Encantus. Alas de hielo (libro 5)

Capítulo 18: Ruinas

Capítulo 18:

Ruinas

 

Mafer

 

La frontera de las tinieblas permanece igual que en mis recuerdos, ningún cambio perceptible desde que la hermandad dejo este lugar. No puedo sentir absolutamente nada, la tierra no palpita en magia como el resto de Encantus, hasta la corte oscura tiene su magia desbordante con todo y el aspecto siniestro que posee y la debilidad que no puede admitir. Por el contrario, este lugar está sediento como sanguijuelas hambrientas.

Intenta absorbernos hasta dejarnos secos, cada paso es como aguijones extrayendo la magia, en pequeñas pero delirante dosis. Lo que nos hace mantenemos un ritmo agitado en busca de la entrada, casi desesperado por llegar a nuestro destino.

No sé si es el tiempo que ha pasado desde la última vez que estuve aquí, o que el cierre de las puertas ha causado un desequilibrio en esta zona, pero el mermar de mi magia me hace sentir un poco fatigada.

Ahora puedo hacerme una idea de lo que pasara si esa extraña enfermedad consume toda la foresta. Todo lo que conocemos terminara siendo una tierra sin vida, muerta y hambrienta de cualquier magia de la que pueda alimentarse.

En esto se convertirá la tierra de las hadas. Es un panorama espantoso.

—Vamos a llegar secos a las ruinas —me quejo en voz alta, con el picor mental de que lo mejor es dar marcha atrás. Una advertencia silenciosa que cala hasta los huesos. Lo que es estúpido ante la realidad nefasta que con apremio se arrastra sobre nuestros verduzcos suelos. Huir no es la mejor opción. En algún punto, no abra sitio donde ocultarse más que perecer.

Las fronteras nunca habían resguardado ninguna criatura peligrosa desde que la hermandad fue expulsada, hasta que los condenados fueron liberados, hicieron de esta zona su hogar. Se corre muchos riesgos para encontrar a Idris. Yira, asegura que se encuentra aquí. De momento, la tierra en sí misma ya es un peligro silencioso, y la única forma de combatirla es yéndonos de aquí.

—Falta poco —responde Lyon a mis quejas, por delante de todos, con su andar cauteloso, como si esperara que algo saltara sobre nosotros en cualquier momento.

—¿No era así antes? —inquiere Cristian curioso y sin que le afecte los aguijones hincándose en sus pies como los siento yo.

—No —responde Yira mirando sobre su hombro, cada segundo me molesto más conmigo misma por no poder hacer nada para devolverle su belleza. Me gustaría encontrar la manera de enmendar lo que cause en su piel, pero esa es una búsqueda rezagada, dada las actuales circunstancias—, la frontera se alimentaba igual de cualquier hada con magia que osara entrar…

—… pero no con la rapidez con la que los consume ahora —termina Suri la frase.

Estoy comenzado a meditar la posibilidad de trotar, aunque eso no ayuda a la ya agitación que siento, y volar… no, tampoco, mis alas se niegan a salir.

—Venir por Idris es un suicidio —exclamo.

Me detengo un momento para respirar, lo que me hace rememorar mis años en la escuela y las clases de educación física. Era un calvario en ese momento, y lo es ahora. Penélope también ha detenido sus pasos.

—No existe otra manera de decirlo —concuerda Penélope agitando su colorida melena: marrón, cobrizo y bronce.

Los demás se han adelantado unos tres metros por delante de nosotras dos.

—¿Pudieron ver algo en la corte oscura? —pregunta, sus ojos tienen ese místico aro color bronce que me miran esperanzados. La verdadera pregunta implícita baila en su mirada.

—Eulis está bien —él es su mayor preocupación. Con todos los acontecimientos no tuvo tiempo de reencontrarse con su hijo—. Lo traeremos de regreso Penélope, ya lo verás.

—Eso espero —murmura.

Alcanzamos a los demás. Me quedo cerca de Cris, ella por su parte se aproxima a Suri y Yira.

—Se nos acaba el tiempo —musita mi hermano contemplando el agonizante paisaje.

Él, podría tener razón, y eso me aterra. Si lo que siento ahora se convierte en algo constante, ¿cuántos días pasaría para quedar seca como…? Sintiéndome un poco mareada reanimo un recuerdo desagradable, hace más de tres años que la hermandad sacrifico a mestizos, por un instante me visualice igual que aquellos chicos, presenciar lo que ocurrió en mi pueblo tampoco ayuda mucho para zafarme de la idea.

Entonces, sí, se nos acaba el tiempo.

Anduvimos un poco más, hasta que mi hermano saco a relucir el tema de la corte de invierno.

—No me di cuenta en que momento Bianca puso toda la corte en mi contra —dice Cristian caminando con cautela, en un terreno desconocido y hambriento.

—Quisiera entender por qué lo hace.

Mi hermano y yo vamos rezagados. Lyon y otros dos elfos oscuros van por delante, ellos conocen muy bien el terreno. Por años se han encargado de custodiar esta frontera para que nadie más pudiera ubicarla. No parecen tan afectados por las garras de la frontera como lo estamos: Geraldo, Penélope, Yira y yo.




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