Capítulo 8: La frontera
Nunca había intentado adentrarme en el bosque, hasta
hace tres días. Ahora lo estoy atravesando con mi hermano
pequeño, una anciana y mis dos amigos. No tengo la certeza
de que las cosas vayan a estar bien, ya que es un mundo
lleno de discordia entre las cortes, y muy peligroso. La
abuela de Tony ha intentado ponerme un poco al tanto,
para no estar tan perdida, pero ella tampoco tiene mucha
información. Una vez que este del otro lado no hay marcha
atrás y solo tendré a un niño de once años que me cubra la
espalda, porque solo Cris y yo podemos entrar. Aunque
Tony y Shema insisten en venir conmigo, la señora se niega
a que crucen la puerta que nos separa del otro mundo.
Lo primero, evitar toparme con las hadas guerreras, son
quienes conforman la guardia de cada una de las cortes y
protegen el reino. Lo segundo, no encontrarme con un hada
oscura, ya que son crueles y malévolas, es algo que ya se de
primera mano. Lo tercero, evitar a los duendes, la gran
mayoría de la población de estos seres trabaja para el reino
oscuro, y se dedica a comer carne humana, especialmente
la de niños. Lo cuarto, y último; pasar desapercibida por
todas las cortes, sino seré apresada y no tendré ninguna
posibilidad de encontrar a Kevin. Un humano nunca puede
cruzar al otro mundo sin ser invitado, y a mí nadie me está
invitando. Por lo que nadie me protege. En resumen, el
mundo de las hadas, duendes y otros seres, no es tan colorido y armónico como lo pintan en los cuentos, más bien
es peligroso y letal. Mi vida penderá de un hilo en el
momento en que mis pies toquen sus tierras, ya que estaría
rompiendo todas las reglas.
Nos detenemos frente a una pequeña cueva, al pie de
una montaña rocosa.
—No me digas. Esa es nuestra puerta hacia la tierra de
las hadas —digo con sarcasmo.
—Así es —dice la abuela de Tony.
—Hubiera preferido cruzar la segunda estrella con Peter
Pan, por lo menos sería divertido y no tenebroso.
—Gallina —Cris se burla de mí.
—Cierra la boca, enano siniestro. Y ya crucemos de una
vez, antes de que me arrepienta.
Si no fuera porque Kevin está en esa tierra desconocida,
ni siquiera me acercaría al borde del bosque para explorar.
Me despido de la anciana con un rápido abrazo que se
prolonga demasiado, sus brazos se encargan de sostenerme
por la cintura mientras susurra a mi oído: — ese es tu
destino niña. Me libera y sonríe. Le agradezco por todo.
Luego abrazo a Tony, él me susurra al oído que prometa
que volveré, y lo hago. Tengo que volver, por ellos, por mi
madre, por mi abuela, tengo que traer de vuelta a mis dos
hermanos, cuésteme lo que me cueste.
Shema me aprieta contra su musculoso cuerpo, y más
que una promesa me hace una advertencia, tengo que estar
de vuelta para su cumpleaños que es dentro de un mes, si
no sufriré las consecuencias, aunque no sé cuáles.
Dentro de la cueva todo es una completa oscuridad, Cris
me toma de la mano y avanza. No sé a dónde estamos
yendo, no veo nada, después de girar unas cuantas veces y
estar completamente mareada, salimos a un lindo valle.
Todo es brillante y lleno de colores, se siente una paz
infinita en este lugar, un camino cruza un arco de piedra
donde termina la montaña rocosa y da inicio al intimidante
bosque.
—Bien, ahora no tengo idea de por dónde ir —digo en voz
alta.
Quizás lo más idóneo sea, ir por el sendero serpenteante
a través del bosque. Suspiro, y me muevo en esa dirección,
pero entonces me detengo bruscamente y Cristian tropieza
con mi espalda.
Se queja y lo hago que calle. Mi extraño sexto sentido me
indica que nos están observando.
Busco a mí alrededor, hay algo detrás de unos árboles,
me pongo alerta, poso mi mano sobre la daga que llevo en
el muslo, escondida entre mi bota. No sé porque me siento
familiarizada con esta arma.
Cris se mantiene detrás de mí, no sé si acercarme o
esperar a que lo que sea que se esté ocultando, de la cara.
Una niña sale de entre los árboles.
Es como de la estatura de mi hermano, su piel es blanca,
su cabello dorado está recogido en una coleta, sus ojos son
de un verde olivo, sus orejas son puntiagudas, y viste una
extraña ropa.
En su espalda lleva un arco y flechas, y en uno de sus
muslos hay una daga atada, igual que yo. Me sonríe, es una
niña hermosa.
—Sean bienvenidos —su voz es fina y melódica.
—¿Quién eres? —pregunto con desconfianza.
Esa es una de mis virtudes, me niego a etiquetarlo como
un defecto. No debo fiarme de desconocidos, mucho menos
cuando me encuentro en tierras desconocidas.
—Soy Suri, una elfa. Los ayudare a buscar a Kevin —
bueno la niña sí que está muy bien informada, pero ¿por
qué sabe tanto? Escuchar el nombre de mi hermano de sus
labios me tranquiliza, solo un poco.
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Editado: 19.05.2022