Encantus. Alas condenadas (libro 4)

Capítulo 4: Mazmorras

Capítulo 4:
Mazmorras

 

Estoy en manos de la corte oscura. En manos de la reina. A espera de un juicio, que es solo una formalidad porque mi condena ya fue decidida. Me toca vivir la misma existencia que injustamente vive Rocío. Quieren cortar mis alas.

Durante mucho tiempo estuve huyendo de la furia de Zulay. Cuál sería mi mejor opción para liberarme por completo de la bruja, no di con nada que pudiera alejarme de ella, en cambio, quede atrapada entre la guardia de la corte oscura. Y aquí estoy, en una mazmorra a espera de mi juicio.

Han sido días muy duros dentro de esta celda, en los que he reflexionado mucho el destino que me espera y no es que sea tan malo. A decir verdad, es una solución en la que no me había detenido a pensar.

Quizás, si mis alas son cortadas su presencia en mi cabeza y la marca en mi cuerpo desaparezcan. No creo que a Maritza le sirva un cuerpo sin magia. Porque mi magia depende de mis alas. Seré humana, y lo único malo de todo, es que estoy sola en el mundo y no sé qué hacer una vez que me envíen al otro lado. La vida en el mundo es más complicada que en Encantus.

Las mazmorras de la corte oscura después de todo el lío causado por la hermandad se encuentran más vigiladas, muchos más guardias recorren los pasillos. Aun cuando la quietud reina la mayor parte del tiempo. Alguien viene. El elfo oscuro que se encuentra parado no muy lejos de mi celda se mueve. No se trata de la reina, pero si de alguien que aspira serlo, en el futuro.

Romina se detiene frente a mi celda. Erguida en un fracaso de imitación de Zulay. Es que ni siquiera la princesa oscura se comporta de la forma en que ella, ahora. Con la ausencia de Gerald, quien fue expulsado al mundo humano, por tiempo indefinido. Y, con la princesa oscura sumida en sueño que no debe ser interrumpido a menos que se encuentre una solución a su problema, lo que es bastante complicado porque se está convirtiendo en humana sin que sus alas hubieran sido cortadas. Romina se cree la heredera a la corte oscura, puesto que, para todos, ella sigue siendo la prometida de Gerald.

A pesar de que el rey, Geraldo, ha regresado, es Zulay quien sigue tomando las decisiones.

El tiempo no suele detenerse, pero para el cabello de Romina, sí. No ha crecido un solo centímetro desde que la reina de verano lo achicharro hasta por encima de sus hombros. El fuego de la reina suele marcar de por vida a sus víctimas, eso lo sé de primera mano. Las marcas en mi rostro son un recordatorio de lo poderosa que es y de todos los errores que cometí bajo la influencia de Maritza. Así como Romina no puede hacer nada para que su cabello crezca, yo no puedo hacer que mis marchas desaparezcan.

—Tu juicio es en dos días —anuncia complacida.

Ella me detesta más por haberme llevado a su prometido que por todo lo que ocasione a Encantus. Entiendo que todos me odien, hice muchas cosas malas e imperdonables. Pero su molestia no tiene sentido, es banal y superficial. Romina no es alguien que se preocupe por el bien para otros, sino para sí misma. Ella quiere ser reina y lastimosamente trunqué su camino. La realidad es que la felicidad que emite su rostro no me afecta.

—Bien —musito y me encojo de hombros.

—Nadie abogará a tu favor —dice como si hincara una espinita venenosa en mí. Dar un poco de cizaña para hacerme sentir mal.

Respiro profundamente. Solo quiere provocarme, y no puedo hacer mucho porque hay una reja que nos separa y, un elfo oscuro que saldrá en su defensa. Ambas sabemos que nadie en Encantus me salvará.

—Ya lo sé, Romina —mis palabras salen bruscas. ¡Qué chica tan insoportable! —Porque mejor no te vas a esparcir tu veneno a otro lado. ¡Ah, pero claro! Verdad que en algo tú y yo si nos parecemos. Ninguna tiene algún amigo con quien charlar.

Mi comentario la enfurece. Golpea la puerta porque a menos que abra no puede alcanzarme, y si no me equivoco, y estoy segura de que no, se ha lastimado sus manos con el golpe.

—No soy una condenada por todos, como tú —sisea embravecida.

—Tienes toda la razón —me miro las uñas por un momento. Ella gruñe entre dientes esperando que diga algo más. Ella está sola, y soy su única distracción en el castillo. —Pero, eso no te hace diferente a mí. Estás sola, Romina. El príncipe Gerald no te quiere. Eso es clarísimo para todos, menos para ti que te haces la ciega. Además, nadie aparte de tu madre y la reina, te soportan.

—Eres una maldita… —no alcanza a terminar la frase.

—Señorita Romina, su madre la busca —es la voz de Lyon. El único elfo oscuro que no me trata tan mal.

—Serás un don nadie en Encantus porque una vez que corten tus alas no podrás huir hacia el mundo humano —casi gruñe antes de irse.

No había contemplado ese panorama. La insoportable tiene razón. Las puertas están cerradas en ambas direcciones, nadie pueda salir ni entrar a Encantus. Al ser humana estaré atrapada aquí hasta… quizás para siempre.

—Te traje algo de comer —Lyon alza la bandeja permitiéndome ver su contenido. Pan, brutas… La única persona que se acuerda de que debo alimentarme. Si no fuera por él ya hubiera muerto de hambre entre estas cuatro paredes.

Sostiene la bandeja con una mano y con la otra abre la reja.

—Te agradezco las molestias —murmuro.

Recibo lo que ha traído.

—Me gustaría hacer más, pero… Ya sabes.

Asiento.

—Lyon. ¿Y mis cosas?

Me preocupa en manos de quién pudo haber quedado el diario de Idris, con lo que me costó conseguirlo y lo importante que es.

—Cristian consiguió agarrar tus cosas antes de que Bianca y su padre pudieran llegar a ellas —dice manteniendo la voz baja.

Respiro aliviada.

—Gracias.

—La reina de verano solicito una audiencia con la corte oscura. Se rumorea que solicitara que te trasladen a la corte de verano —comenta.




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