Encuentros bajo la lluvia

Capitulo 26

—¡Carlos déjame!—pedí a gritos mientras hacía un intento fallido por huir.

 

—Eres mía Celina.—sus palabras me provocaron náuseas y escalofríos.

 

—Suéltame.—susurré sin fuerzas, pues ya me había echo daño.

 

Un fuerte estruendo me despertó de repente.

 

Había sido solo un sueño.

 

Vi hacia mi ventana, el cielo aún estaba oscuro y la lluvia caí con fuerza. Eran las cuatro de la mañana y apenas hace unas horas estaba en peligro, hace unas horas Petter se transformó en mi súper héroe...

 

Dejé salir un largo suspiro, sabía que lo había metido en un buen lío.

 

Lo minutos pasaban y seguía sin poder conciliar el sueño, tenía el cuerpo agotado pero mi interior sin estaba inquieto por la pasada situación.

 

Salí de mi habitación y subí a mí terraza,para mí sorpresa él estaba allí.

 

—¿Celi, por qué no estás durmiendo?—preguntó Petter lanzándose a mí terraza.

 

—Tu tampoco estás durmiendo.—señalé lo obvio.—¿Qué haces aquí y sin mí?—me crucé de brazos.

 

—Mi bonita, no podía dormir y creí que tú ya estabas durmiendo, además, subí hace apenas unos minutos.—dijo mientras me abrazaba.

 

¡Necesitaba tanto este abrazo!—el pareció leer mis pensamientos porque me abrazó con más fuerza aún.

 

—¿Por qué no podías dormir?—me encogí de hombros ante su pregunta.—Celi...¿qué pasa?

 

—Tenía pesadillas...ellos siguen libres, Carlos no se quedará de brazos cruzados, el no estará tranquilo hasta conseguir los he tanto busca.—respondí con las lágrimas en las mejillas.

 

—¿Y tú piensas que yo me quedaré tranquilo sabiendo que el está libre pidiéndote hacer daño? Primero lo mato, pero a tí nadie te toca.—cuando Petter se enojaba me asustaba muchísimo, era incontrolable y no media sus actos.

 

La lluvia se calmó, empezó a amanecer, los rayos del sol iluminaban nuestros rostros. Petter se quedó en silencio y no pude evitar preguntarle en qué pensaba.

 

—Pienso en que nuestros mejores besos han sido al compás de la lluvia, pero quiero superarlo con uno bajo los rayos del sol.

 

Sin decir más Petrer tomó mi rostro con ambas manos, se acercó lentamente haciendo que nuestros alientos chocasen. El beso estaba siendo  tierno, lleno de amor, sus labios rozaba con delicadeza los míos. Petter llevó sus manos a mí cintura, yo acaricié su cabello y el beso se intensificó. Nos besamos con desesperación como si de ello dependiera nuestra vida, su lengua buscó la mía con travesía y eso se sentía muy bien. El ritmo del beso disminuyó y nosotros separamos nuestros labios.

 

—Te amo vecina.—susurró Petter en mi oído.

 

—También te amo vecino.

 

—Te invito a desayunar.

 

—A ver Petter, son las cinco y media de la mañana—señale lo obvio.—.¿A dónde vamos a ir a desayunar?

 

—En mi casa.—dijo con una gran sonrisa y yo lo vi confundida.—Mi familia no durmió aquí, fueron a conocer una casa que el tío Camilo compró. No quise irme, vuelven esta tarde.—no estaba del todo segura.—Celina, será solo un momento tus papás no se darán cuenta.—insistió.—Solo quiero cocinar algo.—hizo pucheritos a lo que yo rodeé los ojos.

 

Asentí y nos saltamos a su terraza Petter comenzó a reír y no entendía la razón.

 

—¿Qué es tan gracioso?

 

—¿Recuerdas las vez que colgabas de mi terraza?—dijo el sin contener la risa.

 

—No es gracioso.

 

—Si lo es.—respondió entre risas y empecé a molestarme.—No te enojes Celi, si te hubieras soltado, aquí estaba yo para atraparte en mis brazos, total, no pesas.—su comentario me sacó una sonrisa.

 

Llegamos a su cocina. Me impresionó ver lo grande que estaba su casa, habían partes que me parecían familiares.

 

Tal vez estuve aquí antes.—pensé sin prestarle mayor importancia.

 

—¿Y bien? ¿Celina Aldana que desea desayunar?—colocó dos cajas distintas de cereal frente a mí, no pude evitar echarme a reír ante su propuesta.—Estoy haciendo un gran esfuerzo al compartirte de mi cereal, no hagas que me arrepienta.—dijo mientras me abrazaba.—No soy muy bueno en la cocina, pero quiero que desayunemos juntos.

 

—Cocinemos juntos.—propuse caminando hacia la estufa, él de inmediato aceptó.

 

Luego de unos cuantos minutos largos calentando la pizza que encontramos en el horno, nos sentamos a comer.

 

Yo tampoco era buena cocinando y la pizza no era mi platillo preferido. No importaba cual fuera mi desayuno, me importaba que mi compañía fuera él. El chico al que observaba desde mi terraza, aquel que deseaba como novio cuando lo escuchaba hablar por teléfono, el que me escuchó cuando mi mundo se derrumbaba, el mismo que me había rescatado cuando me creía perdida, el que me hipnotizaba cada que sonreía, mi vecino.

 

—¡Celina!—mi madre gritaba mi nombre desde nuestra terraza.

 

—¡¿Qué hacemos!?—Petter estaba muy nervioso y yo no pude evitar carcajearme.

 

—¿De que te ríes Celina?

 

—Te da miedo tú suegra ¿verdad?—dije entre risas.

 

Petter me fulminó con la mirada haciendo que riera más.

 

—Celina, en serio, tú mamá se enojará si sabe que estas aquí y se molestará aún más si sabe que estamos solos.

 

Petter tenía razón, mi madre era muy difícil.

 

—Saldré por la puerta y diré que salí a correr.

 

—¿Quién te va a creer que saliste a correr a las seis de la mañana y en pijama de la chica fresa?

 

—Tu creíste que yo sabía cocinar ¿no? ¿Por qué mi madre no creería que salí a dar una vuelta?

 

Petter me dio un beso y me acompañó a la puerta.

 

—Me escribes.—dijo para después yo caminar hacia mi casa.

 

Entré a mí casa y mi madre estaba apoyada en la puerta de la cocina esperando por mí.

 




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