Ya era la quinta noche seguida que llovía y lo hacía sin tregua alguna, firme y constante durante el tiempo nocturno, las gotas cargaban contra las ventanas y solo los relámpagos ocasionales iluminaban el firmamento nublado. Esos destellos y las gotas que se deslizaban tranquilas por la ventana, creaban un espectáculo de sombras en el centro del cuarto, del segundo piso, de la casa de feo azul desgastado, oscuro y nostálgico. La señorita que dormía muy placida, envuelta en su cobija de ardillas esqueléticas, era Lili; había pasado toda la tarde corriendo por la ciudad en busca de un hogar adecuado para la araña que rescató en su escuela, por eso dormía profundamente.
El cuarto tenía un polizón infernal, quien perturbaba la soledad de Lili era un joven demonio: Akira. Él la observaba desde las sombras, ya llevaba un mes seguido haciéndolo sin descaro; su presencia pasaba desapercibida con la ayuda del comienzo de las lluvias después de la hora de dormir, una alarma para aquel ser diabólico. A pesar de ser un demonio de gran poder, se sentía intimidado e indefenso al estar cerca de Lili, su lógica era absorbida al ver ese rostro el cual tanto le fascinaba: ese rostro que poseía mejillas rudas, encantado con una nariz y boca pequeñas las cuales le otorgaban un rasgo de delicadeza y ternura a ella. Verla era una droga y en esas semanas había perdido el control de su adicción. Lo que daría por intercambiar algunas palabras con ella.
Con la ayuda de sus alas carmesí empezó a volar en el cuarto, como si se tratara de un zancudo que quiere chupar más de esa encantadora imagen, se acercó un poco a la cama. En un descuido, sus alas tuvieron un rose leve con unos libros del escritorio de madera, los libros se desplomaron de su lugar y algunos cayeron al piso, causando un ligero estruendo. Hizo una mala cara y maldijo en el silencio de su mente mientras aún se encontraba en el aire; supo que su error atraería la atención de una sonámbula en el piso inferior, y así fue: la puerta de la habitación se abrió para mostrar la silueta de una mujer, esta revisó la habitación en busca de la anormalidad, al encontrarla tranquila, y a su hermana en un profundo sueño, decidió dejarlo pasar y volver a sus asuntos.
Akira había logrado salir de la habitación por muy poco, se encontraba a merced de la lluvia mientras volaba por el cielo nocturno, algunas gotas lograban escapar del fuerte viento creado al veloz vuelo, se refugiaban en sus cabellos rojos y enredados hasta caer a su rostro repleto de frustración. Sobrevolaba el valle sin un rumbo fijo, pensando en la razón por la cual había entrado en primer lugar: nunca antes había estado tan desesperado por poder estar con ella, a este punto se conformaba con al menos ser amigos. Un rechinar de dientes salió de su boca al saber que ese sería el contacto más cercano con ella.
La noche continuó, la lluvia cesó y los primeros rayos del sol empezaron asomarse por las colinas del este que rodeaban el valle, filtrándose por la ventana del cuarto de Lili quien empezaba a separar sus parpados.
Bajó las escaleras, entró al primer cuarto del corredor y se sentó en un comedor muy grande a referencia de la cantidad de personas habitantes de la casa.
—¿Cómo amaneciste, hermanita? —Se escuchó una voz femenina de la cocina adjunta.
—Bastante bien, ¿y tú?
—Genial. —contestó mientras se asomaba una chica mayor a Lili. Con grandes parecidos: el marrón de sus ojos, el mentón redondo y pequeño, el ondulado y castaño de su cabello, pero desemejanza en el largo de este último, 13 cm de diferencia en la estatura y una figura más desarrollada.
Vinna sirvió dos platos del desayuno, los acompañó con dos vasos de jugo y se sentó cerca de su hermana a comer.
—Hoy voy a llegar un poco tarde, hermanita.
—¿Y eso por qué? Pensé que hoy no trabajabas —preguntó Lili probando los estupendos huevos revueltos—. ¿Tienes que hacer tu trabajo de grado? —Reformuló su pregunta.
—Sí, así es. Voy a reunirme con unos compañeros y adelantar bastante y aunque es viernes, sabes muy bien: No me gusta que salgas cuando yo no estoy. —La señalaba con su dedo para darle más énfasis a la orden.
La más pequeña asintió y exhaló resignada, ya acostumbrada al trato sobreprotector de su hermana. Las dos terminaron su comida y de alistarse para salir juntas. Después de poco menos de media hora de trayecto en bus llegaron a la puerta del instituto, donde se separaron para tomar camino a salones muy diferentes.
No pasó mucho tiempo cuando Ika, su mejor amiga, se acercó a Lili con una mirada amistosa, mirada notable a través de los lentes limpios de las gafas. Las dos amigas intercambiaron saludos y un par de reproches por la clase de sistemas, entraron en su salón correspondiente. La clase finalizó con la alarma del primer receso de secundaria, las dos amigas salieron al campo del colegio con fruta en sus manos, guiadas por la rutina se dirigieron a un alto roble, tan alto como el edificio principal de cuatro pisos frente al cual se ubicaba.
Al llegar se reunieron con sus otros amigos: Alis y Leo, quienes veían con escepticismo el enramado del árbol, así mismo, se turnaban para meter la mano al mismo paquete de frituras.
—¿Ese es un libro de matemáticas? —preguntó Ika con un tono de incredulidad y agudizando la vista.
—¡¡Mi!! Libro de matemáticas. —completó Leo. Las dos recién llegadas miraron a Alis con reproche.
—En mi defensa, no creí que llegaría tan alto, es que mira eso, es ridículo ¿cómo llegó hasta allá? —Lili bufó ante el comentario de Alis y empezó a subir el grueso tronco—. Baja de ahí, Lili, esas ramas son muy delgadas, mejor busquemos algo para arrojarle y bajarlo.
—Tranquila, yo no peso tanto como tú.
—¡¡¿Acabas de decirme gorda?!!
—¡¡No, no, claro que no!! —Lili había llegado muy rápido a la copa, se sentó en un lugar firme para divisar el camino que debía seguir al libro—. Solo digo que soy más pequeña y ágil.