La tarde era soleada, el clima perfecto para ir a tomar un buen helado. Y eso haría, me estaba arreglando para ir a la heladería, allí me encontraría con Petter.
Esos últimos días nos habíamos estando viendo allí para evitar problemas con nuestros padres, por el momento no habían notado nada.
Llegué a la heladería fijándome que Petter aún no llegaba.
Vaya, que puntual.—pensé.
Me senté en una de las mesas vacías notando como los chicos de la mesa de al lado no dejaban de mirarme haciendo que me incomodara.
Alguien tapó mis ojos con sus manos.
—¿Quién soy?—preguntó ¿Cómo no reconocer esa voz que tanto me enamoraba?
—Vecino.—dije con entusiasmo.
El me besó y por la intensidad con que lo hacía supe que había notado como me miraban aquellos chicos.
—¡Pasamos a la final!—dijo más que feliz.
Petter venía de jugar en un partido, y por lo que me había dicho recientemente habían ganado. Me alegré por él pero a la vez me entristeció no poder haber estado allí para ver su victoria.
El pareció adivinar mis pensamientos.
—Celina, aunque no estuvieras allí sé que me apoyas y me es suficiente pensar en ti y dar lo mejor dedicándote mis atajadas nena.
Así es, Petter era arquero, el mejor.
—Ya casi es hora de irnos a casa Petter, no quiero que tengamos problemas.—le dije pero el se negó.—Cariño, aunque no conozcamos las razones por las que no nos dejan vernos, no quiero tener problemas.—le explicaba dulcemente, entonces vi a mi tía.—¡Oh no!
—¿Qué pasa?—preguntó Petter.
—Mi tía Ruth viene para acá. Es hermana de mamá y le dirá que estuve aquí contigo.
—¡Celina!—escuché la voz de mi tía a mis espaldas. Cerré los ojos con fuerza para después voltearme y saludarla.
—Hola tía.
Mi tía nos vio pero no parecía molestarle que estuviera con Petter, al contrario, parecía agradarle.
—Fue mi culpa, yo la invité.—trató de defenderme Petter pero mi tía sonrió y su respuesta me dejó asombrada.
—No los regañaré, sé que no tienen la culpa de lo que pasó y es injusto que sus padres los involucren en ello.—nosotros nos miramos confundidos.
—Ya nos íbamos.—le dije a mi tía.
—¿Puedes irte? Necesito hablar con ella.—le dijo mi tía a Petter a lo que el asintió y se marchó.
—¿Tía que ocurre? ¿Por qué nos prohíben estar juntos? ¿Por qué a mamá le afecta hablar de ello? ¿Qué pasó?—me desesperé por una respuesta.
—Celina, yo no puedo hablarte sobre eso, tu mamá no lo permite, pero te diré que yo si apruebo tú relación con Petter parece un buen chico a diferencia de su familia y yo te apoyaré.—no era algo que esperaba escuchar de mi tía, pero me alegró saber que podía contar con alguien.
—¡Gracias tía!
Y allí en medio de la heladería, seguía sin saber cuál era el misterio que rodeaba a mi familia, pero sabía que tenía una tía que me seguía apoyando como cuando era niña. Tía Ruth siempre cubrió mis travesuras y estaba siempre para mí, sin importar que ya no era una niña y mis travesuras ya no eran las mismas seguía aquí.
Regresé a casa junto con mi tía.
—Dani regresa tarde ¿cierto?
—Si, yo paso toda la tarde sola.—le dije haciendo un puchero.
—Celina no te hagas la víctima que a ti te encanta estar sola.—dijo mi tía entrando en la cocina.
¡Eeh cocinará! Cada vez que ella cocina como delicioso.—pensé.
—¿Hace cuánto tu y Petter son novios?
—¿Qué cocinaras?—intenté evadir la pregunta pero ella me miró mal.—¡Ash! Hace unas semanas.
—¿Y qué tan difícil ha sido como para que lo digas con esa cara?—ella sabía que había sido más que difícil.
—Por lo que hice mis padres ya estaban molestos y mamá muy decepcionada.—le conté, una lágrima resbala por mi mejilla sin poder evitarlo.—Ahora nuevamente están molestos.
Mi tía me dio un abrazo comprensivo y yo me desahogué entre sus brazos.
—Debes de dejar tus errores del pasado allí, Celina, no los traigas, no los lleves contigo porque estorbarán y no sirven para nada. Haz las cosas bien ahora, se esa niña que siempre hemos amado.
—Trato de hacer las cosas correctas pero me fijé en mi vecino y eso tampoco está bien, lo peor es que no entiendo el porqué.—mi tía guardó silencio.—Dime que sucede.
Ella negó con la cabeza, traté de insistir pero llegaron mis padres y cambiamos de tema. Pasaba otro día más y no sabía que había pasado.
La duda iba a matarme.