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La botella de vino

El tiempo pasaba y Bruno se daba cuenta de que tardaría en volver a Berlín.

Empezaba a acostumbrarse a Auchviz y ya no se sentía tan desgraciado con su nueva vida. Tenía a alguien con quien hablar. Todas las tardes, cuando terminaban las clases, Bruno daba un largo paseo por la alambrada, se sentaba y hablaba con su nuevo amigo Shmuel hasta que llegaba la hora de volver a casa.

Una tarde, mientras Bruno cogía comida de la nevera para Shmuel, María entró y vio lo que estaba haciendo.

–Hola, me has asustado. No te he oído llegar –dijo Bruno intentando disimular.

–Ya has comido, ¿no? ¿Te has quedado con hambre? –preguntó María sonriendo.

–Un poco. Voy a dar un paseo y he pensado que a lo mejor me entra hambre por el camino –dijo Bruno.

Antes de que Bruno se fuera vio que en la mesa había patatas y zanahorias y se acordó de Pavel, el señor que se encargaba de traer las hortalizas a casa, cocinarlas y servirlas en la mesa. Entonces Bruno decidió hacerle una pregunta a María:

–María, ¿puedo hacerte una pregunta? Pero no se lo digas a nadie –dijo Bruno.

–De acuerdo, ¿qué quieres saber? –le respondió María.

–¿Conoces a Pavel, el hombre que nos trae las hortalizas a casa? –le preguntó Bruno.

–Sí que le conozco, he hablado muchas veces con él. ¿Qué quieres saber de él? –respondió María.

–Verás, el día que me caí del columpio, Pavel me curó. Él me contó que no era camarero, que era médico –le explicó Bruno.

–Sí, es cierto. Pavel ya no es médico, pero antes lo era, antes de venir aquí –le dijo María.

–No lo entiendo –contestó Bruno.

María explicó a Bruno lo que sabía de Pavel y le pidió que no lo contara a nadie. Bruno siguió con sus planes y se fue a pasear hasta la alambrada. Bruno llegó tarde, pero Shmuel lo estaba esperando, sentado en el suelo.

–Perdona el retraso, estaba hablando con María –dijo Bruno, mientras le daba comida.

–¿Quién es María? –preguntó Shmuel, mientras se comía los alimentos que había llevado Bruno.

–Es nuestra criada, me estaba hablando de Pavel, que corta las patatas y nos sirve la cena. Me parece que Pavel vive en tu lado de la alambrada –dijo Bruno.

–¿En mi lado? –preguntó Shmuel sorprendido.

–Sí. ¿Lo conoces? Es muy mayor y tiene una chaqueta blanca que se pone cuando nos sirve la cena. Seguro que lo has visto –le dijo Bruno.

–No, no lo conozco –dijo Shmuel negando con la cabeza.

–Seguro que sí. Es muy bajito y tiene el pelo con canas y anda un poco encorvado –insistió Bruno.

–En este lado de la alambrada viven miles de personas, es imposible conocer a todos –respondió Shmuel.

–Pero el que te digo se llama Pavel. Es polaco igual que tú –dijo Bruno.

–La mayoría de los que estamos aquí somos polacos –dijo Shmuel.

 Pasados unos momentos Bruno miró al cielo e hizo a Shmuel otra pregunta.

–¿Tú sabes qué quieres ser de mayor? –preguntó Bruno.

–Sí, quiero trabajar en un zoo, me gustan los animales –le contestó Shmuel.

–Yo seré soldado, como Padre. Un soldado bueno –le dijo Bruno.

–Los soldados buenos no existen. ¿A quién conoces que sea un buen soldado? –le preguntó Shmuel.

–Pues a Padre, por ejemplo. Por eso lleva un uniforme tan bonito y por eso todos lo llaman comandante y hacen lo que él les manda –respondió Bruno.

–Los soldados buenos no existen –repitió Shmuel.

–Excepto Padre –repitió Bruno. Confiaba en que no volviera a contradecirlo, no quería tener que pelearse con él. Al fin y al cabo, era el único amigo que tenía en Auchviz. Pero Padre era Padre, y Bruno pensaba que no había que hablar mal de él.

Ambos guardaron silencio unos minutos.

–Tú no sabes cómo es la vida aquí –dijo Shmuel.

–¿No tienes hermanas? –preguntó Bruno para cambiar de tema.

–No –respondió Shmuel.

–Qué suerte. Gretel sólo tiene 12 años y se cree que lo sabe todo, pero en realidad es tonta de remate. Se pasa el día esperando a que llegue el teniente Kotler –dijo Bruno.

Mientras Bruno decía todo aquello su amigo se había puesto muy pálido.

–¿Qué te pasa? –preguntó Bruno.

–No me gusta hablar del teniente Kotler porque me da miedo –dijo Shmuel.

–A mí también me da un poco de miedo –dijo Bruno.

Aquel mismo día, Bruno se enteró de que el teniente Kotler iba a cenar a su casa. Pavel llevaba su chaqueta blanca, como de costumbre, y les sirvió la cena. Cuando alguien necesitaba algo, Pavel se lo llevaba de inmediato. En la cena, Bruno se dio cuenta de que Pavel estaba triste, tenía los ojos llorosos y estaba distraído.

A Pavel le temblaban ligeramente las manos. Madre tuvo que pedirle dos veces que volviera a servirle sopa, porque Pavel no la oyó a la primera, y dejó la botella de vino vacía en la mesa y olvidó abrir otra para llenarle la copa a Padre.



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En el texto hay: guerra, trsiteza, amisad

Editado: 19.04.2022

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