—¿Estás bien? —preguntó Lili con una voz masculina.
Ika ni se inmutó ante la pregunta, ella solo estaba petrificada de miedo. Sus ojos color miel no se podían ver; sus lentes estaban empañados, los constantes ríos de lágrimas cruzaban el rostro llenó de pánico. Todas sus extremidades temblaban y su respiración se dificultaba, no sabía cómo reaccionar ante tal situación; su mente estaba en blanco, el solo reciente recuerdo del combate de su amiga la desconcertaba. En un pequeño descuido resbaló, por la flexión involuntaria de su codo, azotando su cuerpo con el suelo, sus lentes salieron de su lugar y se toparon con la tierra de la calle, su ropa se terminó de emparamar. Sumado el frio al miedo ya existente ella temblaba mucho más.
—No tengas miedo, no te haré daño, créeme —afirmó Lili, acercándose lento y con gran delicadeza a su amiga, como si tratara de acercarse a una tímida mariposa posada en una flor—. Puedes confiar en mí, prometo responderte todas tus preguntas, pero será luego; tenemos que irnos de aquí, no es seguro todavía.
Un brillo blanco acompañado de pequeñas siluetas negras salía de la castaña demonio, era tan cegador como el primero emitido, y de este, salió Lili inconsciente, quien iba a chocar con el suelo por demanda de la gravedad. Unos brazos, también salidos de la luz, interceptaron el cuerpo de la niña en el aire. Un joven, un poco más alto que Lili y con unos característicos ojos azules y crespos rojos, sostenía el cuerpo de la chica con gran esfuerzo, de cierta forma se veía agotado.
—Por favor ayúdame, tenemos que sacar a Lili de aquí, corre peligro. —suplicó Akira mientras sostenía con delicadeza y esfuerzo a la joven.
Ika se alivió un poco al ver el cuerpo normal de su amiga sin daños. Al escuchar las palabras del misterioso muchacho, su cuerpo con vigor se levantó del suelo, tomó sus gafas, dio un par de pasos para recoger su sombrilla y luego el encargo de Vinna, su desconfianza y miedo aún se hacía presente y muy obvio. Sin embargo, con movimientos lentos y temblorosos se acercó lo suficiente al extraño para ayudarlo con el peso de su amiga. Sentir la tibieza de su cuerpo le terminó de dar la fuerza necesaria.
Ika colocó a su amiga bajo la sombrilla, en un intento estúpido de que no se mojara más, la abrazó por el costado para agarrarla mientras Akira pasaba el brazo izquierdo de Lili sobre su cabeza para apoyar el peso del pequeño cuerpo sobre el suyo. Entre los dos muchachos conscientes cargaron a la inconsciente. Entre pasos cortos y lentos avanzaron, abandonando la calle oscura donde ocurrió todo. Mantenían su ritmo a pesar del cansancio del chico, del frio, del miedo de la chica y de la estorbosa caja.
Los pies de Lili rozaban el suelo, absorbían el agua de los charcos atravesados. El constante goteo del cielo dificultaba un poco más la cruzada de los jóvenes. Entre calles, donde la única compañía eran las farolas y algún árbol, empezaron a aparecer las casas, tan dormidas como Lili, ya estaban caminando sobre pavimento. Lograron llegar a su destino: una casa de un espantoso azul oscuro al final de la calle. Pasaron por el salvaje jardín encantado por la llovizna, se acercaron a la fría puerta metálica, por suerte las llaves se encontraban en el bolsillo de la dueña, no se cayeron durante la lucha, abrieron y la oscuridad hogareña los recibió a sus anchas. Encendieron luces, dejaron con cuidado a la niña en el sofá más grande, recostándola sobre este y retiraron sus inundadas botas.
—Debo irme —Ika tragó saliva asustada al oírlo—. Búscame mañana apenas Lili despierte, les explicaré todo lo... Sé que debes estar muy confundida... pero por favor, confía en mí.
El chico se dirigió a la puerta, cruzó el umbral con una constante mirada hacia atrás, preocupado como si algo malo pudiera suceder, en un momento de fuerza logró voltear su cabeza enfrente de la reja de hierro del jardín y salió corriendo en una dirección que ni él sabía.
Ika se quedó junto a Lili, veía como aquel extraño, el cual cambió para siempre sus vidas, se alejaba hasta perderse entre las sombras de la noche y la capa de agua que retomaba fuerza otra vez. La pelinegra junto a su amiga esperó la seguridad de nueva compañía, no la iba a dejar sola por nada del mundo. En el silencio de la espera, no podía evitar buscar una explicación lógica a lo sucedido, ponía su pulgar en sus labios para pensar y aceptar la realidad vivida, seguía sin creerlo. Examinó su brazo, pero estaba sano, la desesperación y la preocupación solo alentaban malos juicios en su cabeza, estaba al borde del colapso. Peor aún, no sabía que le diría a Vinna.
Luego de una cavilación, para alejar la escena traumática de su mente, supo que la decisión la debía tomar Lili.
Vinna llegó una hora después e Ika le mostró el mejor rostro que actuó en su vida.
(…)
Lili dio un gran brinco de su cama, sentándose de un solo movimiento, se asustó de inmediato como si hubiera tenido una pesadilla de muy mal gusto, la había aterrado y la había confundido. Miraba el vacío de la pared blanca de su habitación, esperando alguna respuesta de ella.
Cuando ya se cansó de ver aquel punto invisible de su cuarto, se quitó la cobija con dibujos de ardillas esqueléticas, se puso sus sandalias y bajó a la cocina.
En aquel lugar la esperaba Vinna con su desayuno ya listo, la recién levantada se acomodó en una de las sillas de madera del comedor. Tuvo un regalo: un agradable saludo de buenos días y una mágica sonrisa de su hermana mayor, tan cálida y perfecta, capaz de hacerla olvidar cualquier mal. En contraste a la hermana menor quien tenía un par de dientes torcidos y separados, a ella no le molestaba esto; sin embargo, casi por reflejo al ver, al sentir esa sonrisa sanadora de su amada tutora, trataba de imitarla exacta, pero solo resultaban en muecas feas y tiernas, respondidas en carcajadas por parte de la mayor y un puchero de la menor.