Encuentro a destiempo

16 de marzo “según Darío”: Capitulo 27

 

Hoy el flaco no estaba en sus mejores días. No era porque su inminente e incierto futuro lo estuviera atormentando, o porque hubiera recibido un sermón de su hermana o de su papá, ni porque se hubiera peleado con algún amigo, nada más lejos que todas esas cuestiones. Por primera vez en su vida, una mujer era la responsable de su estado anímico. Esos cambios que acrecían en él, tan inconscientes como conscientes y tan sutiles como notorios, se iban apoderaban de a poco del flaco.

Todo comenzó cuando esas ganas irrebatibles de mandarle un mensaje a Bianca aparecieron, aun cuando había pasado menos de una hora de la última vez que le había escrito. Hablar por chat con la flaca se había vuelto su adicción, casi como una necesidad, e intentar no estar al pendiente de ella era una total pérdida de tiempo. Estaba jodido enserio.

Él sabía que ella estaba en el ensayo para la presentación en el Teatro Colón, y que era probable que no le pudiera responder. Sin embargo, ese no fue un impedimento suficiente para interrumpir ese impulso de escribirle. Así lo hizo, pero la respuesta de la flaca nunca llegó.

En el salón sentado en un banco de la cuarta fila, no hacia otra cosa que pensar porque no le contestaba. Aclaremos que estaba en su segunda semana en el curso de ingreso en el instituto. No prestaba para nada atención en la clase, y su mente divagaba en Bianca.

Chequeó por enésima vez su celular para ver si le había respondido, pero nada. No daba señales de vida y Darío le preocupaba. Para estas horas de la tarde ella ya debía haber terminado el ensayo y podría haber visto el chat, aunque sea para decirle que había salido todo bien. No entendía si era un nuevo ataque de indiferencia de Bianca o si le había pasado algo o vaya uno a saber. De la flaca se podía esperar cualquier cosa.

— Dari, ¿estás acá? — y la voz de Vanessa, que estaba sentada en un banco al costado de él, lo regresó a la realidad.

— Sí — le respondió dudoso — Sí — repitió con más firmeza.

— ¿En qué pensabas? Porque ya terminó la clase y ni cuenta te diste — agregó entre risas.

Darío se rasgó la frente para inventarse algo, no pensaba quedar en evidencia.

— Temas familiares — dijo, esa escusa nunca fallaba, y comenzó a juntar sus cosas.

— Uh, que bajón — intentó generar empatía la semi-rubia — Si querés yo te puedo prestar mis apuntes.

— Dale — aceptó el flaco y juntos salieron del salón.

 — ¿Sabés una cosa? Desde que trabajo en administración que quería estudiar acá. Pensaba que, qué bueno que me decidí este año y nos tocó juntos — largó con una sonrisa — ¿No?

— Si, siempre es bueno tener alguien conocido — respondió el flaco yéndose por la tangente. No pretendía, por lo menos hoy, hacerse cargo de ninguna indirecta de Vanessa por más directa que fuera.

— Claro. Aunque no lo decía solo por eso — se mandó frenando el paso para mirarlo a los ojos — Digo, capaz puede ser una señal para retomar lo nuestro ¿No?

Y la mirada incisiva de ella había logrado desubicarlo por completo. Algo la conocía y sabía que nunca andaba con rodeos, pero jamás pensó que se lo dijera así. No había llegado a asimilar la información que ya tenía los labios de Vanessa a centímetros de los suyos. Se le estaba yendo la situación de las manos cuando más quería tener clara las cosas y cuando ya estaba seguro que no quería nada con ella. Ni serio, ni para pasar el rato.

— Vane - musitó alejándose.

— ¿Qué pasa? — le preguntó molesta al ser rechazada.

— Me parece que no es lugar — se escusó y Vanessa enarcó una ceja.

— Estás raro — agregó ella.

Vanessa siempre hablaba demás.

— ¿Raro? — le cuestionó el flaco. Para qué.

— Sí, como más cortante, por lo menos conmigo — le reclamó — Ya no me contestas los mensajes como antes y desde que nos vimos la otra vez en la quinta no me buscaste más.

Darío bufó principalmente porque no tenía ganas de aguantar reclamos por parte de ella y también, porque él le dio el pie para hacerlo. Ahora ya era tarde para arrepentirse.

— No te quiero confundir — dijo lo primero que se le vino a la cabeza. Malísimo. Vanessa no le creyó — Quiero decir que por ahora creo que estamos bien así ¿No? — se corrigió.

De repente, su celular vibró. Y era la respuesta tan esperada de la desconocida.

— Me tengo que ir — dijo rápidamente el flaco. Y sí, quería salir corriendo, más que por incomodidad era por la urgencia exagerada de leer el mensaje de la flaca.

— ¿Nos vemos mañana? — preguntó rápidamente ella.

— Si, también tengo clases — respondió Darío y la despidió con un beso en la mejilla dejándola sola recalculando en el medio del pasillo.

 

***

 

La reunión de cada viernes a la noche estaba transcurriendo. Ahí se encontraba el flaco con sus amigos. En esta ocasión el lugar de encuentro fue su propio de departamento. Bah, el de Eliana, pero hagamos de cuenta que era lo mismo. Su hermana no estaba porque salía con una “amiga” según ella. Darío no le creía una palabra, pero no insistió, no era un hermano celoso para nada. Es más, el flaco era capaz de colgar un poster en su habitación de la persona responsable de que Eliana saliera más seguido y por ende, lo dejara en paz. Porque con hermanos como Darío, para qué enemigos ¿No?



#31052 en Novela romántica
#5164 en Chick lit

En el texto hay: amor, diferencias, desencuentro

Editado: 31.07.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.