Encadenados [#e2]

CAPITULO FINAL

La música matrimonial da inicio. Estoy sujetada fuertemente de Caleb, estoy nerviosa pero muy emocionada a la vez. Estoy asustada de tropezar, caer o algo así. Pero la manera en la que le sujeta Caleb; con tanta fuerza, protección y firmeza me hacen dar cuenta que no me dejará caer. No lo hará.

Mis pasos eran lentos pero firmes, miraba a mis alrededor con una sonrisa sin mostrar los dientes, veía a todos sentados contemplandome; mi vestido, mi corona, mi maquillaje, mi cuerpo, mi casamiento.

Si, estoy apunto de casarme finalmente con Alexander William.

—Es el momento donde susurras que estas confundida y no entrego tu mano al gilipollas de Alexander.—Mi hermano susurró en voz baja.—Estás a tiempo.

Negué con la cabeza ligeramente, estaba muy segura de que quería hacer esto.

—Bueno, si quieres hacer a la antigua de decir que no y salir corriendo, no hay problema.—Siguió susurrando.—Mi auto está aparcado en el medio de la calle preparado para la salida fugitiva

Evité todas las ganas de detener mi paso y darle un golpe.

Seguí caminando con la cabeza en alto, Alexander me veía caminar con sus pupilas dilatadas y su sonrisa de lado... Joder, su sonrisa...

Se veía tan apuesto con su traje, sus manos detrás de la cintura y sus piernas temblorosas moverse debes en cuando. Los gemelos a su lado vestidos iguales teniendo la caja con los anillos.

Amelie, con tan solo tres añitos, caminaba delante mío con una canasta de pétalos rojos. su vestido pastel la hacia ver adorable.

Llegó el momento.

Llegue hacia Alexander.

Me voy casar.

Me casare con Alexander William, el rey del mundo.

Me haré pis.

Alexander sonrió aún más y me guiño el ojo al llegar a su lado, una mano pasa por mi cintura y los dos nos enfrentamos al cura. Quién comenzó a dar todo un largo discurso, se podía decir que el  de personas conocía de aquí, todos eran invitados de Alexander y gente de poder en el reinado. Claro, que desde aquí siento la mirada odiosa, penetrante e incómoda de su madre.

—Katherine—Susurró Alexander a mi lado, levanté la mirada y lo ví, él apretó sus labios con nerviosismo y me miro con advertencia—Tienes que contestar.

Joder, no estaba escuchando lo que el cura decía.

—¡¡ESO HERMANITA, CORRE!!—Escuché un grito, que provocó la risa de todos, y una risa nerviosa de parte de mi futuro marido

—Repito, ¿Quieres recibir a William Alexander como esposo, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarla y respetarla todos los días de tu vida? 

—Si aceptó.

Alexander toma la cajita y saca en anillo, elevo mi mano y pone una hermosa y llamativa piedra en mi mano en mi dedo. Agarro el otro anillo y copio la acción pero con el dedo de Alexander.

—Los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.

Alexander se acerca y unimos nuestros labios con algunas lágrimas, solté un chillido de felicidad mientras contenia mis ganas de saltar de felicidad.

Me giré y sonreí mostrando todos mis dientes.

Oh si bitches, soy la Sra. William.

(...)

—Ababa.—Amelie chupa su dedo mientras está siendo alzada por su hermano Matthew. Amelie teniendo tres años no sabe decir ninguna palabra, aún qué matthew y Dylan —Que ahora tienen ocho años— digieron su primera palabra a los dos años.

—Intenta decir "Caleb te amo", es evidente.—Mi hermano se cruza de brazos sonriendo con orgullo. Lo mire con incredulidad intentando no reírme en su cara.

Estábamos en la fiesta de compromiso, oh si, la fiesta. Es algo formal y todos tienen trajes o vestidos radiantes, Alexander y yo tenemos la vestimenta de cuando nos casamos, obviamente.

— Me haces feliz.—Mi marido undio su cara en mí clavícula mientras bailabamos. Todas las miradas eran hacia nosotros. —Muy feliz, Sra. William.

—Y tú a mí.—Susurre, cerrando mis ojos, me hacia sentir tan bien...

—Pendejo.—Murmuró la pequeña Kylie, me gire un poco y ví a Leah con su hija a lo lejos sentadas en la mesa conversado con los demás. Le sonreí, Leah se había mostrado totalmente incrédula al escuchar la primera palabra qué había dicho su pequeña el año pasado, pero increíblemente Aleckseï lo festejó y grito "Ese es mi apodo" aún qué todos lo tomaríamos como una ofensa, Aleckseï lo tomó como algo demasiado bueno.

Pero bueno, el día llegó. Con Alexander nos dimos cuenta que a pesar de que ningún objeto nos encadene, existía uno, sentimentalmente, estábamos encadenados. Nuestros corazones eran duros y luchaban por no estar encadenados el uno con el otro. Pero finalmente nos rendimos y confesamos el gran sentimientos que obteníamos... El amor.

luego de tantas luchas, guerras, golpes, misiones, fortalezas, enemigos, aliados, dioses, objetos, collares, fantasmas, demonios, ángeles, etcétera... El día llegó; El día que Alexander y yo, podíamos decir un "y fuimos felices por y para siempre"




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