Capítulo 17:
Su rostro
06 de junio 1728
Selt Riquelme
Tanils se ha tomado su venganza muy en serio, he visto a Mia muerta de nuevo con ese vestido blanco. Justo cuando desperté, solo que esta ocasión su cuerpo estaba tendido en el suelo con la sangre esparcida por todo el lugar. Entre todas las cosas que pudo haber creado para asustarme ¿tenía que ser mi mejor amiga?, pero que podría esperar de ella. Mi hermana es un ser despiadado cuando a usar su habilidad se trata, es una experta condenando la mente de otros, y con el desastre que causé en su boda se va a especializar en la mía.
—Selt, ¿estás despierta? —pregunta mi madre del otro lado del pasillo. Desde muy temprano escuché a mis hermanas abandonar el pasillo, asumo que Carmelo también se ha ido.
—Sí —me apresuro a abrir la puerta.
Ella se encuentra muy sonriente, de muy buen ánimo.
—Vamos a practicar un poco esas nuevas habilidades que has descubierto —es una orden disfrazada de sugerencia.
—Claro, madre —acepto, no es como si tuviera otra opción. Además, me urge tener un momento a solas en el sótano para encontrar algo más sobre la niña de mis pesadillas, y quizás algo del pasado de mi madre, de mi propio pasado.
La sigo hasta la sala, esperaba por lo menos ver a Nariel, pero no hay nadie. Es un alivio, el despertar de mis habilidades ha sido un caos para mis hermanas. Quizás está en el sótano, aunque a mi madre no le gusta que ninguna de mis dos hermanas este cerca de mis entrenamientos después de lo del fuego en el bosque. Desde aquel día solo somos ella y yo. El rostro de la puerta del sótano sonríe con una dentadura llena de colmillos amarillentos, hay momentos en los que parece como si hubieran incrustado el rostro de algún hombre en la madera, y otros en que simplemente parece que fuera solo una forma tallada en la puerta. De una u otra manera siempre consigue erizarme la piel.
Entro, desvió la mirada hacia la alfombra. ¿Qué más ocultará mi madre debajo de la trampilla? ¿Estarán las respuestas que necesito allí, a solo un par de pasos?
—Vamos a comenzar con el fuego, ya deberías dominarlo —dice mi madre mientras toma asiento en un taburete justo al lado de la repisa de libros a los que tengo prohibido acercarme. Como casi todo lo que se encuentra en este espacio.
Sonia Riquelme tiene un aire de grandeza, algo que siempre la ha caracterizado entre el resto. Su belleza también ha sido un claro indicativo de posición ante la sociedad. Ella es una mujer pisando los cuarenta, y hasta hace unos días las exigencias de su trabajo la consumían y su rostro eran reflejo del cansancio y el avance de su edad sin embargo desde hace unos días para acá se ve rejuvenecida. Como si su reloj en vez de avanzar estuviera revirtiendo el movimiento de las agujas.
Bajo la intensidad de su mirada me concentro en convocar una pequeña llama de color azul sobre mi mano, en esta ocasión se me facilita convocar el fuego, moverlo alrededor de mi cuerpo sin quemar mi ropa, ni cabello, ni mi piel, darle algunas formas en el aire, no se sostienen por mucho tiempo, pero es un avance que pueda moldearlo. Así transcurre exactamente una hora y mi madre me da unos minutos de descanso, pero no abandona el sótano, permanece sentada.
—¿Has sentido alguna otra habilidad aparte de los elementos? —pregunta mi madre.
—¿Cómo qué? —pregunto dudosa.
—No lo sé, algo como moverte de un lugar a otro sin siquiera pensarlo.
—No, yo no puedo hacer nada más de lo que has presenciado madre —respondo—, ¿se supone que deba desarrollar algo más, además, de ser posiblemente un elemental?
—Selt, tú eres una bruja única entre todas las que se encuentran con vida. Tus capacidades mágicas no son concurrentes en el mundo, y se espera que puedas desarrolla muchas cosas, pero eso se logrará con práctica y algo de tiempo. Ahora continua con tu entrenamiento, hay que perfeccionar tu control.
Intento convocar otro elemento, pruebo con el agua, el aire, la tierra y no pasa nada. Me esfuerzo todo lo que puedo para que alguna muestra de lo que pasó en la boda emerja de mí, pero no puedo. Pareciera que esa parte de mi magia estuviera bloqueada. Así pasamos la mayor parte del día, sin resultados satisfactorios ni para ella ni para mí. No se ha movido del taburete por lo que mi búsqueda de respuestas tendrá que seguir en incógnitas.
Mi madre no me presiona más y me permite dejar el entrenamiento para mañana, ha estado de muy buen humor. Así que decido tocar el tema de Tanils y sus marañas con mi mente. No le doy detalles de lo que he visto, o creído ver.
—Hablaré con ella —dice mi madre mientras coloca el cuadro familiar en su lugar, ocultando por completo la entrada al sótano.
—Gracias. Voy a recostarme un rato —menciono dubitativa. Comienzo a subir las escaleras.
—Selt —me detengo—. El cumpleaños de tu hermana será en los próximos días, y lo celebraremos en casa de la familia Acosta. Espero que no haya ningún incidente parecido al de la boda de Tanils.
—Eso no volverá a ocurrir madre.
—Eso espero.
La veo dirigirse al área de la cocina. Me he equivocado, no está nada feliz por lo que ocurrió, quizás fue conveniente porque hemos descubierto cosas nuevas de mí, pero la humillación que les hice pasar no es algo que se olvide con facilidad.
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Editado: 16.06.2021