—Buenos días mamá.—saludé, ella no respondió.—Buenos días papá.
—Quítate el uniforme, no irás a estudiar.—respondió.
—¿Por qué?—pregunté y su respuesta me dejó atónita.
—Ya no estudiarás más allí Celina.
—Pero papá...—intenté renegar.
Mi padre alzó la voz interrumpiendo mis palabras.—No Celina, ya no irás. Esa escuela es tu perdición, tu madre encontró mensajes en tu celular.
—¿Desde cuándo fumas? ¿Desde cuándo tomas bebidas alcohólicas?—preguntó mi madre.
No supe que responder...
—¡¿Desde cuándo eres una cualquiera!?—grita desde la cocina, sus palabras me formaron un nudo en la garganta.
—¡Marleny!—gritó mi padre.
—Es la verdad.—contraatacó ella.—Una señorita no se comporta de ese modo.
—Mamá no estoy haciendo nada malo.—intenté defenderme.
—Por Dios ¿andar rodeada de hombres alcohólicos no es nada malo Celina? Eres una mala influencia para tu hermana y una vergüenza de hija.—sus palabras seguían dañándome.
—Suficiente.—intervino mi padre.—Ve a tu cuarto, no saldrás de ahí en un buen tiempo.—y sin decir más me fui sintiendo sus miradas de decepción sobre mí espalda.
Vaya, soy un verdadero caos.