gire y veo a los guardias que patrullaban el pasillo, alce una ceja ante sus miradas de incredulidad

—¿Buen día?—Murmure confundida, automáticamente todos dejaron de mirarme y siguieron en lo suyo con la cabeza gacha. Comencé a caminar hasta que finalmente abandoné el castillo.

(...)

Alexander POV

Estaba desayunando con los gemelos, no me molestaba que Katherine se haya ido, de hecho tomaba este tiempo para conocer y cuidar más a los gemelos, aún qué ellos no dejaban mucho cuidarse. Eran igual de necios como su madre

—Yo puedo sacarle el envoltorio solito, papá—Dylan hizo un puchero, blanqueo los ojos y sigo quitándole el plástico a su cupcake. Se lo entregue y volvi a sentarme bien en mi asiento no sin antes revisar con la mirada a Matthew —¿Donde fue mamá? Hoy es sábado, día de momento familiar

—No lo sé, la nota no decía nada pero ya debe estar volviendo. —Contesté, llevé mi café a mis labios y le di un sorbo—Pero cuando vuelva, podríamos ir a cabalgar.

Los ojos de los pequeños brillan ante mi propuesta

—¿Mamá fue sola?—Preguntó Matt

—No lo sé, quizás James o Leah la acompañaron...

—Nop, yo estoy aquí—Leah entra al comedor y mira nuestra mesa, sus ojos le brillan al ver el cupcake de Dylan y de un rápido movimiento se lo saca de su plato. El pequeño protesto rápidamente

—¡Tia! Era mío

—No seas egoísta, Dy—La rubia le sonríe batiendo sus pestañas—Mi frijol lo quería.

—¡Papá dile algo!—Corre hacia mi silla y llora a mi lado, había otros como ese pero sabía que si le decía que agarre otro me iba a odiar por no defenderlo, pero anda, qué yo no me metería con esa loca embarazada ni por chiste

—Hijo, nunca te metas con un demonio...—Balbucee mirándolo —Y menos si está loca.

Recibí un golpe en la nuca de Leah y no tardé en estallar en carcajadas junto a los niños, Leah ofendida se va fingiendo enojo con la cabeza en alto y haciendo paso entre mis hombres.

Se llevó el plato con cupcakes…

—¿Porque no comen sus panqueques? Están hechos de Nutella.—Los señalé con el tenedor, ellos lo miraron y hicieron un mueca

—Odiamos la Nutella.—Hablan al mismo tiempo haciendo que se me miren raro, parecía que eso venía ya de familia; Katherine y yo también lo odiamos.

Apesar de aquello, me puse a pensar lo poco que conocía a mis propios hijos.

—¡¿Donde están los príncipes más hermosos de todo el maldito mundo y él insoportable pero ardiente rey?!—La voz divertida y alegre de mi castaña sonó en el gran salón

Sonreí al verla, ella estaba con un vestido rojo que resaltaba su pálida piel, sus labios dibujando una ancha sonrisa me hicieron cuestionarme el humor alegre y poco usual que brindaba




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