Enmunds

3. La matriarca

La estructura de la aldea del Altamar era simple, el jefe Jade era la decimotercera generación que la gobernada, la esposa del jefe era conocida como “la matriarca”. Su matrimonio había sido fructífero tuvieron en total nueve hijos; sin embargo, los primeros muchachos nacieron débiles y por la proximidad al mar, murieron a causa de las brisas heladas en los tiempos de invierno. La matriarca Yanin ante la lamentable perdida de hijo tras hijo ordenó la búsqueda de doctos en el arte de curar, habían enviado como seis expediciones a las demás aldeas cercanas, pero ninguna estaba dispuesta a enviar a sus doctores. Entonces, después del nacimiento de su último hijo, llegaron a la aldea dos visitantes sumamente misteriosos. En un primero momento, fueron rodeados y apresados, pero con la sublime aptitud de Milian pudo convencer a la matriarca que no eran viles forasteros, solo viajeros sin destino fijo. De allí, Milian se ganó rápidamente el cariño de la gente al demostrar ciertos dotes para la cura de algunas enfermedades comunes.

Así poco a poco se ganó el puesto de sabio doctor, cargando en sus hombros el cuidado de los recién nacidos hasta de la loca de la aldea.

Naturalmente, la matriarca también tuvo interés en el amigo del sabio doctor; sin embargo, Amenotar era indiferente a todos menos a Milian, así que por él también contribuyó en las labores diarias como curandero. Estaban en una edad casadera, así que las mujeres del lugar nunca dejaban de husmear la casa de los doctores que, muy convenientemente para la matriarca, habían sido acogidos cerca de su casa principal.

Después de la muerte de Milian, Amenotar adoptó una actitud huraña con la gente, por lo que la Matriarca Yanin lo aislaba gustosamente de los demás pobladores; sin embargo, no contaba con que el hermoso hombre se derrumbara de cansancio y se postrara en la cama por más de una semana. Aunque la matriarca estaba más que contenta de cuidar y mimar al enfermo. Lo que más le asombró fue que el mismísimo Amenotar le pidiera que trajera ante sí a la niña de harapos. Su rostro en ese momento se había ensombrecido y la vena de su cien comenzó a latir, apretó la mandíbula mezquinamente y, como no podía negarle nada, murmuró entre dientes que ya la mandaría a buscar.

No hacía mucho tiempo que el centinela de la cuerda roja le había comentado al ilustre doctor de que la anciana loca ya había fallecido, el joven centinela era de corazón ardiente y de personalidad benevolente, desde la muerte de la anciana comenzó a visitar a la pequeña y le llevaba comida. La niña estaba enferma de tristeza y no se movía de la cama de paja, si él, alma caritativa, no le hubiera socorrida, tal vez Saccani pudo haber muerto de inanición.

Como era de esperarse, aunque a regañadientes, la matriarca cumplió diligentemente el pedido del sabio doctor. A dos centinelas encomendó ir tras la muchacha, la tarea no fue tan difícil. A medianoche, los dos hombres ingresaron a la choza y encontraron a la muchacha recostada con la mirada perdida. Apestaba y estaba más mugrienta de lo que recordaban. Uno de ellos la alzó en sus brazos y se la llevó, pero antes de entregarla a la matriarca, el centinela de mayor edad la llevó a su hogar para que su mujer arreglara un poco a la maltrecha muchacha que no oponía resistencia.

El centinela solo vivía con su mujer, no había tenido hijos. Su mujer, una persona abnegada y obediente, no cuestionó a su esposo y bañó y cambió a la niña tal como él le había ordenado. Después de ello, por fin, los centinelas la presentaron a la matriarca.

Con unas cortas palabras la matriarca les ordenó llevársela a la habitación del sabio doctor. Una vez frente al joven doctor, los centinelas dejaron el cuerpo de la niña sobre una alfombra de plumas en el suelo. El joven doctor agradeció, no tenía por qué recordarles que guardaran silencio, seguramente la matriarca les había recordado eso hasta el hastío.

Amenotar se levantó de la cama, su tez seguía pálida y su expresión irritada. Al ver a la joven dudó en su utilidad, parecía un cascarón vacío y sin ganas de vivir. En ese estado, ¿qué energía vital podía devorar de ella?



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En el texto hay: demons, humanos super dotados, purificadores

Editado: 03.04.2020

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