Encantus. Alas de hielo (libro 5)

Capítulo 23: Caída de una corte

Capitulo 23:

Caída de una corte

 

Mafer

 

—Yira, tu silencio parece querer tener voz propia —digo yendo detrás de ella. Su cabello trenzado bambolea por debajo de sus caderas. Su vestimenta representa los colores otoñales, pantalón color caqui y una camisa sin mangas casi naranja. La espada de mi hermano bien sujeta en su espalda.

Va a ritmo acelerado por un estrecho túnel de zarzas que se supone nos llevará más cerca de primavera. Un camino que al parecer nunca es usado. Si me descuido, saldré de aquí con todo el cuerpo arañado.

No ha dicho ni una sola palabra desde que salimos. Nuestra aventura de rescate, que casi nos mata, nos distrajo lo suficiente de la realidad de la Encantus.

La enfermedad avanza a pasos agigantados, devorando los bosques de primavera. La noticia desató pánico en la corte de otoño y no tenemos certeza de que tanto se ha expandido.

Yira se agacha, pues las zarzas apenas y han dejado un pequeño y estrecho espacio para casi arrastrarse contra el suelo. Hubiéramos aparecido allá en medio de un remolino de viento y fuego, pero la magia sigue débil. Puedo manejar el fuego, lo puedo sentir, sin embargo, hacerlo trasladarme de un lugar a otro es exigir demasiado. Y ella, está igual.

—Aurelia, de verdad, expresa lo que piensas o enloqueceré —suplico, para luego arrástrame cómo hizo ella para avanzar.

Tuve que enviar a mi hermano y Suri con el hada suprema inconsciente hacia verano. Fue complicado hacer que la princesa elfa desviará la vista de su corte ante semejante situación, prometo asegurarme de que su pueblo estará bien, y aún, no sé cómo voy a hacer eso. Idris se está recuperando con exceso de lentitud.

En cuanto al rey oscuro, lo hice volver casi que a regaños a su corte con sus elfos. No es momento para anexar un conflicto más con Zulay, y no estará contenta al ver el estado en que regreso su esposo. Apenas y podía consigo mismo. Bueno, cada uno quedó más mal trecho que otro.

—Canalizo algo, es todo —su respuesta es vacía, como para salir del paso.

—Si por canalizar dices adsorber…

—primavera está muriendo —dice casi qué en un hilo de voz. Me levanto. El túnel nos ha traído al centro de una corte marchita. Aprieto los ojos con fuerza queriendo borrar esa imagen, lo que es estúpido porque ya sabía lo que podía encontrar—. ¿No lo puedes sentir? Cómo la magia está siendo devorada. Es una sensación horrible.

La realidad es que no. Mi conexión es limitada con la corte de verano, en cambio, ella puede sentir a toda Encantus. Y no puedo siquiera hacerme a una idea.

—No, pero lo puedo ver.

La niebla que protege la corte se ha ido, por completo, y su exuberante belleza también. La enfermedad es una mancha oscura en tierra y árboles. El silencio absoluto es indicativo de qué o todo ser que lo habitaba está muerto, o consiguieron huir a tiempo.

—Esto es grave, Mafer. Muy grave —suelta Yira con las manos hechas puño. Puedo percibir su frustración, aunque quisiéramos, no estamos al nivel de semejante daño. Sanar toda primavera no está en nuestras manos, no ahora. —No entiendo. ¿Cómo se movió tan rápido? La maldita bruja tenía razón.

—Ah. ¿Qué? ¿Cuándo hablaste con Maritza? —me acerco a un pequeño arbusto, su corteza está negra y putrefacta y sus hojas tienen un líquido…

—No toques nada —la fuerte palmada en mi mano me hace retroceder.

—Auch.

—Se una buena niña y no toques nada —dice muy pausado—. Ya nos expones demasiado estando aquí.

—Oye, soy mayor que tú —replico indignada. Eso me dolió.

—A veces, parece que fuera al revés, justo como ahora —da vueltas observando el tétrico paisaje—. Andando.

—Tienes razón, lo siento. Todo esto me tiene, abrumada.

Avanzar es deprimente. No hay nada salvó la enfermedad. A cada paso mis esperanzas menguan y la desesperación ocupa su lugar. Temo que nadie lo haya logrado, escapar del rastro de la muerte.

—Ay, no —es apenas un murmullo de sus labios. Un lamento por la realidad que se dibuja en el horizonte.

—Hay que darse prisa —la urgencia en mi voz es miedo.

Trazo con la mirada la ruta. El castillo, deben estar allí. A pesar de lo que presencia mis ojos no es alentador, la montaña fue tragada por la podredumbre, al igual que todo. Absolutamente, todo.

Corro y a medida que cubro terreno me doy cuenta de la gravedad de la situación. La enfermedad ha tomado una corte entera y nosotros apenas y nos estamos recuperando de su especial toque.

—No vayas tan rápido, Mafer —grita a mis espaldas. No le hago caso, el panorama es aterrador. Cada árbol, planta, flor se pudre. El suelo cubierto de una sustancia viscosa, la propia naturaleza cediendo. Evitó tomar detalles, por temor a encontrar algo más que ramas y hojas—. No vayas a tropezar.

Y no lo hago, derrapó por el suelo al ver lo que, al parecer, y espero sea producto de mi imaginación, una extremidad, ¿una pierna? ¿Un brazo? No estoy segura. Mantengo la vista en el suelo mientras equilibrio mis piernas.




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