Enmerald. Guardianes 1

Capítulo 20: Preparativos

Capítulo 20:
Preparativos 


09 de junio 1728 

Mía se ha medido tres vestidos; ninguno de los tres le ha gustado lo suficiente, así que ya va por el cuarto. Pensé que solo vendríamos para que la modista le tomara las medidas, puesto que se suponía que la boda sería después de su cumpleaños.

De hecho, lo será, pero demasiado rápido.

Dentro de un mes; su cumpleaños es en seis días. Para mí es muy pronto, pero, en cambio, ella está encantada. Al parecer, Fabián no quiere esperar más tiempo, y a ella solo le importa que la boda se realice, no el cuándo. Está muy enamorada; los ojos se iluminan cada vez que habla de él. Estoy feliz de que ella esté feliz, pero sigo insegura en cuanto a Fabián. Hay una pequeña parte de mí que aún no confía en él, pero un presentimiento no es suficiente para juzgar a alguien, y mucho menos para hablar con Mía. ¿Qué podría decirle? «A mi parecer, tu prometido no es del todo confiable.» Eso solo me enemistaría con ella.

—¿Qué tal este?

Mia aparece frente a mí con un hermoso vestido blanco. La sedosa tela ondea desde la cintura hasta sus pies; el corsé se ciñe a su torso, bordado con fino hilo dorado; una tela blanca que deja entre ver su piel le cubre los brazos. Es precioso. E igual al de mi visión.

Un nudo se me forma en la garganta. Por unos minutos, no permití que las palabras de Delia me atormentaran, pero Mía está allí frente a mí, luciendo el mismo vestido con el que la vi muerta. Su sonrisa comienza a volverse una mueca y me obligo a sonreír con sinceridad.

—Ese me gusta —digo, pero mi voz no sale como esperaba. Hay dolor, desesperación… Su entrecejo comienza a unirse; obviamente, no estoy resultando convincente y ella se está dando cuenta de que algo no anda bien. Me apresuro a decir.

—¡Es perfecto!

Me pongo en pie y la hago girar, lo cual parece convencerla. Su sonrisa encantadora se extiende por su rostro, imposible de ocultar. Mis labios sonríen, a su vez, de alivio. Si comenzara a hacer preguntas, no sabría qué decir, ¿cómo explicarle que la he visto muerta? Y, peor aún, que es una visión que con cada segundo se vuelve más real.

Delia lo ha dicho. Podría morir en cualquier lugar y, de cualquier manera: antes, durante, o después de la boda. También dijo que él podría ser el problema. ¿A qué se refería con eso exactamente? ¿Tendrá algo que ver con mi intuición, mi desconfianza? Mas sigo en las mismas; no hay respuesta a mis preguntas y el destino sigue su curso.

—A mí también —la voz de Mia, me saca de mis pensamientos—. Me llevo este.

La modista suspira al escuchar sus palabras, aliviada de que al fin se haya decidido. Ambas van hacia el vestidor. Me alejo hasta la vidriera que da a la calle. Muy pocas son las personas que se transitan; el cielo azul comienza a desteñirse en un naranja precioso e inmaculado. Las horas han pasado tan rápido, un día lleno de devastadoras y felices noticias. Si tan solo se pudiera detener el tiempo, congelaría este momento, lo suficiente para encontrar una respuesta. Pero es imposible. Hasta la magia tiene sus límites, y el tiempo está entre ellos. Acaricio el cristal con mis dedos desnudos. Una capa de un delgado hielo se extiende por el ventanal, brillante y helado, como la misma muerte.

Ella no para de hablar de los preparativos de su boda y yo me limito a asentir. No puedo opinar, los recuerdos me asaltan a cada instante, recordándome que el tiempo sigue, que hay una sentencia de muerte y, que yo aún no hago nada al respecto. Hielo, ha aparecido de la nada, siento como el invierno circula por mis venas como lo hizo el fuego en su momento. Dos polos opuestos, y son parte de mí, como lo es ese regalo.

Entre la espada y la pared, con una visión que se hará realidad, pero que no sé cómo detener porque es un abanico de opciones. Como Delia dijo, podrían ser infinitas las maneras, pero no es del todo imposible salvarla. El punto es acertar en la opción indicada. Pero, ¿cómo saber cuál es? En mi mente, todo parece ser un guion teatral, una simple historia con un final malo, no la realidad a la que podría enfrentarme en cualquier momento. Un guion donde Mía morirá de cualquier forma y yo solo puedo observar, como un simple espectador que se limita a mirar sin poder cambiar la historia.

En realidad, trato de apegarme a ese rayito de esperanza que me transmite ella cada vez que hablaba de su vida y lo feliz que será al lado de Fabián. Una vida donde no hay espacio rencores ni tristezas, solo sonrisas. Ella nunca deja espacio para los días malos, para ella todos son buenos, pero la perfección no existe. La desgracia, tarde o temprano, nos alcanza. Sus planes incluyen vivir en Pétalos de Oscuridad, en una casa cerca del campo, con niños. Cada palabra que sale de sus labios es como una realidad difícil de empañar. Me gustaría que, tan solo con su fuerza de vivir, la muerte se alejara. Pero sé que no es suficiente, aunque esas horas a su lado me deje inundar por sus deseos de vivir, sus deseos de una familia feliz. Dejo de lado esa maléfica visión que insiste en un destino lleno de dolor.

—¿Selt?

Su dulce voz llena mis oídos. No quiero pensar en que llegará el momento en que no la volveré a escuchar. Mi rostro se refleja en el hielo de la ventana, y una lágrima corre por mi mejilla.

La muerte es inevitable, pero eso no lo hace más fácil. Al contrario, es más doloroso. Me alejo de la ventana y, antes de girarme hacia ella, limpio la lágrima delatora.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.