— ¡Es hora de levantarse! Arriba todo el mundo — gritaba el general una y otra vez — Vamos desechos, todos tienen otra linda seción de calmantes —
Mientras el general caminaba, era seguido por una enfermera que empuja el carrito bufetero en el que lleva los vasos desechables, cada uno con calmates, todos y cada uno de ellos para nosotros, los desechos. Cada vasito está en orden según la dosis necesarias, del tranquilisante más inofensivo hasta el que podría matar un caballo. Es de esperarse que él receptor de esa última dosis está casi todo el tiempo muerto, es el mayor de nosotros, así como el primero en llegar aquí, y realmente nunca ha interactuado con otro paciente, apenas sabemos cómo se llama.
— Toma tu dosis Maria — ordenó la enfermera dándome el primer recipiente de toda la ilera.
Sin más opción tomo esa pastilla y la trago, ha sido así desde hace dos años, desde que me encerraron en el basurero de los indeseables.
Después de tragar la pastilla, la enfermera se marcha junto al sargento, puedo oirlos marchas y abrir las ventanillas de cada habitación, rechinando y después siendo golpeados contra la misma puerta, una y otra y otra y otra vez hasta pasar por las 10 puertas de este corredor, para después ir al siguiente y al siguente y al siguente hasta terminarse los 41 vacitos de medicamentos, justo después de eso nos dejan salir para almorzar.
El cartel de "refugio para energías peligrosas y tratamiento de estás" es lo que adorna cada pasillo al igual que la entrada de este hospital, ojalá fuera posible lo que prometen, pero una vez en contacto con el Colibrizu no hay tratamiento para revertir sus efectos.
<< Beepp Beepp >> comenzó a sonar las alarmaa indicando que se empiezan a abrir los cerrojos de cada una de las celdas dejándonos salir.
Salgo por la puerta y puedo ver a los otros desechos, los que son como yo, no los conozco ni ellos a mi, generalmente nos hablan por el número de nuestras celdas así que nisiquiera conozco sus nombres.
— Muy bien, los números de 1 al 15 pueden ir al jardín, los del 16 al 23 deben ir al chequeo médico, del 24 al 37 podrán ir al patio de deportes y el resto deberá ir a ayudar a la cosina — indica el sargento.
— ¡Si señor! —
Cualquiera pensaría que esto es una clase de hospital, una clínica o un manicomio, pero en realidad es una prisión.
— Oye número 16, di una orden —
— Si señor —
Maldito bastardo, siempre atosigandome. Su rostro de enfado es el común de todos los días, es obvio que detesta este trabajo así como nosotros a él. Siempre alardea de su antiguo puesto como general de un batallón hasta que lo despidieron por una herida de bala que lo dejo ciego de un ojo, volviendo lo "la niñera" de los desechos.
Cuando empezamos a caminar dirigiendolos a nuestros celdas más amplias, nombradas cómo jardín, patio, en mi caso, directo al matadero.
— bienvenidos — habla la enfermera guiandolos a diferentes salas con máquinas, separándonos uno por uno hasta que estamos encerrados con un doctor.
— Cuánto tiempo 16 ¿Cómo te sientes? — pregunta el doctor.
— Me llamo María, no 16 —
— Por lo que veo hoy cumples 24 años ¿No es así ? — me ignora por completo.
— Así es —
— Felicidades, bueno, comencemos con lo de siempre, una muestra de sangre, después signos vitales, luego te expondremos al Colibrizu para tratar de extraer toda esa energía de ti —
La rutina es exantamente la misma, solo me queda esperar que todo acabe y regresar a mi celda, estos malditos chequeos me dejan exausta, agradezco que solo sean una vez al mes.
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Editado: 20.01.2023