No puedo moverme.
Los brazos de Alex son inamovibles, rodean mi cintura con seguridad y me apegan a su cuerpo con fuerza. Sé que está despierto, que probablemente lo ha estado toda la noche, pero aún así no da la más mínima señal de que fuera a moverse.
Luego de apagar la alarma y dejar el celular sobre la mesa de luz, llevo mi mano a su brazo.
— Alex, ya suéltame.
Sus brazos me rodean con más fuerza, si es posible.
— ¡Alex!
No puedo hablar demasiado fuerte, son las seis de la mañana y el resto de la casa está durmiendo, así que forcejeo con sus brazos para liberarme a mí misma, aunque ya sé que es en vano. No me moveré a no ser que él me deje moverme.
—¡Tengo que levantarme y cambiarme! Debo despertar a mi hermana, y prepararle el desayuno, y tengo escuela… — me quejo entre susurros.
— Puede esperar un poco más…
—¡No, no puede!
Este pequeño forcejeo se ha engranado en mi rutina, en nuestra rutina desde hace algunas semanas. Alex ahora se queda cada noche conmigo, dormimos juntos y nos vemos cada vez que sea posible. La ansiedad de su abrupta desaparición antes de que me contara la verdad todavía no me ha dejado, y aunque no se lo he dicho, sé que él lo sabe perfectamente bien. Desde que volvió, Alex no me ha dejado sola si puede evitarlo.
Cuando lo echaron del colegio fue bastante divertido, la verdad, pero para él esa es otra de sus frustraciones, ya que no puede ir conmigo. Cuando volvió a presentarse el Lunes luego de nuestra escapada, un profesor dio aviso al verlo y fue prácticamente arrastrado con la directora, en donde le cuestionaron de dónde había salido, en dónde había estado las últimas semanas y por qué se había metido al colegio sin inscribirse de antemano ni hablar con nadie. Él les inventó una historia sobre no tener a nadie que lo hiciera, vivir en la calle y que solo quería estudiar. No solo le creyeron, sino que le dijeron que, si traía sus documentos y a un adulto que aceptara tomar responsabilidad por el aunque no sea un guardián legal, le dejarían seguir estudiando.
Alex no volvió a ir al colegio, porque no tiene ninguna de las dos cosas.
Luego de eso, ahora la directora me habla de vez en cuando y me pregunta por él, si no lo he visto, si no se en dónde está o si está bien, si piensa volver. Es frustrante, pero tengo que admitir que la directora es demasiado dulce y amable al haberle ofrecido eso en primer lugar.
Volviendo al presente, Alex sigue sin soltarme.
— Si no me dejas levantar ahora mismo, esta noche no te dejaré entrar.
Sus brazos me habían dejado antes de que terminara de hablar, asi que me pongo de pie antes de que cambie de opinión y tomo mi almohada para tirársela en la cara mientras me apresuro a la puerta de mi habitación.
…
— ¿Estás segura de que no querés que te lleve? No tengo nada que hacer…
Victoria, a mis espaldas, se balancea de lado a lado mientras forcejeo con las llaves para poder abrir la puerta, pero tan pronto como lo consigo, mi hermana casi me tira al suelo al apresurarse adentro.
—¡Sí, me pasará a buscar Eva con su mamá! — me contestó mientras se encaramaba a las escaleras y las subía de dos en dos.
Observé su espalda alejándose mientras cierro la puerta.
La casa está sospechosamente silenciosa una vez que la puerta de la habitación de Victoria se cierra, pero sé que las apariencias engañan. Me adentro a la cocina y voy directamente a la nevera, saco el sándwich que preparé para mi esta mañana y una botella de agua luego de que mi madre me dijera que no volvería a almorzar y ahora también me dirijo a las escaleras para subirlas de dos en dos.
Cuando entro a mi cuarto, Alex está recostado a un lado de mi librero con un libro en la mano. Cierro mi puerta con el pie y dejo la comida sobre la mesa de luz mientras intento leer de qué libro se trata.
— Creí que ya habías leído ese.
— Sí, pero es muy interesante, deberías leerlo.
Dejé mi mochila en el suelo y me acerqué a él. — Quizás lo haga cuando termine el que tengo en la mochila.
No pude decir más. Me detuve en seco en medio de la habitación cuando escuché un portazo que solo puede provenir de la habitación de mi hermana.
—¡Ya me voy, me quedo a dormir donde Eva! — me gritó desde el piso de abajo segundos después, le siguió el ruido de la puerta al cerrarse, las llaves y un auto alejándose.
Mi mirada se clavó en la ventana a pesar de que no puedo ver la calle desde mi lugar.
— Victoria está rara últimamente.
Alex bajó la mano en la cual sostenía el libro para poder observarme, así que dirigí mi mirada a él. Cuando lo hice, él suspiró.
— Ya sé, es mi culpa.
Fruncí el ceño. — ¿Cómo podría ser tu culpa? Ella no sabe que pasas tanto tiempo conmigo acá, y dejaste de ir al colegio también, no hay razón para que esto sea tu culpa.