Capítulo 3:
Frontera
En cinco días conseguí replantear la ruta hacia el valle de lágrimas. Se me hizo sencillos esta vez. Además, estuve muy motivada. Después de tanto tiempo me siento acechada por la hermandad, y nace la necesidad de huir. Encontrar un nuevo lugar donde ocultarme.
Miro el castillo, engullido por la naturaleza como si se tratara de una golosina. La frontera de las tinieblas es un sitio al que se le debe temer. Aquí se cosechó la maldad que representa a la hermandad. Con todo y su ausencia, sigue ligada a una bruja y un hada. La maldad que vive en esta tierra no puede ser erradica con una expulsión, se va a necesitar mucho más que eso.
En ocasiones pienso que la frontera es autónoma de tomar sus propias decisiones, ella siente hambre y desde que estoy aquí no ha podido saciarla. Ella siente la necesidad de ocultar el pasado, de sepultar los secretos que guarda una estructura abandonada. Desde hace cinco días, la espesura de color verde y tupidas flores negras trepa las paredes, cubriendo todo el exterior y parte del interior. Ahogando las voces de quienes perecieron en esta tierra.
Es posible que mi búsqueda por saber algo sobre Idris, específicamente su paradero, haya despertado una medida de protección en la frontera de las tinieblas. A pesar de que llevo refugiada aquí más de año y medio, no fue sino hasta hace tres días que tuve acceso a una puerta oculta en la habitación que debió pertenecer a Idris. Haber ido al valle de lágrimas me hizo buscar hasta debajo de las piedras, estoy deseosa de respuestas. El pasado del hada suprema es un misterio que debo descifrar, más allá de encontrarla tengo la necesidad de saber que fue de su vida.
Ni siquiera el tiempo en que estuve aquí siendo una marioneta de la bruja tuve oportunidad de hallar algo que me ayudara a entender el pasado, pero ahora tengo en mis manos un diario, muy interesantes, donde se expone eventos del pasado que encajan perfectamente con la historia de Maritza, desvelando uno que otro secreto. Además, de una lanza, dudo que haya pertenecido a Idris. Ya no importa quien fue su dueño, ahora es mía. Algunos relatos escritos a mano… Nada me dio siquiera una idea de donde pueda estar ella. Idris es un fantasma, un mito entre las hadas, si no tuviera su diario en mi bolso juraría que ella nunca existió.
Este lugar también es prueba de que ella es real. Hay una historia detrás de la frontera. Perteneció a la corte oscura, y el castillo fue construido con un propósito muy específico, aquí viviría Idris y su compañero. Eso nunca llego a suceder. Una tragedia convirtió este lugar en lo que es ahora, un conducto de vida y magia para la hermandad. Llego el momento de dejarlo atrás.
Ya no es seguro para mí, lo fue porque nadie se atrevería a buscarme aquí, y todavía hay una orden de captura en mi nombre. La reina oscura no se rinde, y tiene a su guardia de elfos oscuros detrás de mi pista. No importa cuánto tiempo pasé, ella no dejará de buscarme. Cualquiera que ose pisar esta frontera será drenado hasta su último suspiro. Lo único que me mantiene con vida aquí es la marca de Maritza sobre mi piel. Tenerla significa que sigo ligada a la hermandad, así como los herederos que fueron marcados, ninguno de ellos se encuentra a salvo de la hermandad, al igual que yo, siguen siendo una débil existencia de Maritza y Agadria. Seguimos conectados a ellas. Haber intervenido el ritual no nos liberó. No completamente. Pero justo ahora tengo problemas más urgentes que atender.
Ahora que la mitad de los herederos de Encantus fueron expulsados hacia el mundo humano para intentar un temporal equilibrio, porque esa es la realidad. Esta situación es temporal, a pesar de que desconozco el tiempo en que viviremos atrapados por las defensas, en algún momento el verdadero problema se desatará y la caída de Idris llegará. Para eso no hay retorno, más que luchar por nuestra sobrevivencia.
Después de haber deseado tanto tener el control total de mi misma, este tiempo fue maravilloso. Sin la hermandad, ni la voz de esa bruja en mi cabeza. Ahora parece que solo fue un fugaz sueño. Mi tranquilidad se vio interrumpida con la presencia de Maritza. No con la misma fuerza que antes, pero está allí, tocando a la puerta y si soy débil, ella podría entrar.
Ella no se rinde, y lo sabía, pero preferí creer que no, que ella no volvería. Hace tres días escuché el susurrar de su voz, decía mi nombre y desde entonces no he parado de oírla, de sentirla. Queriendo regresar a mi cuerpo, a ser mi huésped. Pienso mucho en ello, en busca de una razón de que pueda estar más presente que nunca después de tanto tiempo. ¿Qué estará pasando en el mundo humano? ¿Se estará haciendo ella y Agadria más fuerte? ¿Tendrán dominio de la frontera de las tinieblas de nuevo? Si es así, no puedo quedarme aquí más tiempo.
El bolso con mis escasas pertenencias se siente pesado en mi espalda, sostengo la lanza con mi mano derecha. Doy vuelta hacia el bosque con árboles que arañan el cielo con sus garras y con una niebla gris que se arrastra entre los árboles y el suelo.
Mañana debo encontrarme con Suri y Cristian. Regresaré al valle de lágrimas. Es posible que la sirena me haya dicho la verdad. Retornar tomo una importancia preocupante, los Duant.
Antes del anochecer debo encontrar un lugar donde refugiarme. Esta frontera se encuentra en medio de la corte oscura y la corte de otoño, son las más cercanas y quienes lo mantuvieron oculto por años. Entre Priscila y Zulay existen ciertos acuerdos, debo andar con cuidado. No es de sorprender que sus guardias tengan alianzas para encontrarme.
A cada paso que me distancio, un hilo invisible, firme templa de mí. Jamás pensé que sería tan difícil abandonar definitivamente las ruinas del castillo, y no se trata, más que de mi misma, que se quiebra con la distancia. Muy dentro de mí sé que es aquí a donde pertenezco, aun cuando no puedo comprenderlo del todo me duele alejarme.
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Editado: 16.05.2022